‘Mundo’ zapatillas
Ya le habían explicado a Emilio Escribano que empezarían el rodaje de la película por una de las últimas secuencias. Él sabía de sobra que esto no era inusual, pero irremediablemente se acordó de su madre y de una de sus frases: "Empezar la casa por el tejado", y comenzó a escribirle una carta mental.
"Querida madre:
Tu hijo está haciendo sus sueños realidad: voy a rodar mi primera película como protagonista junto a mi humorista favorito, el gran Ramón Gómez. Sí, madre, sí, ¡como lo oyes! Ya le he conocido y es muy simpático, aunque con un punto raro ¡ya sabes, madre, cómo somos los artistas! Me ha dicho que me admira mucho. ¡A MÍ! Y que represento el nuevo humor manchego. También me ha preguntado cuánto cobro. Se lo he dicho y le he preguntado cuánto cobra él, a lo que me ha respondido que él no habla nunca de dinero, JA, JA, JA, ¡es de traca mora! En fin, tengo que dejarte, que viene el ayudante de dirección. Ya se ha presentado antes, se llama Pablo y es sopas como el tío Enrique.
Pablo comenzó a explicarle en qué consistía la escena y efectivamente pronunciaba eses al final de casi todas las palabras.
—Buenos Emilios, vamos a rodar cuandos le confiesas a tu tíos porques has huidos de la bodas. A ver qué te dice el dires pero tendrías que estar contenidos porque es un momentos dramáticos.
—Bueno, lo mío es la comedia, pero ahora me pongo en modo drama.
Pablo se giró y la broma rebotó en su cogote.
—Emilio, tienes que ir a vestirte —le dijo Laia, la chica de producción—. Emilio continuó con su carta mental.
"Esta es Laia, madre. Es la chica que en todo momento me dice adónde ir y qué hacer, es como mi sombra. (Si la vieras, tiene pelos en los sobacos). Ahora me está acompañando a que me cambie de ropa. A ver qué me ponen, espero salir guapo, porque antes he visto a Ramón Gómez cabreado como un mono porque por lo visto el esmoquin le venía grande, y la verdad, como tú dices, 'El difunto era mayor'. No lo parece en la tele, pero es chaparro, como el abuelo Robustiano. ¿Se acuerda, madre, lo que le dijo a la abuela, siendo novios, cuando esta le espetó que era muy bajo para ella? ¡En la cama nos igualamos! Ja, ja, ja, ¡qué chocante era el abuelo".
—Bueno, Emilio —dijo Laia interrumpiendo por un momento el hilo de sus pensamientos—. Te dejo. Cuando estés listo vas al set de rodaje.
Emilio entró en el vestuario y vio una chica de espaldas, agachada, doblando una camisa.
—Hola, soy Emilio, me ha dicho Laia que me tengo que cambiar.
"Me ha dicho que me admira mucho. Y que represento el nuevo humor manchego"
Cuando se volvió, lo que le llamó la atención es que tenía el pelo azul y dilataciones en las orejas. No pudo evitar explicar a su madre lo que veía...
"Sí, madre, sí, es que aquí es que la gente es muy moderna: el pelo color pitufo y en los lóbulos de las orejas unos aros con los que podrías colgar la cortina de la ducha".
—Hola, Emilio. Aquí tienes el mundo esmoquin. Para ti he pensado uno más desenfadado que el de Ramón..., que podría ser este que tiene la chaqueta color azul, con el mundo solapas en negro y combinarlo con el mundo camisa estampada sin pajarita...
"TRES MUNDOS llevamos, madre".
—Me parece bien —le dijo—. ¿Y los zapatos?
—He pensado que mejor que el mundo zapatos, siguiendo con el rollo más informal, mundo zapatillas. Están ahí.
"En total CINCO MUNDOS, madre".
Emilio se vistió con todo lo que la muchacha le había propuesto y se miró en el espejo. Estaba satisfecho con la imagen...
"Me queda como un guante, madre, voy hecho un pincel. Para que se haga una idea, el traje es como el que me puse para la comunión de Carlota, pero más moderno. Además, creo que comparado con Ramón voy a quedar de maravilla, ja, ja, ja...".
—Perdona —preguntó Emilio—. ¿Las zapatillas, dónde me dijiste que están?
—Ahí —dijo la chica de pelo azul mientras salía cargada con un montón de ropa perchada—.
"Uh..., qué zapatillas mas extrañas, madre. Tienen mucha suela y como un peralte dentro... hostia, qué raras son (perdone el taco, madre)".
Cuando se las calzó, a duras penas pudo llegar al set. Sentado en un sillón, vio a Ramón negando con la cabeza y pensó que era un buen momento para el compadreo.
—Te quejas de tu esmoquin, Ramón —le gritó mientras se acercaba con andares trapisondos—, pues mira qué zapatillas más ridículas me han puesto a MÍ.
"¡Ay, madre! Que las zapatillas son suyas. Mundo zapatillas para bajitos...".
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