Matar mujeres es un pecado imperdonable
El marido de Muqaddas Bibi enseña una fotografía de ellos dos. / Khurram Butt (AFP)
Matar mujeres es un pecado. ¿No es obvio? Parece que en Pakistán no tanto. Al menos en algunas familias que las ven como una propiedad con la que pueden negociar un buen matrimonio y el correspondiente beneficio de la dote. Pero tras los últimos casos de jóvenes quemadas vivas por querer elegir marido hay algunos signos de esperanza. Medio centenar de ulemas han respaldado una fetua que declara “contrario al islam” y “pecado imperdonable” el asesinato de mujeres y niñas bajo el pretexto de un malentendido honor. E incluso el atávico Consejo de Ideología Islámica (CII) se ha mostrado de acuerdo y señala que nadie puede tomarse la justicia por su mano.
El gesto constituye una sorpresa viniendo del mismo órgano que el mes pasado condonó ciertas circunstancias en las que un marido está autorizado a pegar a su mujer. Da la impresión de que intentara lavar su imagen tras la andanada de críticas que recibió a raíz de aquel informe. El CII, que se financia con dinero público y tiene por objeto aconsejar al Gobierno desde la perspectiva religiosa, recuerda no obstante que ya condenó esos crímenes en 1999.
Sin embargo, los edictos religiosos y las advertencias de los altos consejos de clérigos han llegado demasiado tarde para Muqaddas Bibi. La joven de 22 años es la última víctima de esos mal llamados crímenes de honor que las autoridades paquistaníes parecen incapaces de erradicar. Ni su embarazo de siete meses ni que fuera a dejar huérfana a una niña de 10, disuadió a sus padres y hermano de degollarla, según ha contado la policía a la agencia France Presse. ¿El motivo? Que desafiara hace tres años a su familia casándose con Taufiq Ahmed, el hombre de quien se había enamorado, en lugar de aceptar un matrimonio arreglado.
Su horrible muerte en Buttaranwali, a 74 kilómetros de Lahore, la capital de la provincia de Punjab, es sólo el último de los asesinatos de mujeres que este mes han sacudido Pakistán, además de dañar su imagen en el exterior. Tras la joven maestra quemada viva en Murree por un pretendiente despechado y la niña estrangulada y quemada cerca de Abbottabad por haber ayudado a una amiga a escapar para casarse con el chico del que se había enamorado, la semana pasada una madre roció de gasolina y prendió fuego a su hija Zeenat, de 18 años, por casarse sin permiso paterno.
El marido de la mujer asesinada, sosteniendo una fotografía de los dos. / Khurram Butt (AFP)
No son casos aislados. Al menos un millar de mujeres mueren a consecuencia de ellos cada año, según datos de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán. Sólo en los cuatro primeros meses de 2016, esa organización independiente ha contabilizado 109 asesinatos de ese tipo.
Desde el Consejo de la Unión Suní, al que pertenecen los 40 ulemas que han firmado la fetua, se insiste en que el islam permite a las mujeres “maduras” casarse de acuerdo con su libre voluntad y que quemarlas por hacerlo es fruto del analfabetismo y no tiene nada que ver con esa religión.
El problema es que los mal llamados “crímenes de honor” están muy arraigados, en especial entre la población rural. Lo que es más grave, su aceptación social hace que a menudo ni la policía ni las autoridades locales intervengan en su defensa. Cuando la familia de la maestra de Murree fue a denunciar que había sido agredida, los agentes ni siquiera abrieron una ficha. Los agresores rara vez son detenidos y mucho menos juzgados. En los pocos casos que llegan ante un juez, suelen ser perdonados por los parientes de las víctimas.
De ahí la importancia de que el edicto de la Unión Suní inste al Gobierno “a poner en marcha la legislación adecuada” para acabar con la impunidad de esos “crímenes imperdonables”. Sugieren que se establezcan procesos rápidos que permitan a las fuerzas de seguridad y a los tribunales castigar a los culpables en el plazo de una semana. El CII no llega tan lejos y considera que basta con la legislación actual.
Desde hace dos años está atascada en el Parlamento una enmienda a las Leyes Contra los Crímenes de Honor con el objeto de elevar la gravedad de esos delitos, de forma que se persigan de oficio en lugar de poder ser arreglados entre los implicados. La iniciativa que obtuvo el respaldo de todos los partidos en el Senado, tropezó el año pasado con los diputados del islamista Jamiat Ulema-e-Islam (JUI-F) que desean mantener las cláusulas que permiten a la parte agraviada perdonar al agresor, lo que perpetuaría la impunidad.
Del mismo modo, el CII ha vetado una ley aprobada el pasado febrero en la Asamblea Provincial del Punjab que criminaliza todas las formas de violencia contra la mujer. Mientras no cambie esa mentalidad, que sigue viendo a las mujeres como propiedad del varón, ni las fetuas ni las condenas de los clérigos van a servir de mucho.
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