La política monetaria se agota
Europa necesita ahora un impulso fiscal agresivo

El Banco Central Europeo (BCE) transmite una calma engañosa. Ayer decidió mantener los tipos de interés y Draghi aseguró con firmeza que la institución mantendría la política monetaria expansiva (compra de deuda pública y privada de hasta 80.000 millones mensuales) en tanto que la inflación de la eurozona no remonte hasta niveles próximos al 2%. Hasta aquí, la serenidad y la confianza en una política monetaria correcta que no goza de las simpatías del Bundesbank (ni de Berlín). Ahora bien, Draghi y sus consejeros saben que esta política, la más conveniente en una etapa de estancamiento (virtual) más deflación (o casi) tiene costes y que, por lo tanto, tendrá que cambiar algún día.
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Esos costes empiezan a apreciarse con cierta virulencia. La banca italiana está literalmente asfixiada por el exceso de morosidad, pero también porque no encuentra alivio en los márgenes del negocio debido a los tipos de interés negativos. El resto de los bancos europeos se encuentra en condiciones similares en lo que respecta a sus márgenes, aunque, lógicamente, con mejores condiciones de morosidad. En todo caso, la situación de la banca europea tenderá a empeorar notablemente si se prolonga la excepcionalidad monetaria y si, además, la economía europea no remonta sus bajas tasas de crecimiento.
De todo esto es consciente el BCE; la firmeza en el quantitative easing tiene que mantenerse, a pesar de que el sistema tiene abundancia de liquidez sin que por ello aumente el volumen de crédito. Pero dos años más de excepcionalidad elevan el riesgo de nuevas crisis bancarias. Por esa razón, entre otras, la política monetaria agresiva debe acompañarse de una política fiscal agresiva: es decir, de un plan de inversión pública en Europa financiado por el BEI o con el respaldo de la deuda que está comprando el BCE. El margen monetario se agota.
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