Max Barenbrug, el diseñador que quiere revolucionar las maletas
MAX BARENBRUG ha conseguido que un millón de padres se gasten 1.000 euros en un carrito para bebés. Es lo que cuesta el modelo más popular de Bugaboo, el icónico Camaleon, uno de los productos para niños más deseados, elegido por famosos de todo tipo y condición, desde estrellas de cine y cantantes como Madonna hasta miembros de familias reales como los duques de Cambridge. Llevar uno de los cochecitos creados por el diseñador holandés se ha convertido en un símbolo de estatus. “Hay consumidores que los compran por su funcionalidad y otros por su estilo; es la combinación de estos dos tipos de clientes lo que nos hace tener éxito”, afirma.
Barenbrug, de 52 años, es mucho más que el jefe de diseño de esta firma. En 1999, él y su entonces cuñado Eduard Zanen, un doctor y empresario, fundaron la compañía para comercializar un prototipo que Barenbrug presentó en 1994 como proyecto de graduación en la Academia de Diseño de Eindhoven (Holanda). Era un carro para bebés, originalmente más pensado para hombres que para mujeres, según explica. Una estructura fuerte, espíritu de todoterreno, grandes ruedas. Se podía enganchar a la bicicleta o llevar en los paseos por la montaña gracias a una suspensión a prueba de obstáculos. Un concepto novedoso en los noventa.
“Desde mi casa, en un segundo piso, veía pasar a muchos padres moviéndose con dificultad con sus carros y pensé que había mucho margen para innovar”, explica Barenbrug en una entrevista realizada a mediados de septiembre en Ámsterdam tras la presentación de su nuevo producto estrella, a la que fue invitado El País Semanal. Se trata de “un sistema modular de equipaje”, como lo ha bautizado la empresa, en el que llevan trabajando ocho años. Un juego de maletas de dos tamaños que se pueden combinar en un mismo chasis con ruedas en función de las necesidades del viajero y que se empuja como un carro de bebé, con un precio de partida de 870 euros. “Podría haber hecho otro producto para bebés, pero me parecía algo aburrido. No trabajo para los hijos, sino para sus padres. Quería simplificar el viaje, que la gente pueda ir de un lugar a otro cómodamente, mirando a su alrededor y descubriendo cosas”, explica el diseñador, que trabaja en un nuevo producto relacionado con la movilidad, pero no da pistas sobre cuál es.
Su fascinación por las ruedas viene de lejos. Cuando era estudiante en Haarlem, localidad del norte de Holanda en la que se crio, diseñó un carro de madera de dos ruedas que se acoplaba como un remolque a un triciclo. También ha creado un patinete y una bici, pero no los ha comercializado. “Innovar es ofrecer un producto que satisfaga las necesidades latentes del consumidor, que cuando lo vea diga: ‘Ah, eso era lo que necesitaba’, detalles nuevos que hacen la vida más fácil. Pero a la vez innovar es hacer más funcionales cosas que ya existen. Se trata de combinar lo esperado y lo inesperado”.
Una fórmula que el año pasado reportó a Bugaboo unos ingresos anuales de 151 millones de euros, casi el doble que en 2011. La compañía, que tiene 1.409 empleados, vende en 49 países, principalmente en Reino Unido, Holanda, Alemania y España. Para que un producto tenga éxito, sentencia Barenbrug, “hay que dar con el diseño más simple y con la máxima funcionalidad. Como un puzle que reconstruyes sin saber la imagen final”.
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