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CONVERSACIÓN GLOBAL
El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las colas ante los consulados hieren el orgullo turco

Ankara fía toda su relación con la Unión Europea a la eliminación de visados

Lucía Abellán
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en un mitin en Ankara.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en un mitin en Ankara. UMIT BEKTAS (REUTERS)

A veces, los grandes pactos de Estado responden más a pulsiones psicológicas que geoestratégicas. Es lo que ocurre con la eliminación de visados que Europa ha prometido a Turquía a cambio de que sus guardacostas frenen a los migrantes y refugiados que tratan de alcanzar las costas griegas. Más que reclamar el dinero comprometido para atender a los asilados o reavivar el proceso de adhesión a la Unión Europea, las autoridades turcas apuestan todo el acuerdo migratorio firmado en marzo a una sola carta: la desaparición del papeleo para moverse por el territorio Schengen de libre circulación.

Nadie sabe cuánto beneficiaría esa medida a la economía turca, pero hay razones que prevalecen. “Todo turco tiene una historia que contar sobre cómo, él o sus allegados, han esperado largas colas para obtener un visado que les permita viajar a Europa. Todo el mundo tiene esta frustración. Y no es que vaya a haber una marea de turcos que se desplacen a la UE cuando desaparezcan los visados; es una cuestión psicológica que ayudaría mucho a la relación entre Turquía y la UE”, ilustra Selim Yenel, embajador turco ante las instituciones europeas.

Un rápido vistazo a las cifras oficiales indica que el interés es mayúsculo. Turquía se sitúa, después de Rusia, China y Ucrania, como el cuarto país del mundo que más visados solicita para viajar a alguno de los 26 países del área Schengen. El año pasado, se expidieron 862.000, muchos de ellos para inversores o pequeños comerciantes, cuyo camino se allanaría con menos trámites legales.

El mismo presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, amenaza periódicamente a sus socios europeos con dejar de aplicar el pacto migratorio —es decir, con volver a mirar hacia otro lado cuando los refugiados se embarquen hacia territorio comunitario— si no se desbloquea ya la ansiada liberalización de visados. Los titubeos respecto a esta carta diplomática pueden acabar tumbando toda la política migratoria europea como un castillo de naipes.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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