Una ley modélica contra las mafias de emigrantes
Egipto, nueva ruta en el Mediterráneo, aprueba una durísima legislación contra la trata humana
Unos días después de la enésima tragedia en el Mediterráneo, en la que perecieron unas 300 personas frente a las costas egipcias, el Parlamento de Egipto aprobó una nueva ley para luchar contra las mafias que trafican con migrantes, y que incluye duras penas para quienes se dedican a esta actividad. El texto, que aún debe ser ratificado por el presidente Abdelfatá al Sisi, está considerado como un modelo para el resto de la región en el combate contra una actividad que se ha cobrado este año cerca de 4.000 vidas, un triste récord anual. Egipto se ha convertido junto con Libia en el principal punto de partida de las embarcaciones de migrantes en dirección a Eldorado europeo, un viaje cada vez más largo y peligroso.
La legislación incluye penas de cárcel y elevadas multas (de entre 20.000 y 50.000 euros) para quienes se dediquen al tráfico de personas, e incluye un agravante en caso de que éstas sean mujeres, menores y personas discapacitadas, o que se ponga la vida de los migrantes en peligro. En caso de que el delito resulte en la muerte de los migrantes, de que se transporte más de 20 personas en un solo viaje, o de que el traficante use armas para resistirse a la autoridad, la norma recoge una pena de cadena perpetua, que en Egipto significa 25 años de cárcel. Además, también recoge medidas para la protección de los menores que no viajen acompañados, incluida la creación de un fondo de ayuda.
Al considerar al migrante como una “víctima”, la ley representa una auténtica ruptura con las políticas actuales de Egipto, que suele arrestar y deportar, a menudo contra su voluntad, a los migrantes atrapados en un intento de embarcarse hacia Europa. De ahí que algunas organizaciones que asisten a los migrantes teman que la ley se convierta en papel mojado, como ya sucede con otras normas, entre ellas la propia Constitución. Por ejemplo, la Carta Magna abraza los derechos humanos, pero ello no ha evitado que los servicios de seguridad egipcios se hayan convertido en una despiadada máquina de torturar.
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