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Por qué se consienten los intolerables desmanes de Chris Brown

Un ejército de fieles aúpa al músico más polémico y aplasta al que censura su actitud violenta

El rapero Chris Brown hace uno de sus típicos gestos durante un vuelo en su avión privado. La imagen la publicó en su Instagram.
El rapero Chris Brown hace uno de sus típicos gestos durante un vuelo en su avión privado. La imagen la publicó en su Instagram.Instagram

Hace unos días, Chris Brown estaba en un partido de baloncesto. Como tantas veces en un país henchido de patriotismo, sonó el himno de Estados Unidos. Todo el mundo se puso en pie, como manda el protocolo. Menos el rapero. Entonces, un patriota envalentonado, seguramente sin saber a quién se enfrentaba, increpó a Brown por no mostrar respeto a la enseña nacional. El rapero se levantó (esta vez sí) y le atizó un puñetazo al tipo que le reprendió. Brown alegó que no reverenció al himno porque era un gesto político, una protesta contra el racismo institucional en su país. Para justificar la violencia con la que se revolvió dijo que el espectador era "un intolerante energúmeno que pretendía coartar su libertad".

Es una más de los episodios violentos de seguramente el artista más polémico de los últimos años. Adam Howard es redactor de la cadena estadounidense NBC News y conoce bien la escena donde se mueve Brown. Nos cuenta que 17 millones de seguidores en Twitter tienen parte de responsabilidad en el ediosamiento del rapero. “Cuanto peor se porta Chris Brown, cuanto más grotescos y absurdos son sus desmanes, cuanto más potencia su imagen de malote, de gángster multimillonario desconectado de la realidad, más discos vende y más seguidores acumula en las redes”, argumenta Howard. El periodista insiste también en que las letras de las canciones de Brown siguen siendo “violentas y misóginas”, que en ocasiones incurren sin demasiada sutileza en “la apología del crimen y del maltrato”, y que eso no parece escandalizar “en absoluto” a sus millones de fans en las redes, “entre los que predominan las mujeres”. Más bien ocurre todo lo contrario: le adoran, siempe según Howard, “precisamente por su locura, su agresividad y su desmesura, no a pesar de ellas”.

Cuanto peor se porta Chris Brown, cuanto más grotescos y absurdos son sus desmanes, cuanto más potencia su imagen de malote, de gángster multimillonario desconectado de la realidad, más discos vende y más seguidores acumula en las redes

Particularmente inquietante resulta el núcleo duro de sus seguidoras más acérrimas, las autodenominadas Team Breeze. Se trata de un ejército de tuiteras fanáticas que en las últimas semanas ha amenazado de muerte a rivales y detractores de Brown, como el también rapero Drake, la cantante sueca Zara Larsson o la modelo Chrissy Teigen. Algunas integrantes del Team Breeze han llegado a incurrir en desprópositos como reconocer en público que les gustaría ser golpeadas por su ídolo, que quieren que las trate “como a Rihanna” [el rapero golpeó brutalmente a Rihanna cuando eran pareja]. Brown, por supuesto, se desmarca muy a menudo de esta caterva de seguidoras inflamadas. Pero lo cierto es que tanto sus canciones como su vida privada siguen dándoles carnaza con la que alimentar su virulencia y su delirio.

Como muestra, un botón. El pasado 30 de agosto, Baylee Curran, modelo erótica de Los Ángeles, ganadora en su día del concurso Miss California, fue invitada a pasar la tarde en la mansión de 4 millones de dólares que Chris Brown tiene en el suburbio residencial angelino de Tarzana. Una vez allí, según su propio testimonio, la mujer se interesó por un collar de diamantes que había traído uno de los amigos del músico y preguntó su precio. Brown montó en cólera, la acusó a gritos de intentar robarle el collar y la echó de su casa a punta de pistola. Miss California asegura que sintió que su vida estaba en peligro, que el estado de violenta enajenación en que había entrado de repente Brown le hizo pensar que en cualquier momento podía apretar el gatillo.

