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MIRADOR
Columna
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Grandeza

Puigdemont y los suyos tienen que definirse sobre un personaje tan importante en la historia como Domingo Batet

Jorge M. Reverte
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante una rueda de prensa el pasado mes de julio.
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante una rueda de prensa el pasado mes de julio.Andreu Dalmau (EFE)

Carles Puigdemont, president de la Generalitat, ha emprendido un camino que tiene difícil retorno, como es el de querer ser el president de la República catalana. De ese viaje solo se sale investido de ridículo como su antecesor, Artur Mas, del que nunca olvidaremos la sonrisita mientras un entregado público abucheaba al Rey y al himno español, o navegando en la gloria, como un inédito héroe capaz de conducir a la mitad del pueblo catalán a la independencia.

Muchas cosas le quedan a Puigdemont por el camino, y muchas de ellas ligadas a los símbolos y a la memoria; en algunos casos, a la historia.

Por ejemplo, aprovechando el Brexit podía el president realizar ya las gestiones oportunas para conmemorar la participación de las tropas catalanas en la toma de Gibraltar en 1704. Eso encajaría muy bien con la nueva política británica después de la salida de Europa, y con la política de defensa apenas esbozada de la posible Cataluña independiente. Felip Puig dejó algunas meditaciones antes de abandonar su puesto de consejero de Interior. En su etapa se habló, por ejemplo, de cómo se desplegarían las tropas virtuales de Cataluña, para luchar en forma de guerrilla en defensa de su territorio. Pero también se habló de algo que podría interesar mucho más a Reino Unido, y es la posibilidad de que Cataluña tuviera un submarino para defender sus aguas, y quizás el tráfico británico de una posible amenaza española sobre Gibraltar.

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También en el apartado de los puros símbolos, Puigdemont y los suyos tienen que definirse sobre un personaje tan importante en la historia militar española como Domingo Batet.

Batet desarboló el intento ilegal de Lluís Companys de proclamar la República catalana, con un manifiesto rotundamente democrático y de defensa del orden constitucional. Su acción fue ejemplar por lo comedido de su recurso a la fuerza, tan comedido que no causó ninguna herida a un tipo tan canalla como Escofet o, sus sicarios, los hermanos Badía.

Batet fue fusilado por Franco en 1937 por haber hecho lo mismo con su golpe: defender la legalidad republicana española.

Domingo Batet fue un hombre absolutamente consecuente con su deber y su juramento. Y todavía no tiene un monumento en Barcelona que reconozca sus valores. Batet haría lo mismo ahora que entonces: defender la Constitución. Por eso, los franquistas le volverían a fusilar.

Yo creo que Puigdemont debería hacer alguna valoración de Batet, de su acción, y decirnos si él mandaría castigar a un hombre como Batet, tan encasquillado en la defensa de la legalidad que ampara al Estatut.

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