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PUNTO DE OBSERVACIÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Comprar en Ikea

Podemos convierte su programa en objeto de comercio, lo banaliza.

Soledad Gallego-Díaz

Lucille Ball decía de sí misma: “Yo no soy graciosa. Lo que soy es valiente”. Efectivamente, era una artista valiente que a través del humor caracterizó un momento de la sociedad estadounidense. Lucy Ball tenía cuidado en no confundir humor y banalización. Utilizaba la risa para acercarse a problemas que de otra forma hubieran sido difícilmente abordables en esas circunstancias. Por ejemplo, rompía continuamente los estereotipos de la mujer norteamericana de los años 50, pero no intentó hacer las cosas menos importantes de lo que eran.

La diferencia entre una cosa y la otra es fundamental cuando se trata con políticos o cuando los políticos intentan atraer a sus votantes. Un político con sentido del humor o un político enfrentado a un buen humorista suelen proporcionar momentos gloriosos. Un político empeñado en simplificar todo o un periodista o conductor de un programa de entretenimiento que trivializa las cosas importantes no tiene ninguna gracia. Más bien, los dos resultan inquietantes.

¿Qué de malo tiene intentar acercar la figura de un político a los ciudadanos, intentar humanizarle? ¿Qué hay de criticable en el intento de hacer un programa electoral algo legible y atractivo? Seguramente nada. Salvo que, en muchas ocasiones, lo que se logra no es acercar al personaje o sus ideas, sino desposeerles de responsabilidad, quitar importancia a las consecuencias de sus actos.

En esta campaña, quizás por el cansancio que supone su repetición, se riza el rizo.

El programa electoral de Podemos presentado imitando el catálogo de ventas de unos grandes almacenes tiene ese problema. Sus autores han tenido una idea brillante que seguramente pasará a los libros dedicados al análisis de consumidores y mercados. La idea es brillante porque consigue quitar riesgo al programa de un partido que se define de izquierdas y que afronta una campaña contraria basada en el miedo. ¿Cómo va a ser peligroso algo que se compra en un catálogo de Ikea? ¿Cómo va a ser arriesgado votar a un candidato que tiene exactamente el aspecto limpio y familiar que el joven que aparece comprando estanterías Billy?

La otra cara de la apuesta comercial de Podemos es precisamente esa: convierte su programa en objeto de comercio, lo banaliza. Cierto que aparece entero, junto a una memoria económica, al final del folleto, pero parece difícil que el objetivo de ese catálogo político sea que se lean las páginas finales, sino que se vea y se asimile la idea central: nada de esto es tan importante como para que usted se preocupe.

Más información
'Catálogo', por Jorge M. Reverte
'Y de regalo para los niños cuatro candidatos', por Joaquín Prieto.

La necesidad de banalizar la política no es nueva ni atribuible a los expertos de Podemos. En los medios de comunicación tiene una presencia aplastante. En esta campaña electoral, quizás por el cansancio que supone su repetición, se riza el rizo. Nada tiene importancia. ¿Cómo la va a tener si son niños quienes preguntan? ¿Cómo va a tener importancia quien sea el presidente si todos saltan y bailan? Aunque quizás resulte curioso que Rajoy se explique tan bien con niños y tan mal con adultos.

Muchos creen que toda esa banalización, en el fondo, es intrascendente, porque los ciudadanos no se dejan tomar el pelo. Pasa en todos lados, afirman. Pero no es cierto. Tiene consecuencias y no es igual en todo el mundo. Los políticos norteamericanos acuden a programas donde hacen también cosas estúpidas, pero donde se les plantean, en tono humorístico, preguntas difíciles o se les toma el pelo sin contemplaciones, algo que aquí es impensable. Ni allí, ni en Alemania, no digamos en Suecia, se podría considerar tan intrascendente la acusación formal de que un partido se ha financiado ilegalmente durante décadas como para permitir al principal responsable de ese partido sobrevivir políticamente a una entrevista. Eso pasa aquí. Claro que, al mismo tiempo, aquí los partidos incorporan filósofos a sus listas. Estupenda contradicción.

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