Javier Cenarro, el cartógrafo de las estrellas
EL ASTRÓNOMO Javier Cenarro, de 42 años, recorre cada semana una estrecha carretera de montaña en la sierra de Javalambre (Teruel). En el ascenso al Pico del Buitre, a 2.000 metros, van desapareciendo los árboles. Hay manchas de vegetación aquí y allá en un paisaje pelado. En el último pueblo antes de la cumbre se lee: “Arcos de las Salinas. Las estrellas a su alcance”. En la cima brillan las cúpulas plateadas del observatorio astrofísico. Aquí, en este lugar remoto, ultiman la puesta a punto del T250, el único telescopio de Europa específicamente concebido para observar la energía oscura. Con su ayuda, un centenar largo de investigadores pretenden construir un mapa sin precedentes que abarque una quinta parte del universo visible desde el hemisferio norte. Una cartografía en 3D que alcance unos 500 millones de objetos, algunos a una distancia que permite ver el pasado del espacio, cuando tenía la mitad de edad que ahora.
En Teruel se encuentra el único telescopio de Europa específicamente concebido para observar la energía oscura.
Cenarro se ocupa de que todo esto funcione. Dirige el observatorio, un lugar con aire de antiguo faro y habitaciones para que descansen quienes de noche se encargan de captar imágenes. Está en una zona despoblada y en uno de los mejores puntos del continente para observar el firmamento. Por el número de días despejados, la transparencia del cielo y la ausencia de vapor y polvo. “Equiparable al de Hawái o La Palma”, según Cenarro.
Además de ser investigador en el Centro de Estudios de Física del Cosmos de Aragón, su misión consiste en preparar los telescopios y el centro de datos para captar las imágenes que, como un mosaico, irán conformando ese mapa. En otoño se instalará una cámara con un gigantesco campo de visión y gran resolución. Durante siete años, será el responsable junto a su equipo de atrapar una descomunal muestra del espacio que servirá a varias investigaciones científicas; entre ellas, la que da sentido a la idea de hacer un cartografiado: conocer algo más de la energía oscura. “Ocupa el 70% del cosmos y es la responsable de que el universo se expanda de un modo cada vez más acelerado, pero nadie sabe qué es físicamente”, explica.
La idea es estudiar la geometría del universo y ver cómo se distribuye la materia visible (galaxias, planetas…) para deducir dónde está la energía oscura. “Es como cuando ves luces en el mar por la noche. Puedes saber que ahí hay barcos y mar”, ejemplifica. Se encarga de la primera fase de un proyecto fraguado con universidades brasileñas y es miembro de un equipo de 150 personas que esperan datos para sus trabajos a ambos lados del Atlántico. “Aún no sabemos qué vamos a captar. Tomaremos imágenes de lo que esperamos y de lo que no”.
Después de formarse y trabajar en Madrid, Tenerife, California y Florida, Cenarro, que es de Zaragoza, no había pensado en Teruel como destino profesional. Cada día recibe un informe sobre lo ocurrido la noche anterior. Está pendiente de reparaciones, reuniones, de aspectos técnicos de los telescopios y de las investigaciones científicas en marcha.
Su rutina tiene más que ver con imágenes grises que llegan del telescopio a la pantallas de ordenador –así son antes de ser calibradas y convertirse en hipnóticas fotos de nebulosas o planetas de colores– que con pasarse el día mirando el cielo, que era como se imaginaba el trabajo de astrónomo de pequeño, cuando en verano se sentaba en una hamaca a ver las estrellas. Pero mantiene la fascinación por observar y dirige un espacio para la investigación: “Con esos datos, espero conocer el contenido estelar de las galaxias y cómo ha variado a lo largo de la historia del universo”.
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