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Los charcos ‘asesinos’ de Gambia

Las lluvias propician el crecimiento de la malaria en un país con un sistema sanitario insuficiente

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En Jirong (Gambia), el calor no cesa a pesar de la gran tormenta que ha caído. Abdoulie e Ibrahim juegan alrededor de la única fuente que hay en la aldea. Saltan y chapotean sobre los charcos que se han formado sin percatarse de que allí mismo ya crece el asesino más letal del continente. Y es que en África una de las mayores causas de mortalidad, la malaria o paludismo, tiene que ver con un ser diminuto apenas perceptible por el ojo humano: el mosquito. Es una enfermedad estacional. Durante la época de lluvias, el mosquito anopheles, transmisor del parásito denominado Plasmodium, pone huevos en ríos y aguas estancadas, multiplicando la amenaza. En 2015 se produjeron 438.000 muertes en el mundo por malaria, de las cuales el 90% ocurrieron en el continente africano.

Gambia es un país endémico como lo son otros tantos territorios del África subsahariana. Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2014 Gambia, cuya población apenas llega a los dos millones de habitantes, reportó más de 160.000 casos de paludismo. La estimación de muertes era de entre 120 y 930 para ese mismo año, aunque finalmente fueron 170 los fallecimientos reportados por las autoridades sanitarias. También en 2014 la vecina Senegal, un país con más de 14 millones de habitantes –más de seis veces la población de Gambia– registró 265.624 casos y 500 muertes.

La malaria afecta especialmente a las poblaciones rurales de Gambia que, en muchos casos, no tienen medio de transporte para acudir al puesto médico más cercano y mueren en aldeas remotas sin diagnóstico alguno. “En esta área si alguien enferma no hay vehículos para transportarles, muchos mueren por falta de atención sanitaria”, asegura Kalilu Jammeh, un lugareño de Jirong, una aldea en la región norte. Provoca una elevada tasa de mortalidad en niños de cero a cinco años y en mujeres embarazadas debido a su inmunodeficiencia. “Nosotros trabajamos para crecer y desarrollar una comunidad próspera, pero es muy difícil hacerlo si no tenemos buena salud. La malaria está acabando con nuestros jóvenes y niños; está acabando con nuestro futuro”, añade Kalilu.

La malaria afecta especialmente a niños de cero a cinco años y a mujeres embarazadas debido a su inmunodeficiencia

Gambia atraviesa actualmente una crisis política por la negativa del presidente Yahya Jammeh a aceptar la derrota electoral del pasado mes de diciembre. Jammeh, el cuál llegó al poder en 1994 tras dar un golpe de estado, alega que hubo manipulaciones electorales por parte de sus oponentes y presiones de poderes extranjeros y llama a repetir las elecciones. Mientras tanto, cuatro estaciones de radio han sido cerradas por el gobierno en lo que va de año. El bloque de países de África Occidental, Ecowas, se ha visto obligado a mediar en el conflicto interno del país.

Un grupo de niños de Sare Soffie, aldea al este del país. Los niños son el grupo de población más castigado por la enfermedad junto a mujeres embarazadas debido a su inmunodeficiencia.
Un grupo de niños de Sare Soffie, aldea al este del país. Los niños son el grupo de población más castigado por la enfermedad junto a mujeres embarazadas debido a su inmunodeficiencia.M. V.

Tal preocupación ha supuesto y supone la enfermedad, que tanto gobiernos como instituciones internacionales llevan años aunando esfuerzos para combatirla. Gracias a un programa de intervenciones global se ha conseguido reducir la mortalidad en el mundo hasta un 60% durante el nuevo milenio. La prevención es muy importante y por ello se distribuyen mosquiteras, se rocían las paredes de las casas con insecticidas, se administran medicamentos protectores a mujeres embarazadas y se emplean tests de diagnóstico rápido para actuar con la máxima brevedad en caso de que sea positivo. “Nosotros hemos notado un gran descenso en los casos en esta zona”, asegura Lamin Sonko, enfermero del puesto de salud de Sare Soffie, localidad al este, que visita más de 50 aldeas de la región con su moto. En Gambia, es el Centro Nacional de Control de la Malaria (NMCC, por sus siglas en inglés), un organismo dependiente del ministerio de salud, el encargado de coordinar estas intervenciones en todo el país. “La región que más nos preocupa es la del este por las condiciones climáticas y medioambientales que favorecen la aparición del mosquito”, explica Lamin B.S. Jarju, coordinador del NMCC. Por ello, los controles de larva son también esenciales. Pero, sin duda, la intervención que más vidas puede salvar es el tratamiento.

Más de la mitad de la población de Gambia vive por debajo del umbral de la pobreza y el 33 por ciento lo hace con menos de 0,90 euros al día

La OMS recomienda combinados a base de artemisinina (ACT, por sus siglas en inglés) como primer tratamiento para la malaria que se diagnostica en las primeras 24 horas desde que comienzan los síntomas (vómitos, diarrea, fiebre o convulsiones). A este tipo se le denomina no complicado. ACT es un tratamiento oral (cápsulas) que se administra únicamente a personas que están conscientes y pueden ingerir. Debe prolongarse durante 72 horas. Si no hay complicaciones, el enfermo debería curarse transcurrido este tiempo. Si por el contrario no se ha tratado a tiempo y cae en coma, esta malaria cerebral o severa será abordada con otro fármaco llamado quinina, como recomienda la OMS para la segunda línea de tratamiento. Tras recuperar al paciente del coma, se le debe seguir administrando ACT hasta eliminar el parásito del organismo.

