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Cómo saber si mi hijo tiene anorexia o bulimia

Signos de alerta y qué hacer ante los trastornos alimenticios de niños y adolescentes

La anorexia y la bulimia producen errores de percepción.
La anorexia y la bulimia producen errores de percepción.getty

La nutrición deficiente es la causa de casi la mitad (45%) de las muertes en niños menores de cinco años (3,1 millones de niños cada año). Uno de cada seis niños (cerca de 100 millones), tienen un peso inferior al adecuado para su edad, según datos del Programa Mundial de Alimentos.  Mientras, en el llamado primer mundo, entre un 2% y un 4% de los menores de 18 años sufren trastornos alimenticios que les causan infelicidad, restan su calidad de vida y, en los casos más graves, les llevan a la muerte. Paradojas humanas. Pasamos del problema de enfermedad y mortalidad infantil por inanición en una parte del planeta al otro extremo, donde hay niños y jóvenes que rechazan la comida porque sufren trastornos de la conducta alimentaria derivados de la obsesión por mantener un estereotipo físico acorde a lo que la sociedad considera bello y aceptable.

Los principales trastornos alimentarios en menores

Los problemas de conducta de los menores frente al plato tienen varias caras:

- Anorexia nerviosa. Se caracteriza por una restricción alimentaria considerable, por encima de las necesidades del sexo y edad de la persona, debido al miedo a engordar. En ocasiones, está acompañada de episodios purgativos (provocación de vómitos, aplicación de enemas, consumo de diuréticos). Hay un rechazo a mantener el peso por encima del límite inferior considerado como normal.

- Bulimia nerviosa. Es un trastorno caracterizado por la excesiva y recurrente ingesta de comida (los llamados atracones), que, en ocasiones, se acompaña de conductas compensatorias posteriores (provocación del vómito). De forma paralela, puede haber tendencia a la impulsividad, conductas obsesivas o depresión.

- Trastorno de la conducta alimentaria no especificado. Se encuentra a caballo entre los dos anteriores.

“Alicia era una adolescente de 15 años de edad, muy bien parecida, brillante en los estudios y muy sociable. Desde que alcanzó la pubertad, se siente acomplejada porque dice que tiene demasiado pecho. Su madre dice que ahí empezó todo. Toda su familia sospechó que algo ocurría, porque, pese a que comía opíparamente, comenzó a perder peso. Se alejó de su grupo de amigas, porque le insistían en que se estaba metiendo en un callejón sin salida. En varias ocasiones, escucharon cómo vomitaba en el baño del instituto después de haber comido el bocadillo de media mañana. Su carácter cambió, aunque aún era una estudiante brillante. Desde aquello, han pasado tres años. Su índice de masa corporal es muy bajo, pero comienzan a advertirse las primeras señales de control de la enfermedad. Está en seguimiento en una consulta de psicología y con un endocrinólogo”.

“Luis tiene 14 años y ha perdido 10 kilos de peso en dos meses, desde que su entrenador de fútbol le dijo, con sorna, que le sobraban algunos kilos de peso, Vaya tripita. Te ha sentado bien el verano. A partir de entonces, se restringe de manera voluntaria el pan y ha reducido de manera considerable el volumen de comida que ingiere. Sus compañeros de fútbol le han dicho que se ha quedado muy delgado y se han mostrado preocupados por él. Luis dice que así está mejor y que no pasa hambre”.

Los casos de Alicia y de Luis, descritos por Iván Carabaño Aguado, jefe de Servicio de Pediatría del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles y del Hospital General de Villalba, son extrapolables al entre 4% y 6,5% de mujeres con edades comprendidas entre los 12 y 21 años y al 0,2%-0,9% de varones adolescentes que padecen trastornos de la conducta alimentaria en España. La vida de un niño o joven que queda atrapado en un trastorno de este tipo da un giro de 180 grados.

Pero, ¿existe un perfil del niño o adolescente candidato a padecer trastornos alimentarios? Los expertos así lo afirman:

“El estereotipo clásico es el de la adolescente, o mujer, brillante en el plano profesional o en los estudios, muy perfeccionista, muy interesada por el mundo de la nutrición y preocupada por su imagen personal. En el caso de los varones, el estereotipo es el del adolescente con tendencia a la vigorexia o la obsesión por la musculatura muy marcada, preocupado por su imagen y con antecedentes de sobrepeso u obesidad”, matiza Carabaño.