Chris Brown en dos de los juicios a los que tuvo que acudir tras ser denunciado por malos tratos a Rihanna.
Chris Brown en dos de los juicios a los que tuvo que acudir tras ser denunciado por malos tratos a Rihanna.Getty

La modelo presentó una denuncia por amenazas y conato de agresión con arma letal. Poco después, un coche patrulla se plantó en la puerta de la mansión del rapero y este, aún muy alterado y exhibiendo un comportamiento “errático”, les negó la entrada. Los agentes tuvieron que esperar 11 horas hasta que por fin recibieron la orden judicial que les permitió irrumpir en el edificio. Durante la tensa espera, Brown, además de pasear por su mansión como un león enjaulado, aprovechó para promocionar en las redes sociales su nuevo álbum, Royalty. “Descargaos mi single”. “Compraos mi disco”. Poco antes de que entrasen a arrestarle, colgó en las redes un corto vídeo en el que exhibía su enajenación mental suponemos que transitoria. En él aseguraba sentirse perseguido por policías racistas (“los mismos que ignoran mis denuncias cuando sufro acoso”), calificaba a los agentes que esperaban junto a su puerta de “idiotas” y les invitaba a intentar entrar en la propiedad por la fuerza, apelando de paso al movimiento Black Lives Matters, que denuncia la brutalidad policial contra los jóvenes de piel negra.

Particularmente inquietante resulta el núcleo duro de sus seguidoras, las Team Breeze. Es un ejército de tuiteras fanáticas que en las últimas semanas ha amenazado de muerte a rivales y detractores de Brown

Horas más tarde, mientras Brown era interrogado en una comisaría cercana (de la que saldría muy poco después tras pagar una fianza de 250.000 dólares), las redes se convertían en un desconcertante hervidero de mensajes de solidaridad con el artista y de insultos y amenazas de muerte a la autora de la denuncia, Baylee Curran, a la que algunos se referían como “esa zorra ladrona y oportunista”. Y sí, muchos de los se apuntaron tanto a defender al rapero como a denigrar a la modelo aprovecharon también para hacer lo que les había pedido Brown poco antes: descargar su single y comprar su álbum. Es más, el 31 de agosto, el abogado de Brown, Mark Geragos, hizo público un comunicado en el que agradecía las muestras de apoyo recibidas y anunciaba que su defendido había aprovechado las horas de arresto para escribir una canción en la que explica su propia versión de los hechos. Seguro que será un éxito.

Sin embargo, esta última (y confusa) travesura de famoso descarriado podría costarle a Brown una condena de hasta un año de cárcel. El artista nacido en Tappahanock, Virginia, en 1989, no puede permitirse más pasos en falso: ya tiene una larga lista de antecedentes policiales, empezando por los cinco años de libertad vigilada a que le condenaron por agredir a su novia, la cantante barbadense Rihanna, en febrero de 2009. Otras denucias recientes incluyen un total de cuatro altercados más o menos violentos con fans, tres de ellas mujeres.

El músico posa con su hija Royalty en la portada del disco que tituló con el nombre de la niña.
El músico posa con su hija Royalty en la portada del disco que tituló con el nombre de la niña.

Entre los incidentes sin consecuencias penales, destacan la batalla legal por Royalty Brown, la hija de dos años que tuvo con la modelo Nia Guzmán y cuya custodia compartida consiguió hace unos meses, a pesar de sus antecedentes, o los millonarios destrozos que causó este verano en una mansión de Ibiza que había alquilado para pasar unos días de vacaciones con un grupo de amigos.

En una entrevista reciente, Brown parecía atribuir su propensión a meterse en líos a que tuvo “una infancia difícil”. Crecido en una comunidad rural del norte del estado de Virginia, hijo de una directora de guardería y de un funcionario de un centro de retención de menores, el futuro rapero cantó en el coro de la iglesia y participó desde muy niño en concursos de talentos, casi siempre como imitador de su ídolo de infancia, Michael Jackson. Sus problemas empezaron tras el divorcio de sus padres, cuando su madre se embarcó en una relación sentimental con un hombre que la maltrataba y que convivió con la familia durante dos años. Brown recuerda ahora aquel periodo, entre sus 12 y sus 14 años, como el peor de su vida y el origen de los problemas de ansiedad y agresividad incontrolada que viene sufriendo desde entonces.

