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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Halcones o palomas, mejor sin garras

Colau y Carmena se han enfrentado a la paradoja de hacer política contra los afines sin que les temblara el pulso

Berna González Harbour
Ada Colau y Manuela Carmena en un acto de presentación de candidaturas en Madrid.
Ada Colau y Manuela Carmena en un acto de presentación de candidaturas en Madrid.Julián Rojas

En política ya sabemos que la paz la hacen los enemigos, que los halcones suelen ser los más libres y legitimados para llegar a acuerdos tras los tambores de guerra y que las palomas nos sorprenden a veces con las garras. Veamos ahora si se puede traducir esto a la nueva política.

 Los nuevos Ayuntamientos cumplen un año en España y nos encontramos con la paradoja de unos gobiernos de nuevo cuño que deben tomar decisiones ásperas contra ciudadanos que les son social e ideológicamente afines. Lo están haciendo con normalidad y, por una vez, la normalidad es la noticia.

Paradójico es por ejemplo que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, haya cortado la subvención encubierta que el anterior alcalde daba a los okupas de Gràcia al pagarles el alquiler del Banco Expropiado. Era pragmático para CiU hacerlo a cinco meses de unas elecciones ya complicadas y mientras ansiaba la respiración asistida de la CUP en su fragor independentista. ¿Qué eran al fin y al cabo 5.000 eurillos para ellos, que han perdido millones? Pero también era inexplicable, según ha entendido la fiscalía, que ha abierto una investigación por posible malversación. ¿Halcones en modo paloma? Ni colaba ni había justificación posible.

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Ada Colau les ha cortado el alquiler por la incoherencia que supone financiar a los okupas de forma irregular y ha puesto en evidencia a CiU. La vía para los okupas, señalan tanto Colau como Manuela Carmena, es negociar viviendas sociales como todo hijo de vecino. Otra paradoja es que los okupas no las quieren, pero eso es otra historia.

Debe parecer ingenuo exigir aún coherencia a un partido (CiU) que tiene las sedes embargadas y que está encausado en intensos casos de corrupción, pero no renunciaremos a ella, como tampoco parecen renunciar los ciudadanos, que en el último barómetro municipal de Barcelona dejan a CiU en un 8,5% de intención de voto, frente al 13,7% de hace un año. Tanto en las encuestas de Barcelona como en las de Madrid las nuevas alcaldesas logran apoyos a su gestión y mejoran en intención de voto.

En Madrid, Carmena ha impuesto multas de 180.000 euros a la Fiesta del Orgullo Gay por exceso de ruido en 2015, un exceso al que ella misma contribuyó desde la tribuna en otra de las asombrosas paradojas de esta etapa. Cumple así la normativa acústica que Gallardón endureció en 2011, pero a la vez anuncia una subvención de 250.000 euros frente a los 60.000 que tenía. Lo comido por lo servido. O en otras palabras: cumplir la ley para después cambiar la ley. Ese es el camino, y no otro. En la capital también hemos visto a Carmena reaccionar cuando estalló el tema de los titiriteros y otros fuegos amigos.

Vemos así que, en el escenario viejo-nuevo en el que estamos, es más coherente ser paloma sin garras, pero paloma en todas sus funciones, que halcón corrupto y disfrazado de paloma.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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