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El remedio prehispánico contra la desnutrición en Perú La técnica de charqui de vísceras de sangre, que se practicaba en tiempos ancestrales, se había perdido y las familias sólo consumían algunas de ellas frescas La anemia se debe principalmente a la falta de alimentos ricos en hierro, un elemento que proporcionan fundamentalmente los productos de origen animal. La dieta de los niños de Yanapampa, como en la mayoría de los Andes, está basada fundamentalmente en la papa, el maíz, el trigo, algunas legumbres y verduras. Tras una labor “antropología del rescate” en el que investigadores de la ONG convivieron con familias de la zona, descubrieron que algunas mujeres todavía practicaban un método ancestral de deshidratación de las vísceras de los animales y de la sangre de los animales que sacrificaban para el autoconsumo. Para deshidratar la sangre, primero le daban un hervor, como muestra la imagen, y luego la salaban y la colocaban al sol. El charqui de carne, como el que muestra Marlene en la imagen, es algo habitual en los Andes, donde la mayoría de las casas en las zonas rurales carecen de frigorífico, para poder conservarla durante varios días. Sin embargo, el charqui de vísceras como el hígado, el bofe (el pulmón de la vaca), del bazo y de la sangrecita, se había perdido y ya casi nadie lo practicaba, pese a que estas partes de los animales tienen una mayor concentración de hierro. Una abuela de Yanapampa le da a su nieta chanfainita, un plato típico de la zona cuyos ingredientes principales son la patata, la zanahoria y el bofe. Antes las familias de la localidad consumían el bofe inmediatamente después de la matanza y alguna hacían lo mismo con la sangrecita, aunque muchas directamente la tiraban. Ahora, con el charqui de vísceras pueden guardarlos varios días y dárselo a sus niños con mayor frecuencia. Una vecina de Yanapampa pone la carne salada al sol para hacer charqui. Gracias al programa ‘Anemia no’ y la recomendaciones de Acción Contra el Hambre, ahora las familias dan más a menudo también este alimento a sus niños. Los niños con anemia son más inactivos, más propensos a contraer enfermedades, desarrollan menos la inteligencia y son menos atentos en la escuela, donde están cansados y les cuesta más retener conocimientos. Gracias a los distintos programas para reducirla, las familias de Yanapampa y otras comunidades beneficiadas han comprobado como sus pequeños son ahora más enérgicos e inteligentes. Un niño de Yanapampa come una mazamorra a la que su madre ha añadido harina de sangrecita. El programa ‘Anemia no’ ha enseñado a las madres a moler el charqui de sangre, de forma que pueden añadirlo a desayunos y dulces, como la mazamorra, un postre hecho con leche, canela y calabaza, y les resulta más fácil que sus hijos lo consuman con frecuencia. El programa también incluyó la construcción de unas básicas secadoras, en cuyo interior colocan las vísceras y la sangre a deshidratar fuera del alcance de los mosquitos y otros insectos. Acción Contra el Hambre trabajó en coordinación con otros programas de combate a la anemia y a la desnutrición infantil y con los servicios estatales de salud y elaboró documentos visuales y con explicaciones en quechua, el idioma de la zona, para explicar a las familias en qué consiste la anemia, cómo afecta a sus hijos y qué medidas deben tomar para evitarla. Una de las medidas fundamentales es el fomento de buenos hábitos de higiene, como el lavado de manos, ya que la parasitosis y otras enfermedades que pueden contraer por una mala higiene contribuyen a unos mayores índices de anemia. Algunos de los beneficiarios de los programas contra la anemia colocan carteles en sus casas para recordar a todos los miembros de la familia que antes de tocar los alimentos hay que lavarse. Otra de las medidas difundidas por los programas contra la anemia son las cocinas mejoradas, que incluyen chimeneas para evitar que se llenen de humo al cocinar y aumenten las enfermedades respiratorias de los niños, la construcción de corrales para que gallinas y cuyes (un roedor andino muy apreciado por su carne) no anden sueltos por ellas y la elaboración de alacenas como la de la imagen para almacenar los alimentos de una forma higiénica. Victoria Cárdenas y otras mujeres participantes en el programa dan charlas a otras madres de la zona para difundir el consumo del charqui de vísceras y la sangrecita. Gracias a esta y otras medidas impulsadas por la cooperación y los servicios de salud, la anemia ha bajado en esta zona de 74,3% a 62,1%. Aunque, según Henry Torres, coordinador de Acción Contra el Hambre, en las familias que han desarrollado la práctica de la deshidratación de las vísceras “es un poco más notoria la disminución”.