Una campaña exigente
Los derechos de los electores merecen atención, no comunicaciones banales
Hoy lunes está previsto el único debate programado entre los candidatos de las cuatro principales fuerzas políticas. Resulta lamentable que a estas alturas de la vida política los partidos —en especial, el Partido Popular— no hayan sido capaces de interiorizar las más mínimas normas de etiqueta democrática. Una elección es un momento clave en la vida de un país: es la instancia en la que los que gobiernan se someten al juicio retrospectivo de los ciudadanos sobre su gestión y los que aspiran a gobernar tienen la oportunidad de presentar los contenidos de su oferta de cambio.
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Un líder político que aspira a la reelección debería por tanto estar deseando defender sus políticas, máxime si, como en el caso del Gobierno saliente, tan orgulloso está de ellas. No solo por estética democrática, sino por interés, Mariano Rajoy debería comparecer ante los electores y junto a los representantes de otras opciones políticas. Esa orfandad de debates de verdad no es incompatible, al parecer, con una abusiva presencia de los líderes en decenas de programas y formatos de descafeinado entretenimiento político. Los derechos de los electores merecen más atención de la que se les presta con una comunicación política banal.
Por las encuestas se sabe del enorme pesimismo que embarga a la sociedad, y ello tiene que ver con la falta de propuestas claras por parte de los dirigentes. La ambigüedad es una opción, pero lo importante es acabar con la indeterminación que arrastramos desde los bloqueos políticos registrados en la legislatura fallida.
Una de las características más extrañas de esta campaña es que se desarrolla en mundos aparentemente desconectados. El del PP, que apuesta al continuismo de la gestión económica, y el de Podemos, que disfraza la voluntad de alterar el tablero de la democracia entre las melifluas páginas de un catálogo comercial. En medio, socialistas y Ciudadanos; es decir, los que creen que están en peligro instituciones y consensos fundamentales, que deben ser rehechos por vías reformistas y dialogadas, pero que encuentran dificultades para ser escuchados.
Una de las pocas oportunidades de exigirlo es el debate televisivo de esta noche. Que los cuatro candidatos debatan solamente una vez entre sí en toda la campaña, con muchos temas y poco tiempo, se presta más a los ataques y las descalificaciones mutuas que a aclarar ideas-fuerza y desarrollar mensajes políticos. En todo caso, que den razones para votar. Razones, y no la simple intención de desacreditar a los demás.
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