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Tentaciones

10 momentos en los que has vivido en una película de Jean-Pierre Jeunet

No te quedes solo en 'Amélie'. Si quieres ver otra de sus grandes obras, 'Delicatessen', en pantalla grande, regalamos cinco entradas dobles para su proyección este sábado en Cibeles Midnight Movies

Una escena de 'Delicatessen'.
Una escena de 'Delicatessen'.

Jean-Pierre Jeunet ha sido durante años el cineasta francés por excelencia. Él creó Amélie pero, al margen de la película que marcó un antes y un después en el cine galo y en los looks de muchas chicas allá por principios de este milenio, ha tenido otras muchas películas sobresalientes.

Una de ellas es Delicatessen, otra de sus obras cumbres, que ahora tienes la oportunidad de verla en pantalla grande este sábado 6 de agosto en Cibeles Midnight Movies, las sesiones a medianoche del Palacio de Cibeles de Madrid. Sólo tienes que participar en nuestro concurso, al final del artículo, y podrás ser el ganador de una de las cinco entradas dobles. Hasta entonces, nada mejor que recordar el cine de Jean-Pierre Jeunet a través de sus mejores escenas. ¿Quién no se ha sentido identificado con alguna de ellas?

1. Cuando a tu cama le falta 3 en 1 (Delicatessen)

Qué sería una noche de verano sin una de esas camas cuyos muelles resuenan en eco, arriba y abajo. Tú, que has ligado, haces el salto del tigre y el soniquete comienza. ¿Cómo parar? Que se aguanten los demás, te dices, acelerando la marcha, no sea que alguno de tus vecinos aporree la pared cortándote la mahonesa. Y es en ese momento, o tal vez, un poco después, celebrando el triunfo con un cigarro, cuando imaginas que, acompasando tu acelerado pulso cardiaco, en la habitación contigua, alguien toca un chelo o sacude una alfombra polvorienta o pinta con ritmo el techo. Pimba, pimba, pimba, cada vez más rápido. El sexo como partitura de la vida; el orgasmo como el acorde apoteósico final. ¡Guau!

2. Cuando te marcas un baile… ambiguo (Delicatessen)

Puedes ser la que tienes unas maracas en las manos y mucho cachondeo en el cuerpo. O puedes ser aquel que te sigue el juego, inventando unos pasos de baile improvisados en el salón. Puedes ser la que marca el ritmo o, simplemente, el que tararea la melodía sin pedir nada a cambio, en una especie de ritual de apareamiento. Pero también puedes ser un tercero, el que mira, la que se asoma por la puerta, deseando participar en tan excitante juego sensual. O, tal vez, hayas sido los tres –el lanzado, el pasota y el tímido– en diferentes momentos de tu vida. ¿Quién no?

3. Cuando intentas ser el más gracioso y acabas llorando (La ciudad de los niños perdidos)

Seas o no “el enano saltarín” –el que la lía parda– siempre habrá un momento en tu vida en el que pretendas ser el centro de la fiesta. Rimarás chistes imposibles, te disfrazarás sin complejos y te vendrás arriba con tal de conseguir el aplauso cómplice. Pero, como es más difícil hacer reír que llorar, tal vez acabes de bajona, escuchando implacables reflexiones de aquellos que mejor te conocen. “No sabía soñar, envejecía al ser infeliz”, se escucha en la película. ¿Quién bien te quiere te hará llorar? ¡Huye!

4. Cuando sueñas con un monstruo (Alien resurrección)

Eso nunca me ha pasado, dices. Pues mejor para ti. Una de las peores pesadillas es ésa en la que buceas, intentando llegar a algún sitio en concreto y sientes el temor de que nunca lo conseguirás. En efecto, un monstruo acecha, como el de Alien o cualquier otro. Te persigue, y resulta que sabe nadar mejor que tú. De nada servirá tener cerca a la implacable Ripley. Harás lo imposible por dirigir tu sueño, pero el bicho te agarrará y ya no te soltará. Y ahí acabará la partida, menos mal, porque los sueños, sueños son. ¡Despierta!

5. Cuando te besan como tú quieres (Amélie)

Chico conoce a chica, pero como ella es Amélie todo será diferente. Da igual que prepares un pastel de ciruelas o vayas a comprar canela. No necesitarás encender el televisor para entender que el amor está al otro lado de la puerta. Como Amélie habrás sentido la urgencia de tomar las riendas de tu vida. Cuando el objeto de deseo está a tu alcance y le besas como si el tiempo se hubiese detenido. Luego te verás correspondido de la misma forma. Todo es perfecto y no necesitas nada más para ser feliz. ¡Oh, l'amour!

6. Cuando te recreas en los detalles (Amélie)

Memorable secuencia en la que Amélie parece leernos la mente. Porque, ¿quién no ha mirado hacia atrás en un cine para deleitarse con las caras de los espectadores? ¿O se ha fijado en una escena, buscando la imperfección? ¿O ha metido la mano en un saco de legumbres? ¿O ha partido con una cucharita el caramelo quemado de una crema catalana? ¿O ha lanzado una piedra que rebote en el agua? ¿O se ha preguntado cuántas parejas estarán teniendo un orgasmo al mismo tiempo? Curiosidad o fruto de la soledad, pero uno de los mayores placeres al fin y al cabo.

7. Cuando el amor se convierte en un juego de seducción (Largo domingo de noviazgo)

Apagas las luces y enciendes una cerilla. Cuando ésta se consume y vuelves a prender la siguiente, ella se ha quitado una prenda y, así, sucesivamente. Es como jugar al strip póker, pero con elegancia y sutileza. A veces, jugando con fuego uno se quema, pero si de por medio ha surgido el flechazo, cualquier picaresca desaparece, dejando paso a una complicidad que se alimenta de una pasión contenida.

8. Cuando te quedas sin palabras para expresar tu amor (Largo domingo de noviazgo)

Le miró. Y no hay más. Mientras el otro está a sus cosas, sin memoria de lo ocurrido, tú no puedes evitar enmudecer y sentir cómo todo tu ser está en perfecta armonía con el mundo, aunque sea por un instante. Ésa es la magia del amor. Sin palabras que puedan expresar lo que sientes, a veces, es suficiente una tierna mirada entre lágrimas de felicidad. No es perfecto, pero no puedes pedir más.

9. Cuando no puedes evitar preguntarte cosas absurdas (Micmacs)

A quien no se la ha ido la olla en un momento de estrés. Como cuando te hacen un TAC, tú que padeces claustrofobia, o como esa otra vez que no podías dormir y tu cerebro se disparó a mil. ¿Son las cebras blancas con rayas negras o al revés? ¿Hay enanos pigmeos, cuánto miden? ¿Por qué se llama CIA y no CAI, o FBI en vez de FIB?... Seguro que acumulas cientos de enigmas que nunca obtendrán respuesta.

10. Cuando tu profesor sabe menos que tú (El extraordinario viaje de T. S. Spivet)

No hace falta ser un niño prodigio como Spivet para reconocerse en este momento en el que el genio se enfrenta a la mediocridad. Quién no ha sufrido a un profesor (cámbiese aquí el sujeto por cualquier otro personaje con cierta autoridad) que pretende llevar la razón aunque sea a costa de negar lo evidente. Llámalo miedo ante el desafío, pánico ante el cambio. El mundo está lleno de personas grises y tú quieres marcar la diferencia. Lástima que no pudieras decirle en todo el jeto todo lo que pensabas de su estupidez y falta de curiosidad. ¿Complejo de superioridad? Odio máximo.

;)

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