Once dimensiones
Ya no podemos definirnos políticamente en torno al eje vetusto de la izquierda y la derecha
Si hoy es jueves, David Trueba habrá visto dos veces la última de Woody Allen, Mariano Rajoy habrá cosechado una cucurbitácea y el mes de agosto se habrá acabado de una vez, todo lo cual me da pie para exponer un asunto de gran profundidad que me gustaría, ocioso lector, someter a tu escrutinio.
Yo era de izquierdas hasta que un vicepresidente colombiano —en los días felices en que aún no lo habían nombrado— me sacó de mi error. Me enseñó un test, que habría sacado de sabe Dios qué sitio de Internet, que definía tus coordenadas políticas no ya en el eje secular de izquierda a derecha, sino también en otro eje, seguramente milenario, que va del autoritarismo al liberalismo. Desde entonces tengo que definirme como un izquierdista liberal, o no sé si decir libertario, o libertino, porque liberal es una noble palabra manchada por el abuso. En este mapa bidimensional, izquierdista liberal no quiere decir centrista: tú puedes ser tan de izquierdas como Trotski y tan liberal como Adam Smith, pues esos dos ejes son independientes, como el eje Norte-Sur y el eje Este-Oeste, que es lo que quiere decir que estén en dos dimensiones distintas.
Todos los analistas han reconocido que la política actual ha añadido una nueva dimensión al eje vetusto de la izquierda y la derecha, la dimensión de los nuevos y los viejos partidos, pero ninguno ha percibido que esta no es la segunda dimensión de la política, porque la segunda ya era la del vicepresidente colombiano: el eje de lo autoritario a lo liberal. El eje que va de los viejos a los nuevos partidos supone, por tanto, la tercera dimensión de la política. Ya no estamos en un plano, sino en un espacio tridimensional (imagínense un cubo o un tetraedro), justo como el espacio en el que vivimos, que tiene tres dimensiones en el espacio: izquierda-derecha, delante-atrás y abajo-arriba. Es lo que haces para dar tu dirección: dar calle, número y piso. Tres ejes, tres dimensiones.
Y, pese a las esperanzas candorosas de los políticos, la cosa no se va a acabar ahí. Tomen el nacionalismo, por ejemplo. Hay nacionalistas de izquierdas y de derechas, autoritarios y liberales, jóvenes y fósiles. Eso quiere decir que el del nacionalismo-internacionalismo es un nuevo eje, una cuarta dimensión de la política que debería tener en cuenta cualquier observador que pretenda entender algo. Añadamos los ejes ateo-religioso, pragmático-soñador, ecologista-depredador y otra media docena que se le ocurra al ocioso lector y alcanzaremos de dos patadas un espacio de 11 dimensiones, como el que propone la teoría de cuerdas de la Física teórica. Estudiadlo.
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