Buen viaje
Piensa uno que la política debería servir para lo contrario, para hacer amigos, para llevarse bien
Días de confusión. El Brexit, la depresión poselectoral, los resultados geográficos, que sugieren una relación directamente proporcional entre la corrupción y el éxito. Donde mayor cantidad de basura, más votos. ¡Qué carácter, el nuestro! Y el calor, que a primera hora de la tarde mata. La perspectiva de un verano caliente, políticamente al rojo vivo. Algunos informadores estrella se van a quedar sin vacaciones. Y los no estrella, también. ¿Son ustedes capaces de imaginar un mes de julio palpitante?¿Es posible conciliar la galbana con el pálpito?
Las discusiones familiares crecen como si estuviéramos en la cena de Nochebuena. Se manifiesta, como en esas fechas, una nostalgia loca de lo que nunca tuvimos, aunque vimos tener. ¿Podemos irnos de vacaciones cuando la realidad hace horas extra? ¿Qué clase de ejemplo es ese? Si la realidad nos dice ven, lo dejamos todo. El taller de escritura se ha convertido estos días en un taller de política. Y de economía. Yo intento conducirlo todo, incluidas las conversaciones entre Fernández Díaz y su cómplice, al terreno del pensamiento literario, pero no se dan las condiciones anímicas para alcanzar ese claro en el bosque. Los alumnos, por lo que sea, han decidido llevarse mal y han hallado su coartada en la política.
Cuando un país se lleva mal, desenfunda la política (o lo que venimos llamando política). Piensa uno que la política debería servir para lo contrario, para hacer amigos, para llevarse bien. Sin exagerar, de acuerdo, pero para llevarse bien. Imaginen, si no, que los fármacos pensados para las cefaleas produjeran dolores de cabeza. Quizá lo hagan. Seguro que lo hacen. Total, que entramos completamente a ciegas en el último verano de 2016. Abróchense los cinturones y no duden en solicitar la ayuda de nuestra tripulación para lo que sea menester. Buen viaje.
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