Karen Post, bloguera experta en marketing, nos cuenta su opinión sobre el músico: “Chris Brown recurre por sistema a una mezcla muy eficaz de victimismo y arrogancia cuando se mete en problemas. Se declara víctima del racismo, de la mala voluntad ajena o de la mala suerte. Y si nada de eso funciona, siempre le queda la vieja excusa de Justin Bieber, él ‘ustedes no saben lo duro que es ser famoso”. Estas estrategias le permiten generar complicidades, cultivar un cierto malditismo y, según analiza Post, consolidar una imagen de marca que le ha propulsado “mucho más allá de donde la calidad de su música podía llevarle”.

La modelo Baylee Curran ha presentado una denuncia contra Brown por amenazas y conato de agresión con arma.
La modelo Baylee Curran ha presentado una denuncia contra Brown por amenazas y conato de agresión con arma.Instagram

De ahí que fuese triple platino (casi dos millones de ejemplares) muy poco después de agredir a Rihanna cuando ambos eran pareja. Él tenía 19 años. Ella, 20. Chris Brown explica en el documental de inminente estreno Welcome to my life como se sintió tras propinar a la que era su novia una brutal paliza en circunstancias que nunca se han aclarado del todo. Asegura que, después de la agresión, se miraba en el espejo y veía en él “a un puto monstruo”. Que pensó en suicidarse, que dejó de comer y de dormir y solo encontraba consuelo en las drogas. Que cobró conciencia de haber perdido para siempre su estatus de “niño mimado de América” y llegó a pensar que nunca podría reemprender una carrera artística con posibilidades de éxito. En su acto de contricción ante el tribunal que le juzgó y ante su víctima, Brown alegó sufrir “brotes de ira incontrolable” atribuibles a un trastorno bipolar que las drogas y el alcohol habrían agravado. La condena del tribunal fue relativamente benigna. Y Rihanna le acabó perdonando. Incluso llegó a reeprender su relación sentimental con él por un corto periodo entre 2012 y 2013, lo que sirvió a Brown para que le retiren la prohibición de acudir a la ceremonia de los premios Grammy.

Con Rihanna mantuvo una tormentosa relación que acabó en los juzgados tras la denuncia por malos tratos que interpuso la cantante. En 2012, ella decidió perdonarle, pero poco después terminaron definitivamente.
Con Rihanna mantuvo una tormentosa relación que acabó en los juzgados tras la denuncia por malos tratos que interpuso la cantante. En 2012, ella decidió perdonarle, pero poco después terminaron definitivamente.Getty

En sus años de relativo ostracismo, entre 2009 y 2012, Brown editó tres álbums, Graffitti, F.A.M.E. y Fortune, que le consolidaron entre la élite comercial del hip hop y el R & B, gracias en parte a duetos con artistas de primerísimo nivel, como Lil Wayne, Juelz Santana o Nicki Minaj. Colegas de profesión que le echaron un generoso capote cuando más parecía necesitarlo y se negaron a tratarlo como un apestado. Minaj llegó a decir de él que todo ser humano tiene derecho a redimirse y que no es justo pedirle a nadie que pague “un precio excesivo” por sus errores. La rapera de Trinidad y Tobago incluso trató de terciar entre Brown y el rapero canadiense Drake después de que ambos tuviesen un violento enfrentamiento en un club de Nueva York en 2012. También Brown y Drake, por cierto, acabaron reconciliándose y llegando a un acuerdo amistoso para trabajar juntos tras encontrarse por casualidad en Las Vegas, charlar un rato y constatar que sus diferencias tampoco eran para tanto. “La mala sangre entre nosotros ha quedado atrás”, declaró Drake por entonces.

Si la de Estados Unidos es una historia de redenciones en cadena, como decía el escritor Francis Scott Fitzgerald, pocos héroes resultan tan estadounidenses como Chris Brown, que lleva toda la vida cayendo y redimiéndose. Y se redime porque, por mucho que caiga, siempre aterriza sobre el sólido colchón que le proporcionan sus incondicionales. 17 millones de seguidores en Twitter tienen la culpa.

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