Sudán del Sur: vieja violencia para un país nuevo
Por Stella Madette, trabajadora humanitaria de Oxfam en Sudán del Sur.El país conmemoró el pasado fin de semana el aniversario de su independencia con un nuevo brote de violencia. Unos días antes, la autora de esta entrada había recogido estos testimonios de crisis previas, valiosos para entender las consecuencias del conflicto en la vida de las personas.
Asunta, madre de dos niños y desplazada interna de Ndisa (Sudán del Sur), delante de su casa.
Helena vive en Wau, en el oeste del estado de Bahr El Ghazal, en Sudán del Sur. No ha podido volver a su pueblo desde que se vio obligada a abandonarlo el pasado año debido a la violencia. Aunque se marchó acompañada de algunos miembros de su familia, otros buscaron refugio en el bosque y, desde entonces, sin medios para comunicarse, Helena no los ha visto ni ha podido hablar con ellos.No es la primera vez que esto ocurre. "Construí la casa en la que vivía con mis propias manos y, ahora, me he visto obligada a abandonarla por segunda vez ", dice. "La primera vez fue en 2012, cuando estalló el conflicto y tuvimos que huir a Wau, donde nos quedamos con algunos familiares durante cuatro meses".
Las antiguas tensiones que enfrentaban a los agricultores locales de Wau con comunidades pastoralistas de áreas cercanas estallaron en conflicto a finales de 2012. Muchos civiles de ambas comunidades murieron y miles se vieron obligados a desplazarse. El conflicto que afectó a Sudán del Sur en 2013 polarizó aún más el enfrentamiento, lo que provocó más combates y la pérdida de más vidas.
"La primera vez que ocurrió se nos advirtió de que el conflicto estallaría. Tuvimos tiempo para prepararnos y coger lo que necesitábamos. Y no quemaron nuestras casas", cuenta Helena. "Pero esta vez, ha sucedido sin previo aviso. Tuvimos que marcharnos rápidamente y sin nada. Sin dinero, sin comida y sin ropa. Saquearon nuestras casas y las quemaron, y destruyeron las cosechas que estábamos a punto de recoger. La primera vez teníamos una casa a la que volver. Ahora no tenemos nada".
Helena es una de las al menos 38.000 personas que, de acuerdo con Human Rights Watch, se ha visto obligada a desplazarse debido a los combates que afectan a la ciudad de Wau y otros pueblos cercanos. Muchas de las personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares son agricultores que dependían de sus tierras para obtener ingresos y de los que, además, los habitantes de Wau dependen para obtener alimentos. Solo en el oeste de Bahr el Ghazal, al menos el 45% de la población no sabe cómo obtendrá su próxima comida, lo que refleja los terribles efectos del conflicto en el área.
"Vine aquí con mis hijos. No teníamos dónde dormir ni dinero. Al huir, lo dejamos todo atrás", dice Asunta, una madre de cuatro hijos que huyó de Ndisa, un pueblo agrícola a unos 30 kilómetros de Wau. "Cuando encontramos mangos los pelamos, los hervimos y mezclamos la carne con harina para comerlos. Si no, buscamos hojas y hierbas que podamos comer. Cada día los precios de las cosas aumentan. Cada día hay una cosa más que no podemos permitirnos".
Augustino es un padre de 12 hijos que ha trabajado la tierra toda su vida. Cultivaba yuca, sorgo y patatas, entre otras cosas. En tiempos de paz, su cosecha era suficiente para alimentar a su familia y obtener ingresos para enviar a sus hijos a la escuela. Aunque su primera casa estaba en el pueblo, decidió construir otra en Wau donde sus hijos pudieran quedarse mientras iban a la escuela allí. Esto era en los buenos tiempos. En 2015 se vio obligado a abandonar su granja debido al conflicto. No tuvo otra opción. Huyó a Wau para mantener a su familia a salvo.
Pero ahora no puede proporcionarle sustento. Cada vez le es más difícil encontrar comida para su familia y sus hijos ya no pueden ir a la escuela. "Vivir en Wau es difícil. Necesitamos dinero para todo. En el pueblo al menos sabía cómo sobrevivir. Podía encontrar comida en el bosque para alimentar a mi familia. Ahora ya no tengo mi granja y no puedo mantener a nadie. La última vez que vi mis tierras fue el 12 de noviembre de 2015. Habían sido quemadas".
"En nuestras comunidades, ninguno somos soldados. Todo lo que queremos hacer es cultivar nuestra tierra, como hemos hecho durante años. Quienquiera que sea responsable de este conflicto debe ponerle fin para que podamos volver a hacerlo. Las guerras deberían ser entre soldados. Pero no están matando a soldados o rebeldes. Nos están matando a nosotros, a campesinos y campesinas. Esto debe parar".
Helena, Asunta y Augustino son algunas de las miles de personas desplazadas de comunidades agrícolas a las que Oxfam proporcionaba herramientas, semillas y formación sobre métodos de cultivo eficientes. Pero, debido a los recientes combates, estas comunidades ya no pueden acceder a sus tierras y resulta difícil localizar a quienes se registraron para recibir ayuda. Oxfam está poniendo de nuevo en marcha el proyecto en nuevas ubicaciones pero, aun así, ya se han perdido dos temporadas de siembra. El camino hacia la recuperación será largo y difícil. Aunque muchas personas han tenido que sobrevivir a un año muy duro, algunas aún se aferran a la esperanza de que las cosas mejoren en los próximos meses. Muchas quieren volver a sus casas y reconstruir lo que se ha perdido.
La capacidad de recuperación de los habitantes de Sudán del Sur seguirá siendo débil hasta que puedan retomar y recuperar sus medios de vida. Para ello, las partes en conflicto que se sumaron al acuerdo de paz de agosto de 2015, deben respetar el alto el fuego, proteger a la población civil, crear un ambiente favorable, facilitar el acceso de la ayuda humanitaria y garantizar la libertad y seguridad de quienes acceden a ella. La ayuda humanitaria ha contribuido a evitar una situación catastrófica. Sin embargo, aún sigue siendo urgente proporcionar más apoyo y facilitar un acceso seguro a las organizaciones humanitarias hasta las personas en las zonas más afectadas por el conflicto.
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