El niño Jesús de Ontario
He recordado otros momentos cumbre del bochorno barra gustirrinín como… El Ecce Homo de Borja, en el 'top 1'
Si no saben de qué estoy hablando, por favor, saquen el móvil y escriban:”niño- jesús-ontario-estatua” y luego denle al search. Y agárrense, que los estoy avisando. El niño Jesús de Ontario es un desastre, pero gusta. Es como esnifar gasolina, reírse cuando alguien se pega una torta por la calle o salir pitando muertos de risa después de que nos hayan atufado con un pedo en un ascensor. Pasamos del horror al regocijo en menos de lo que le cardan el flequillo a Donald Trump.
La historia es que la estatua de la Virgen de la iglesia de Sudbury, en Ontario, necesitaba una reparación. La imagen del niño había perdido la cabeza, en sentido literal. El restaurador le pegó una especie de cabolo de terracota inspirándose, suponemos, en Bart Simpson. Resultado, ¿Nuestra Señora de Springfield? Después de verlo, presa de espasmos de vergüenza ajena mezclados con carcajadas histéricas, he recordado otros momentos cumbre del bochorno barra gustirrinín como…
El Ecce Homo de Borja, en el top 1.
Ortega Cano cantando el “estamos aquí tan a gustito”.
La “relaxing cup of café con leche”. Mítica.
El candelabro de Sofía Mazacats. De la misma creadora, el “yo sigo desde hace tiempo a Vargas Llosa, aunque no haya podido leer ninguno de sus libros”.
El presentador al que se le cayó un moco en el telediario. Hablo de los tiempos del UHF y el Pal.
El “comemierda, mariconsón” de Fidel Castro.
El “Viva Honduras” de Trillo. Impagable.
El Príncipe Gitano y su versión de In the ghetto. Magistral.
Y el horror de los horrores: la estatua de Fernando Alonso del Museo de Cera de Madrid. La retiraron, pero, como todos ellos, sigue viva en Internet.
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