Tom Cruise y Tom Hanks, vidas paralelas y predecibles

Tienen hasta su propio nombre: el club de los Tom. Un término que engloba a dos de los grandes del cine de los ochenta, Tom Hanks y Tom Cruise. Los dos actores representan los vestigios de una era que pasó a la historia porque las estrellas dominaban la taquilla. El tiempo, la edad o el cambio en el gusto de los espectadores se llevó por delante a muchos otros pesos pesados de la pantalla que, como Bruce Willis o incluso Arnold Schwarzenegger, van camino a la extinción.

No es el caso de los Tom. La industria todavía confía en ellos para hacer caja como demuestra un último análisis sobre la rentabilidad de las estrellas, una lista donde Cruise es el sexto y Hanks, el séptimo. Eso a pesar de los 54 años de Cruise y los 60 de Hanks. Dos maduros para una industria de imberbes. Pero, como declaró Hanks a EL PAÍS, no solo de estrellas vive el cine. “De hecho, nunca he creído en el poder de las estrellas. Lo único que hace que el espectador se ponga los zapatos y vaya al cine, a la sesión de las siete, es una buena historia”, resumió.

La característica que une a los Tom en este club es también su afabilidad. El espectador sabe qué esperar de una de sus películas. Y es precisamente esa tónica común la que les puede llevar a la tumba. Porque, ¿cuándo fue la última vez que los miembros de este club sorprendieron a su audiencia?

Cruise confirmó recientemente que tonteó con la idea de ser Tony Stark en la popular saga de Iron Man. Pero eso fue 10 años antes de que Robert Downey Jr. hiciera historia con este superhéroe de Marvel. En su lugar prefirió otras sagas como Misión imposible o, más recientemente, Jack Reacher, en la que vuelve a interpretar a un héroe de acción

Además del nombre, los miembros del club de los Tom comparten trayectoria, ambos con un comienzo en comedias románticas que les dio la popularidad (Risky Business en el caso de Cruise o Big en el de Hanks) y éxitos como Top Gun y Forrest Gump, que les hicieron amos de la taquilla. Para la década de los noventa los dos podían ganar más de 63 millones de euros por película.

Esos tiempos pasaron y también los años en los que ambos arriesgaban por amor al arte. Fue la época en la que Cruise lo dejó todo por trabajar durante casi dos años con Stanley Kubrick en Eyes Wide Shut o cuando Hanks detuvo la producción de Náufrago durante un año para perder cerca de 25 kilos.

Proyectos

Su madurez como actores llega acompañada de papeles en los que el riesgo ha desaparecido. Eso ocurre en los dos estrenos que tiene esta temporada Hanks. En Sully regresa a ser el actor amable que da vida a un personaje heroico real, como hizo en El puente de los espías, Capitán Phillips o incluso como el propio Walt Disney en Al encuentro de Mr. Banks. Y en Inferno repite como Robert Langdon en la tercera entrega de la saga literaria de Dan Brown. “Claro que a estas alturas tengo buena mano con Langdon. Lo conozco. Sé quién es. Pero de ahí a pensar que el trabajo es más fácil es presuponer mucho. Yo me enfrento a todos mis personajes con el mismo espíritu, dando el cien por cien”, señala Hanks sobre su supuesta comodidad.

Ambos saben las críticas que circulan. Pero como demuestran sus próximos proyectos (Cruise al frente de la nueva versión de La momia y Hanks de nuevo como el vaquero Woody en Toy Story 4) mientras el trabajo del club de los Tom siga siendo rentable en la taquilla ¿para qué cambiar las viejas costumbres? Quizá el fracaso de sus dos últimos estrenos en EE UU les sirva como una llamada de atención.