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CLAVES
Columna
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Luis, el emprendedor

Gana 600 euros al mes por 40 horas semanales. Pero puede llegar a mileurista si le echa más de setenta

Víctor Lapuente
Una furgoneta de reparto, en Londres.
Una furgoneta de reparto, en Londres. LIONEL DERIMAIS

Mi emprendedor favorito se llama Luis. Como los más grandes, no se deja ver en los medios de comunicación alardeando de sus virtudes. Me llevó a Barajas en una furgoneta de transporte privado que le va niquelada.Gana 600 euros al mes por 40 horas semanales. Pero puede llegar a mileurista si le echa más de setenta. Además, le suelen respetar el mismo día de descanso. Laborable, porque el fin de semana va a destajo.

Con una sonrisa que ya la quisiera para sí Sergio Ramos tras meter un penalti, Luis narra su primer día en la empresa. “Con dos hijos y el paro a punto de acabarse, sentía que era ahora o nunca… Estaba tan nervioso que no comí nada”. Pero templó los nervios. Resistió una extenuante prórroga de servicios que se dilató hasta bien entrada la madrugada. Y consiguió su puesto.

Lo que más le duele es que, con sus horarios interminables e impredecibles, apenas ve a sus hijos. Pero, con una resignación cristiana que ya la querría para sí algún obispo moralista, lo entiende. “Bueno, ya están medio criados”. Además, su mujer tiene suerte. Limpia un centro escolar y la despiden todos los veranos porque “no le pueden pagar las vacaciones”. Pero la vuelven a contratar. Y, así, ocho años seguidos.

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Luis lo pasó peor en su penúltimo trabajo. Cuando, para cobrar 850 euros, trabajaba 260 horas al mes. Repartidas de manera caprichosa a lo largo del día o de la noche. Pero, con una resiliencia que ya la querría para sí el creador de una start-up buscando inversores en capital riesgo, se tragó el orgullo en numerosas ocasiones para solicitarle al jefe unas horas que menguaban mes a mes. Hasta que tiró la toalla porque no le daba para la gasolina.

En la campaña de Navidad trabajó en negro repartiendo a domicilio en su propio coche, a razón de 1,20 euros por paquete entregado en mano. Como no tenía renos voladores sino un viejo turismo, acabó también dimitiendo de Papá Noel.

Mientras llegamos al aeropuerto, me pregunto cómo es posible que un país maltrate así a caracteres tan emprendedores.

Luis aparca en un hueco diminuto. “¿Ves? ¡Si es que me va niquelada!”.

@VictorLapuente

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