¡Qué empacho de gastronomía!

Llevo años asistiendo atónito a la proliferación de espacios televisivos, artículos y publicaciones dedicadas a difundir las excelencias de nuestros productos gourmet o las ocurrencias y hallazgos gastronómicos alcanzados por los cocineros de este país. Mi asombro prosigue cuando estos últimos son elevados a la categoría de artistas o de auténticos genios. Y me interrogo una y otra vez por las causas de esta fiebre, por las razones que, semana tras semana, animan a los medios a perseverar en este empeño. Finalmente, el anuncio televisivo de una página web que facilita la búsqueda de ofertas laborales me ha hecho ver la luz. La sobreabundancia de información gastronómica tiene por objeto familiarizar a nuestros jóvenes con el destino profesional que el mercado o nuestros aliados europeos les deparan. España ya no necesita ni ingenieros, ni médicos, ni profesores, sino camareros, jefes de sala o friegaplatos. Esas son las fabulosas y, supuestamente, deseables salidas laborales que les aguardan. Así que más vale que se vayan acostumbrando. <TB>Afortunada y felizmente, hemos dejado de ser la reserva espiritual de Occidente para convertirnos en su reserva gastronómica.— Íñigo Jáuregui. (Logroño).