_
_
_
_
_

Natalia Lafourcade: “México tiene las raíces enfermas”

Jan Martínez Ahrens

E S UN CINE hipster de Ciudad de México. Son las diez de la mañana y está cerrado al público. Afuera, el sol aplasta la calle; dentro reina una agradable penumbra. Ahí aguarda Natalia Lafourcade. Sentada, maquillada, tranquila. Lista para la entrevista. Durante la conversación, como en sus canciones, es directa, pero no permite el azar. Le gusta pensar las respuestas y, si la pregunta lleva peligro, juguetea con el silencio y luego, mirando al infinito, contesta como quien deja caer un collar de perlas. La artista mexicana, de 32 años, es consciente de que vive su momento de gloria. Su último disco, Hasta la raíz, ha barrido en Latinoamérica y elevado a esta mujer menuda y de sonrisa fácil al universo de las estrellas. Hay quien ve en ella el relevo de Julieta Venegas. Otros van más allá y la idolatran como una compositora total, la explosiva simbiosis entre el pasado y el presente de México. Pero, entre tanto aplauso, también corre la especie de que Lafourcade ya no es Lafourcade. Que la princesa indie de antaño, la musa precoz y rebelde, ha entrado en otra dimensión.

Se ha dicho que el estrellato la ha engullido, que ya no está en la independencia, que al ser tan famosa se alejó de sus primeros seguidores. Mira, yo quiero crecer. Te voy a contar una cosa: me gusta cuestionarme a mí misma, lanzarme preguntitas solo para mí. Y una vez me pregunté: ¿me quiero quedar independiente o quiero crecer y ser popular? Y tuve que ser muy honesta conmigo. ¿Ser independiente y vivir frustrada? ¿O crecer y asumir lo que el crecimiento implica? Y decidí crecer. Esa fue mi decisión. Me dije: ¿por qué no abrir los brazos? Me puse contra el rincón y decidí compartir mi arte, lo que hago, para los que quieran estar ahí. Si son 500, bien, y si son muchos más, ¡qué mejor!

Lafourcade ha soltado las perlas. Saltan al aire junto a una mirada franca y una cicatriz que baila sobre su ceja izquierda. Un rayo limpio y vertical que reafirma sus palabras.

¿Sufre con la fama? Los altibajos son duros. Pero ahora vivo el éxito de una manera muy distinta a la primera vez.

"una vez me pregunté: ¿ser independiente y vivir frustrada? ¿o crecer y asumir lo que implica? fui honesta conmigo. Decidí crecer. Si son 500, bien, y si son más, ¡mejor!".

Era una adolescente. Sí, y fue muy difícil entender que el éxito es un juego, que hay que manejarlo y atravesarlo. Valoro muchísimo este momento, porque pasé largo tiempo tratando de encontrar lo que quería hacer. En ese recorrido salieron cosas que me encantan como Las 4 estaciones del amor, un disco incomprendido, pero que me ayudó a que se empezara a pensar en mí como músico, no como artista pop. Tomé después la decisión de conectarme con México e hice Homenaje a Agustín Lara, y finalmente vino la búsqueda de quién es Natalia, la honesta, sin conceptos ni máscaras.

¿Y quién es? La que ahora soy. Con el proyecto y las letras que tengo. Es una Natalia mucho más preocupada por conectar con sus emociones y sentimientos. Y que sigue en la búsqueda. Me gustaría crecer como artista, puedo dejar muchas canciones a México y al tiempo.

¿No hay mucho de pose, de falsedad en esas búsquedas? Todos pasamos por lugares poblados de fantasmas. Conforme avanzas, aumenta el peligro de la presión. Te preguntas: ¿y ahora qué vas a hacer? ¿Cómo vas a superar tu éxito? ¿Y ahora con quién vas a colaborar? Siento el riesgo constante de que ese fantasma me abrace y me confunda. Soy fuerte, pero ya me ha pasado: he tratado de ser yo siendo otros artistas. Y eso es falso.

¿Cómo fue? Pues tratas de imitar. Posiblemente es parte de la búsqueda. Pero ahora me pregunto si en la música estoy yo o no, si es un ideal de mí o mi yo verdadero lo que hay ahí. Ese es mi vaivén.

Y ahora convive con su “yo verdadero”. Soy auténtica con mi momento, me siento muy cómoda y en mi lugar. Pero sigo buscando la incomodidad para crecer, para reinventarme. Sé que tengo que empujarme a lugares raros y diferentes. No quiero quedarme en el mismo sitio.

¿Siente claridad en lo que quiere? Soy una Natalia muy definida en lo que amo. Estoy totalmente convencida de que lo mío es la música, compartir para dar. Puede que luego experimente, me llama la danza, el teatro, el cine…, pero ahora me encuentro bastante definida.

La cantante y compositora Natalia Lafourcade (México, 1984) posa en el Cine Tonalá de la colonia Roma en la ciudad de México.

Musicalmente, ¿cómo se define? [Largo silencio]. Soy una mujer al servicio de la música.

¿Y personalmente? Hiperactiva. Siempre pienso en qué viene después.

