Catálogo de emociones
Concha Mayordomo es de naturaleza llorona. Lo dice ella durante la presentación de su último trabajo, Las Vísceras de las Diosas. Fue la pasada semana en el Espacio de Igualdad María de Maeztu en Madrid y sí, la artista y comisaria lloró. Este proyecto de deidades femeninas que aparecen desde formas irregulares de tinta roja es el resultado de un proceso, de un luto, y de vaciar todo eso con acrílico sobre papel.
Cuenta, frente a un centenar de personas —casi todas mujeres—, que empezó hace algo más de un año. “Pasaba por casualidad por el María de Maeztu, acababa de comisariar una exposición sobre la Residencia de Señoritas y la tenía muy presente. Pasé desmoronada, porque estaba pasando por un momento muy traumático, y me encontré con Rosa. Recuerdo que ella me dijo que si necesitaba ayuda, la pidiese. Según salí de allí me di la vuelta y me encontré con Raquel. Este lugar cuenta con un equipo fantástico que no imagina todo lo que me ha ayudado”.
Mayordomo era incapaz de sentarse a escribir más de tres frases seguidas, y coherentes. Pero podía pintar; se puso a ello con tanto ahínco que la serie ya cuenta con más de 70 obras, aunque de momento solo 15 están expuestas. Rostros desdibujados, guiños al trazo de Picasso, facciones perfectamente visibles… Mayordomo provocaba la mancha y después, imaginaba qué salía de ella.
Fue definiendo su avance según creaba diosas, sin darse cuenta cada nuevo dibujo era un paso más para la catarsis que asegura que se produjo. “Hice un diario de emociones sin quererlo, un retrato de cómo me sentía”. En ese mundo de irregularidades surgieron los iconos: “También de forma involuntaria. Por ejemplo, en la Diosa de la Ceguera, al final me hicieron ver que estaba reclamando justicia. Hay todo un ideario que se forma alrededor de cada una”.
Habla de resistencia, de dignidad, de superación. “De un patriarcado que nos afecta de forma visible e invisible”, añade en su habitual reivindicación de la situación de la mujer. Y también de las ideas de otras mujeres.
Mayordomo pidió a 15 mujeres que escribieran las cartelas de sus obras. “Esto también aporta. Cada una mira y siente de forma distinta, y se refleja en los textos que acompañan a cada pintura. Otras ven lo que yo no vi, a veces coincide, pero en cualquier caso esas ideas son un añadido que enriquece”.
Cuando acaba la exposición, llegan los saludos y las enhorabuenas de rigor. Una mujer se acerca a Mayordomo y la coge por el brazo: “Concha, al bajar la escalera y encontrarme de frente con las pinturas… me he emocionado. Y el arte busca eso, ¿no? Remover, emocionar. Gracias”.
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