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ENTREVISTA A LARRY KEELEY

“La innovación no es cuestión de recursos económicos”

El presidente de Doblin cree que nunca antes las condiciones habían sido tan favorables para el desarrollo de ideas

Tiziana Trotta
Larry Keeley, presidente y cofundador de Doblin Inc.
Larry Keeley, presidente y cofundador de Doblin Inc.Iván Castellano (Fundación Bankinter)
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La innovación no es un asunto exclusivo de los países más desarrollados, asegura Larry Keeley, quien ha dedicado más de 34 años de trabajo al sector. El presidente y cofundador de Doblin Inc., una empresa estadounidense pionera en estrategias de innovación, sostiene que nunca antes en la historia las condiciones habían sido tan favorables para alguien con pasión y una buena idea.

“Nunca se había visto un ritmo de cambio tan rápido como en los últimos tres años y se trata de un movimiento democrático, que incluye mujeres, minorías y grupos tradicionalmente más desfavorecidos. Las mismas herramientas sirven tanto en una aldea rural en la India como en Australia y ahora son más accesibles”, explica.

El experto, que participó la semana pasada en Madrid en la reunión del Future Trends Forum de la Fundación de Innovación Bankinter sobre tecnología y desigualdad, admite que el reto de superar la brecha digital está lejos de acabar, pero confía en que la innovación pueda contribuir a amplificar las voces de los sectores que tradicionalmente han tenido menos peso en la sociedad.

“Es cierto que no todos son parte de la revolución todavía, pero se avanza tan rápido que hay que parar un momento y reflexionar”, añade Keeley. “A pesar de que muchos líderes políticos intentan que tengamos miedo ante el terrorismo u otros fenómenos negativos, la tendencia es de una prosperidad mucho mayor que cualquier otra época de la historia, con un más amplio acceso a las ideas”.

A pesar de los obstáculos a los que tienen que enfrentarse los países menos desarrollados, no están excluidos de la revolución

El presidente de Doblin insiste en que hay muchas más maneras de cazar talento en personas de cualquier lugar, incluso en zonas rurales, y que se ha trabajado mucho para desarrollar sistemas que permitan a los jóvenes con ambiciones y ganas de esforzarse ponerse en contacto con mentores, formaciones y oportunidades. “¿Ocurre tan rápidamente como debería? Claro que no. Pero podemos hacer que se acelere más y esto es lo que se está pasando”, recalca.

A pesar de los obstáculos a los que tienen que enfrentarse los países menos desarrollados —los elevados costes de la tecnología, la falta de infraestructura, la fuga de cerebros, un sector privado débil y escasos recursos públicos, entre otros—, no están excluidos de la revolución. “Se están creando centros de excelencia para el desarrollo de ideas y también existen programas para que los jóvenes puedan integrarse durante un breve periodo en un entorno en el que puedan aprender”, explica. “Cuando yo era pequeño, nadie sabía cómo innovar de manera eficaz y ahora existen muchas herramientas que circulan de manera gratuita y se pueden aprovechar. Es todo tan nuevo”.

Keeley se muestra muy optimista respecto al futuro. “Entiendo que no siempre es fácil encontrar un hueco en un entorno abarrotado y con mucha competencia de buenas ideas, pero tengo fe en las personas”, agrega.

El estratega, que también da clases en el Instituto de Diseño en Chicago y en el Kellogg Graduate School of Management, asegura que las pequeñas empresas son a menudo más innovadoras que las grandes. “El fuego emprendedor nace de la pasión y las ganas de producir algo que pueda mejorar el mundo, no es cuestión de recursos económicos”, dice. “Se trata de observar un problema y decidir que se quiere arreglar, sin esperar la ayuda de bancos o grandes empresas”.

El fuego emprendedor nace de la pasión y las ganas de producir algo que pueda mejorar el mundo, no es cuestión de recursos económicos

La innovación, según él, se define como la creación de un servicio nuevo y valioso que responde a una exigencia, pero para que tenga éxito tiene que ser también sostenible. “Hay muchas buenas ideas que la gente confunde con la innovación, pero que no han logrado ser viables. El secreto es muy simple. No se trata de creatividad, como muchos creen, sino de disciplina y duro trabajo”, revela.

Doblin Inc. ha desarrollado un decálogo de herramientas para la innovación que puede aplicarse a cualquier contexto y que se distribuye de manera gratuita a través de su página web. La empresa ayuda a los que desean mejorar en innovación también a través de la enseñanza, tanto en escuelas como en empresas, o integrando equipos para lograr un resultado específico.

La compañía trabaja también con las instituciones públicas, apoyando la formulación de políticas que pueden contribuir a facilitar el desarrollo de ideas. “Los gobiernos son generalmente muy malos clientes de innovación. Casi nunca quieren ser los primeros en adoptar algo nuevo, pero deberían serlo. No se trata de grandes o pequeños gobiernos, sino de listos y estúpidos”, subraya Keeley.

El experto considera positivos los modelos basados en la cooperación entre el sector público y el privado. “Incrementar el flujo de ideas significa también aumentar las maneras en las que se reconocen las mejores, se celebran y se adoptan. Además, es necesario fijar precios para que se sistematicen y se difundan”, dice. “En Rusia, por ejemplo, se castigan las empresas que fallan. En Silicon Valley, en cambio, los errores se consideran una ocasión para aprender y mejorar”, continúa. “Los gobiernos que ponen trabas a la libertad de las compañías para contratar a quien quieran o cómo quieran y que se oponen a plataformas de innovación están desaprovechando una gran oportunidad”.

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Sobre la firma

Tiziana Trotta
Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, principalmente en Planeta Futuro y en la Mesa Web. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Urbino (Italia), Máster en Ciencias Históricas, Filológicas y de las Religiones por la Universidad Sorbona (Francia) y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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