¿Y políticamente? Mi postura está muy al límite. Me pregunto qué soy y qué legado quiero dejar. Siempre me cuestiono si estamos trabajando lo suficiente para ser buenos en este lugar de paso. Esa es mi postura política. Y trato de compartir esa conciencia.

¿Eso es ser de izquierdas? ¿Tú lo crees?

Suena, pero no lo tengo claro. No me considero ni de izquierdas ni de derechas. Mi postura va más con el equilibrio. Todo tiene algo bueno, pero hay que encontrar el equilibrio.

Apoyó movimientos estudiantiles como YoSoy132, contrarios al presidente, Enrique Peña Nieto. ¿Lo mantiene? Hay cosas que van en contra de mi búsqueda. Lo mejor que sé hacer es música. No me siento con madurez política para involucrarme más; no me siento con esa inteligencia.

¿Y cómo ve México ahora? Me ocasiona mucha tristeza, frustración, impotencia. Siento que es un país hermoso, rico y poderoso, con un peso increíble por su gente y sus sueños; un país que reúne todas las posibilidades para vivir bien y donde hay un despertar de la conciencia. Pero ahora está enfermo, tiene sus raíces enfermas, hay muchos enfermos de poder, de ambición, de riqueza.

"México es un país hermoso, rico y poderoso. Con muchos problemas y sin la capacidad para resolverlos. Me duele. Están pasando cosas terribles".

Cuando viaja al extranjero, ¿no le duele lo que se piensa de México? Se siente horrible. Te apena que no se vea nuestra forma de ser. Pero lo que más me duele, más allá de lo que piensen y lo que digan, es que dentro de casa realmente están pasando cosas terribles. Como país, tenemos muchos problemas que resolver y no la capacidad de hacerlo.

¿Lleva bien las críticas? Ufff… Soy tan criticona conmigo misma… Soy la peor. Pero tampoco busco mucho las críticas. Trato de llevarlas con calma y con equilibrio.

¿Y está preparada para el fracaso? En ciertos momentos he nadado en la sensación del fracaso. Pero es una percepción.

Pero si la sala donde actúa está vacía, es algo más que una percepción. Pero no me afecta. Antes tal vez sí. No me subo a un escenario para verlo lleno, eso no me importa, por supuesto que es hermoso si haces un pleno. Pero si hay 10 personas, para mí son importantes.

¿Qué significa para usted Julieta Venegas? Cuando tenía 14 años, me escapaba de la escuela para verla. Me inspiraba como músico y como mujer, era una figura que sentía que podía alcanzar. Admiraba a muchas, a PJ Harvey, Björk, Fiona Apple, Billie Holiday…, pero todas ellas me eran lejanas; Julieta Venegas no. Yo me decía que podía hacer algo como ella en México, componer mis propias canciones, dar un concierto… Se convirtió en una influencia muy fuerte para mí.

¿Más influencias? Desde Nina Simone hasta Toña la Negra, Violeta Parra y La Lupe. Ese tipo de mujeres se han convertido en una fuente de inspiración.

Todas poderosas. Ninguna es suavecita.

¿Qué le cuesta más, la letra o la música? Se me ocurren melodías con mucha facilidad, lo que me cuesta es manchar la letra con la melodía. Soy lenta hasta que llega la luz, esos 15 o 20 minutos mágicos, alcanzar ese punto puede tardar días y hasta meses. Hay que buscarlo, buscarlo, buscarlo. Pero cuando te ataca, de repente te encuentras terminando una canción.

¿Y cómo sabe que la canción está acabada? Hay algunas más poderosas, que tienen vida propia y te lo indican. Otras, si las dejas respirar unos dos días, percibes que son flojitas. Hay que estar sensible al momento en que la canción te dice: “Ya estoy lista, ahora sí”.

Hasta la raíz, su último disco, ¿dónde la sitúa? Refuerza mis pilares como artista. Yo quería que fuera un álbum que conectara con el público. Fui muy exigente conmigo, pero deseaba que fuese sencillo, claro, que incluyera a la gente; pretendía ser abierta, conectar con México, con Latinoamérica. Antes de salir no sabía si iba a dar resultado. Y ahora, aunque uno se lo vuelva a proponer, pues…

¿Tiene miedo a no estar a la altura? Por eso digo que es una percepción. Antes de sacar el disco estaba muy nerviosa, hasta que me di cuenta de que el proceso había sido hermoso. Eso es lo importante, que sea hermosa la creación. Si eso ocurre, lo que venga después, aunque sea la muerte, no importa, ya se puede morir una en paz.

Pero si sobrevive, se vuelve más difícil. Ahora es 10 veces más difícil.

Con 32 años, ¿y luchando contra el pasado, tratando de superarlo? Para mí no se trata de superar, sino de disfrutar mis siguientes procesos. Hay que vivir lo nuevo, otro disco, otra experiencia, otro momento. No importa que sea exitoso. Hasta la raíz tomó vida propia. Está fuera de mi control. Yo ya lo solté. Pero es difícil, a veces se me olvida y me pregunto: ¿y ahora qué voy a hacer?

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_