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La tradición ancestral de Gaillac

Leandre Escorsell

LA SAGA vitícola de los Plageoles franceses arranca en 1805 pero hunde sus raíces en la Galia romana. Trabajan con las uvas de la tierra (mauzac y ondenc entre las blancas) y buscan transmitir los aromas, sabores y tradiciones de Gaillac con la mínima intervención en la tierra y en la bodega. Sus burbujas ancestrales han pasado años en la botella con sus lías. En su memoria se conserva la huella del azúcar del mosto. El resto es deseo de llegar a la complejidad con la sencillez del que sabe qué hace: noches de verano con olor de pólvora y de cerillas Garibaldi en las manos. La puerta de la panadería siempre está abierta: diálogo bajo las estrellas entre el calor que sale y el fresco que entra. Olor de masa madre, crujiente de limón, textura de algodón. Hay ramos de camomila seca en el alféizar de la ventana.

Ficha técnica. Los Plageoles hacen burbujas de uva mauzac con el método gaillacoise (para nosotros, “ancestral”). El vino entra en la botella con azúcares, sin completar su fermentación y allí la termina. El gas carbónico permanece en la botella con las levaduras y sin degüelle. Años de reposo le dan complejidad y finura. Precio: 16,90 euros.

Sensaciones. Es un espumoso que dibuja un rompecabezas goloso: el clafoutis (tarta) de pera francés encaja con una kasutera (bizcocho) de artemisa japonesa y esta con las galletas de jengibre inglesas.

A través del cristal. Sobre una tabla de mármol de Habitat, de izquierda a derecha, copas de Zwiesel, Spiegelau, Eisch y Orrefors Sweden, las tres últimas para Riera.

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