“En el caso de las personas anoréxicas, suelen corresponder a pacientes que se caracterizan por ser ordenadas, de corte obsesivo, con gran responsabilidad y auto exigencia. Además, pueden existir antecedentes de sobrepeso o la participación en disciplinas donde la valoración corporal es muy exigente, como el ballet o la gimnasia deportiva”, valora por su parte el psiquiatra infantil, Carlos González Navajas.

La anorexia no es solo cosa de chicas

Los trastornos alimentarios no solo afectan a la población femenina. De hecho, “en los últimos años está aumentando el número varones que los padece. En ambos sexos, además, vemos que los síntomas aparecen de forma más precoz que en décadas precedentes”, explica Carabaño. “Cada vez se declaran más casos, pues las familias y los propios adolescentes disponen de más información. A su vez, los pediatras estamos más concienciados sobre este tema, y tomamos cartas en el asunto antes. Pero qué duda cabe, no hemos de olvidar que los estereotipos sociales de la delgadez tienen también su cuota de culpa en este aumento. Hoy por hoy, se le da un valor máximo al aspecto físico”, añade el doctor.

La prevención es la mejor arma para que los niños y adolescentes no sufran un trastorno alimentario que deteriore su salud, calidad de vida y merme su felicidad. En este sentido, los expertos recomiendan “evitar darle más importancia de la cuenta al físico. Muchas veces, en las conversaciones del día a día, emitimos juicios a la ligera sobre el peso de las personas que nos rodean, que acaban dejando un poso muy problemático en nuestros hijos. Además, los padres deben de estar muy pendientes frente la aparición de cualquiera de los signos de alarma de los trastornos de la conducta alimentaria. Atajar el problema antes de que aparezca, o en las primeras fases del mismo, tiene importancia en relación con el pronóstico”, añade el experto.

Pasos a dar ante la sospecha

Los padres conocen las rutinas y costumbres diarias de sus hijos en casa por lo que pueden detectar cambios preocupantes en su conducta alimentaria. “En primera instancia, pueden hablar con ellos para advertirles del problema. También es aconsejable contar con la complicidad y el apoyo del grupo de referencia del adolescente. Los casos más leves se pueden recuperar simplemente con esta ayuda familiar y social. El pediatra de atención primaria también les puede dar un soporte y consejos de salud. En otros casos, se requiere la ayuda de los pediatras expertos en nutrición y de los equipos de psiquiatría infantil”, recomienda Carabaño.

Para los pacientes más graves, que suelen ser los que padecen anorexia, “existen unidades específicas que consisten en un ingreso hospitalario que puede durar aproximadamente un mes, durante las 24 horas, para estabilizar la parte física y conseguir que recuperen peso. Tras esa fase, reciben tratamiento en un hospital de día, donde comen y hacen terapia individual y de grupo. Todo el proceso del tratamiento hasta el alta puede durar alrededor de tres años" explica Eduard Serrano, y Coordinador de la Unidad de Trastornos Alimentarios del Hospital Sant Joan de Déu, en Barcelona. “Un 50% de los pacientes anoréxicos consigue una curación total y alrededor de un 20% más se recupera de forma parcial, es decir, siguen con una preocupación excesiva por la ingesta de comida, pero mantienen un peso saludable. En el caso de la bulimia, el porcentaje de pacientes que se recuperan del todo ronda el 85%”, calcula Serrano.

Signos de alerta

Los padres lo pueden notar en detalles como los que explica Carlos González Navajas, psiquiatra de la Unidad de Trastornos Mentales de Infancia y Adolescencia del Hospital La Luz. 

  • Pérdida de peso inexplicada.
  • Ausencia o pérdida de menstruación en adolescentes (más de tres ciclos consecutivos).
  • Preocupación excesiva por perder peso en personas que ya están delgadas.
  • Mayor frecuencia de sensación de frío en comparación con otros compañeros.
  • Cambio en hábitos de vestimenta (ropa muy amplia), así como de horarios.
  • Modificación de los hábitos alimentarios.
  • Distorsión de la imagen corporal (jóvenes que se ven gordos, pero no lo están).
  • Tienen un miedo exagerado a engordar y lo reconocen abiertamente.
  • Están muy pendientes de los portales de información nutricional.
  • Uso de dietas muy restrictivas.
  • Evitan comer en público.
  • Beben agua excesivamente (para generar sensación de plenitud).
  • Negativa a mantener su peso adecuado.
  • Hacer deporte de manera compulsiva.
  • Personalidad muy perfeccionista. Jóvenes muy brillantes y con un excelente rendimiento académico.
  • Baja autoestima.
  • Tristeza porque sufren. Pasan de ser chicos felices e integrados a estar tristes e irascibles.
  • Pérdida de las amistades habituales.
  • Mienten para esconder su sintomatología.

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