El gobierno de Gambia es el mayor proveedor de salud del país. El sistema sanitario público se compone de tres niveles: el terciario, integrado por seis hospitales; 38 centros de salud en el nivel secundario y 492 puestos médicos distribuidos por todo el país en el nivel primario. El sistema privado aporta 34 clínicas. Gambia cuenta con un médico por cada 1.000 habitantes y muchas comunidades siguen acudiendo primero a curanderos locales. Si bien es cierto que la salud ha sido identificada como área prioritaria por el Gobierno, datos del último informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) destacan que el acceso a la sanidad es todavía una de las mayores privaciones que tiene la población y que varía en función de la localización geográfica y la edad.

En el caso de la malaria en el sistema de salud público, el precio del tratamiento va desde los 25 Dalasi (0,55 euros) en las zonas rurales, donde las mujeres embarazadas y los niños menores de cinco años están exentos de pagar, hasta los 100 Dalasi (2,2 euros) en la capital, Banjul. Sin embargo, en el hospital Royal Victoria de Banjul los niños hasta 14 años no pagan. “En este hospital los niños hasta los 14 años, que es lo que se considera edad pediátrica, no pagan ni tratamiento ni investigaciones gracias a un acuerdo de colaboración que tenemos con el Medical Research Council y el Fondo Mundial”, aclara el pediatra Elio Quesada González. En farmacias y clínicas privadas sólo el test puede costar hasta 250 Dalasi (unos cinco euros) y el tratamiento el doble.

Aunque tanto en puestos médicos como en centros de salud del interior del país y en el hospital Royal Victoria coinciden en hablar de precio por tratamiento, al que llaman Coartem debido a su nombre comercial, desde el ministerio de salud señalan que ese dinero es un precio por consulta únicamente para ver al médico y que el posterior tratamiento, si corresponde, es gratis.

Gambia es uno de los países más pobres del mundo. Ocupa el puesto 175º del ranking del PNUD, compuesto por 188 países. Más de la mitad de la población vive bajo el umbral de la pobreza y el 33 por ciento vive con menos de 0,90 euros al día.

En 2014 Gambia recibió más de 5,5 millones de euros para combatir la malaria. Casi el 40% se gastó en la categoría de administración y otros costes y apenas se destinó un cuarto del total a medicamentos 

Casi tres tercios aproximadamente de la financiación que recibe Gambia para combatir la malaria proceden del Fondo Mundial. Este mecanismo de financiación internacional adquiere ACT (una caja de 24 cápsulas) a diferentes fabricantes a un precio medio de 0,05 euros, lo que supone hasta 10 veces menos de lo que los gambianos tienen que pagar para recibir el tratamiento que puede salvarles la vida o acceder a consulta para que el médico se lo recete.

Pero no es sólo el precio lo que impide a parte de la población en Gambia curarse de malaria. La escasez de medicamentos es otro de los principales problemas. “Rara vez tenemos escasez de quinina, pero para casos de paludismo no complicado es cierto que hay periodos en los que no tenemos Coartem”, dice Momodoy Salieu Sowe, funcionario público de Illiasa Health Center, un centro de salud del nivel secundario situado en la región noreste del país. Según el último informe de la OMS, en el año 2014 Gambia recibió más de seis millones de dólares (unos 5,5 millones de euros) para combatir esta enfermedad, los cuales fueron destinados a diferentes intervenciones. Donde más dinero se gastó, casi un 40% del total, fue en la categoría de administración y otros costes; sin embargo, para los medicamentos antimaláricos se destinó apenas un cuarto de los más de seis millones.

El ministro de sanidad de Gambia, Omar Sey, asegura que la escasez de medicamentos se debe al exceso de personas que acceden a su sistema de salud: “La población de Gambia es de dos millones de personas, pero a veces tenemos que dar servicio a dos millones y medio porque hay mucha gente de países vecinos como Senegal, Guinea-Bissau o Guinea-Conakry que vienen a tratarse aquí y les tenemos que atender”. Sin embargo, desde los distintos niveles sanitarios aseguran seguir otro procedimiento y explican que uno de los requisitos para recibir el tratamiento en el sistema de salud público es demostrar la nacionalidad gambiana.

A lo largo de los últimos años, grandes esfuerzos, humanos y económicos, han permitido reducir la mortalidad por malaria. Sin embargo, casi medio millón de muertes anuales es todavía una cifra muy alta; en Gambia, infraestructuras pobres, un sistema de salud económicamente inaccesible y una mala gestión de los fondos donados puede que expliquen parte de esta problemática. Los gambianos no temen a los animales grandes pero se echan a temblar cada vez que se pone a llover.

Artículo publicado en colaboración con la UN Foundation.

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