Los Messi de la consola
E n el centro apacible y pintoresco de Santa Ana, ciudad del sur de California, hay un lugar que a muchos deja perplejos. El edificio, de unos 1.400 metros cuadrados, es de los años veinte, como la mayor parte de las edificaciones de la zona, pero está pintado de negro y sus puertas y ventanas son opacas. Continuamente entran jóvenes y varias noches al mes se forman colas de centenares de chicos y chicas. No es un local de conciertos, ni un cine ni un centro comercial. Esports Arena, con capacidad para 1.000 espectadores, es el primer recinto de Estados Unidos dedicado exclusivamente a celebrar y emitir campeonatos de videojuegos. “Lo llamamos ‘arena’ porque es un lugar al que la gente viene a batallar delante de un público”, explica Tiffany Chiu, miembro del equipo que lo ha puesto en marcha.
En seguidores, recaudación y popularidad, estas competiciones conocidas como eSports, que enfrentan a jugadores que compiten solos o en equipo, han pasado a ocupar un espacio próximo a los grandes deportes de masas. Sus torneos atraen a 134 millones de fans en todo el mundo y el año pasado generaron 545 millones de euros en patrocinios, merchandising y entradas. En diciembre de 2014, la final del videojuego League of Legends, uno de los más famosos, acumuló más telespectadores que la de la NBA. Según datos de Riot Games, 27 millones de personas no se perdieron la victoria del equipo Samsung Galaxy White en Seúl, mientras tan solo 18 millones vieron el partido de los San Antonio Spurs contra Miami Heat.
En los eSports hay comentaristas especializados, equipos profesionales con sus correspondientes managers y jugadores estrella que pueden embolsarse 90.000 euros al año y repartirse premios de hasta 7 millones. Las competiciones más populares ya han rebasado el ámbito de Internet –sus finales se disputan en estadios– y así ha surgido un nuevo negocio. “Para nosotros era evidente que miles de personas iban a querer ver en directo la final de League of Legends en el Staples Center [estadio de Los Ángeles con capacidad para 20.000 personas], pero ¿qué ocurría con todos esos aficionados el resto del año?”, argumenta Chiu. El recinto Esports Arena, cableado con cientos de ordenadores y decenas de consolas, promete ser el equivalente en la industria al estadio deportivo local: todos los meses se organizan competiciones con premios desde 400 a 20.000 euros, en las que participan tanto jugadores amateurs como profesionales.
Desde su apertura, a finales de 2015, todas las semanas hay un par de noches de lleno absoluto. Los amantes de los videojuegos, defiende Chiu, están hartos del estereotipo del jugador como alguien huraño y poco sociable. “Jugar desde casa está muy bien, pero también nos gusta salir y compartir nuestro entusiasmo con gente de carne y hueso”. Y es que pocas cosas tienen tanto poder socializador como animar en grupo a tu equipo. Se llamen Lakers o Cloud9.
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