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Cine para no perder la ligereza

Una sesión similar a la iniciativa parisiense en Halle (Alemania) en 2013.
Una sesión similar a la iniciativa parisiense en Halle (Alemania) en 2013.Waltraud Grubitzsch (AP)
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HOY EN DÍA, cuando casi todo el consumo tiene que ver con la armonía, el bienestar y la relajación, en plena época, según Gilles Lipovetsky, “de la ligereza” tecnológica, cultural y hasta corporal, muchas madres viven los primeros meses de maternidad sin mucha posibilidad de ocio, con una responsabilidad extraordinaria (en su sentido más literal), cansadas y sin rastro de aligeramiento. También los padres, sí, pero, en fin, hay implicaciones físicas que no se pueden comparar y cualquiera entiende que la maternidad invita a todo menos a la despreocupación.

Es una iniciativa para que las madres con bebés puedan tener un momento de recreo.

Para aligerar ese nuevo estado vital, en París, en el cine-teatro Garde-Chasse del barrio de Lilas, han puesto en marcha la sesión jeunes-parents, exclusiva para madres (y padres) con bebés de hasta 10 meses. Se ofrece una gran sala acondicionada con material, juguetes, luz tamizada para poder desplazarse y, por supuesto, cambiador, además de una tarifa preferencial a cinco euros.

Defendida y apoyada por Madeline da Silva, miembro de la alcaldía del barrio y del colectivo de apoyo a la maternidad, es una iniciativa para que las madres con bebés puedan tener un momento de recreo sin sentir que molestan por los llantos de sus hijos. La sesión está abierta a todo el público, pero principalmente a padres.

Son las 9.45 y pago mis cinco euros para ver L’effet aquatique entre madres que ya se conocen y hablan de todo menos de cine. En un minuto aprendo dos marcas de pañales en oferta en Amazon, y ventajas giratorias de las ruedas delanteras del bugaboo. Contabilizo diez madres, dos con gemelos. Soy el único hombre. Para mi sorpresa, una vez dentro del edificio nos ofrecen cafés, tés y pain au chocolat.

EN LA SALA, LOS NIÑOS PIDEN JUSTICIA. ¿CÓMO? A SU MANERA.

En la pantalla, Samir, un joven de 40 años, se apunta a clases de natación para intentar seducir a la profesora. En la sala, los niños piden justicia. ¿Cómo? A su manera: algunos se duermen en cuanto empieza la película y otros se expresan con tanta energía en la voz que inevitablemente se visualiza al padre. Cuando se ponen de acuerdo y entonan sinfonías estridentes, a uno le invaden oleadas de recuerdos de otras salas. Las madres, entre la costumbre y la paciencia, se lo toman con calma: si es necesario se levantan, pero ninguna deja de seguir la trama. Cuando Ágatha, la profesora, descubre antes de viajar a una competición en Islandia que Samir le ha mentido (nada casi mejor que ella), por poco los que lloramos somos los adultos, y el problema es sacar a los niños de su particular ensimismamiento.

A la salida hablo con Victoire Richaud, madre de una niña de siete meses. “Al principio tienes la sensación de vivir únicamente por y para el bebé, y echas de menos actividades. Yo he dejado de hacer cosas por miedo a que el bebé se ponga a llorar y moleste a la gente. El cine era una de ellas”.

Al final, cuando gana la verdad del amor y los personajes nadan como plumas al viento y los niños sonríen cansados de llorar, no queda más remedio que recordar a Nietzsche: “Quien quiera hacerse ligero y transformarse en un pájaro tiene que amarse a sí mismo”.

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Sobre la firma

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Es autor de las novelas 'Los Baldrich', 'La estación perdida', 'Los buenos amigos' o 'Jauja' y del libro de viajes 'París'. Su obra narrativa ha obtenido varios premios. Es profesor en la Universidad Sciences Po de París. Como periodista fue Premio Pica d´Estat 2011. Colabora en El Ojo Crítico de RNE y en EL PAÍS. 'Verso suelto' es su última novela

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