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Tribuna
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La amistad de Trump y Putin

La política exterior de EE UU tenderá a reforzar la alianza con Reino Unido, Rusia y China

Donald Trump, a la derecha, y Vladímir Putin.
Donald Trump, a la derecha, y Vladímir Putin. DON EMMERT / NATALIA KOLESNIKOVA (AFP)

Se dicen muchas cosas sobre los amigos de Trump. Hay algunos datos políticos que por vía indirecta conviene tener en cuenta si se quiere saber, más o menos, cómo será la política internacional de Estados Unidos en esta etapa que se inaugura el próximo 20 de enero. Trump ha dicho, y lo ha llevado a la práctica, que lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos. Añadamos: y pésimo para México. Sumemos a la GM, ahora, lo que es bueno para las grandes empresas tecnológicas también lo es para Estados Unidos. Y, en fin, lo que es bueno para Trump, es bueno para su país. Lo mismo podríamos decir en España a nuestro modesto nivel, que lo que es bueno para Telefónica es bueno para España; y añadamos Zara, la Caixa, el Banco de Santander o El Corte Inglés. Y cada país tiene su círculo de intereses que, de uno u otro modo, protege.

Aznar tuvo muy mala relación con Yeltsin, el antecesor de Putin. Mas cuando en 1999 éste llegó a la presidencia de Rusia y Bush hijo llegó a la presidencia de Estados Unidos, más o menos por las mismas fechas, en 2001, todo cambió. Fue éste el artífice de la buena relación de nuestro presidente con el mandatario ruso, buena relación que continúa en la actualidad. Desde la caída del muro todos los presidentes republicanos (Reagan, los dos Bush y ahora Trump) han tenido una sintonía que les ha llevado a caminar por sendas convergentes en política internacional con Rusia. El petróleo tiene mucho que ver. Es lo que Kissinger llama la realpolitik americana y que ya entonces le llevó al presidente Nixon (republicano) a terminar con la guerra de Vietnam (que abrió el demócrata Kennedy) e iniciar un periodo de convergencia con China.

Es probable que el nuevo presidente vaya moderando sus bravuconadas con el tiempo. Reagan, un poco más experimentado en la vida política, tampoco se quedaba corto. Recuerdo la que se armó en el verano de 1984 cuando a micrófono abierto, que el creía cerrado, lanzó aquella broma de apretar el botón y lanzar algún que otro misil nuclear sobre la URSS. El chascarrillo no le sentó muy bien a Chernenko y en Moscú, ciudad en la que me encontraba camino de Irkutsk en ese estío, no se hablaba de otra cosa. Trump no ha sido, hasta la fecha, tan osado.

Es probable que el nuevo presidente vaya moderando sus bravuconadas con el tiempo

La política internacional de la nueva Administración americana cambiará poco con respecto a la de sus predecesores republicanos. Hay un excelente análisis de Henry Kissinger titulado Orden Mundial que ha sido publicado en español este año pasado (Debate). Ahí creo que se encuentran las claves de por dónde caminará la política americana. ¿Y por dónde caminará? Pues por donde ya anduvo en décadas pasadas: Reforzamiento de la alianza con Gran Bretaña (libre ya de la UE), Rusia y China. E Israel. Abandono definitivo de la dependencia energética de los países árabes. Y lucha implacable —aliados con Rusia— contra el terrorismo islámico hasta la victoria final al precio que sea. Esta es una guerra que comenzó el 11 de septiembre de 2001 y que no ha librado todavía sus más decisivas batallas.

¿Y dónde quedan la Unión Europea y Japón? He aquí la gran incógnita que solo nosotros seremos capaces de desvelar. Lo que parece claro es que en este mundo que ahora llamamos global la influencia de las grandes potencias en los resultados electorales parece decisiva. Ahí está la escaramuza entre la CIA y Rusia. En Francia se abre este año un periodo de incertidumbre ante la batalla presidencial. No es probable que Le Pen salga elegida, pero lo que es seguro es que el próximo presidente será una persona como Fillon: duro y con convicciones.

Lo ocurrido en Gran Bretaña y Estados Unidos han abierto los ojos de mucha gente que estaba adormecida. La política que parecía abandonada con la caída de “los amigos de Aznar”, (Bush, Putin, Berlusconi y Blair) se ha vuelto a instalar en el escenario mundial con otras caras y quizás con menos cultura y refinamiento. Tampoco es que los antiguos actores fuesen un dechado de fineza. ¿Es esto terrible? Muy decepcionante para el mundo autodenominado de “progresista”. Pero si los llamados “conservadores” no cometen errores tan descomunales como el de la guerra de Irak, quizás pueda llegar a ser esta nueva etapa incluso catártica.

Jorge Trías Sagnier es abogado y escritor.

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