¿Dónde van los republicanos?
La exacerbada retórica chovinista y racista de Trump apela al votante con “escasa educación”
Todo empezó con Nixon. El presidente Richard Nixon cambió el curso de los republicanos hace cerca de 40 años, al invertir radicalmente la trayectoria que el partido había seguido durante los cien años anteriores.
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El Partido Republicano fue creado a mediados del siglo XIX. En 1860, el republicano Abraham Lincoln se convirtió en un presidente minoritario con el menor porcentaje de votos de la historia porque los demócratas se dividieron en dos candidaturas por el tema de la esclavitud. Lincoln desafió entonces a los demócratas, al principio sólo con la prohibición de expandir la esclavitud a los nuevos Estados y territorios, lo cual desencadenó amenazas de secesión del Sur y una de las guerras civiles más letales de la historia, si se tiene en cuenta su duración y la población del país. Como ganador de tal carnicería, el Partido Republicano se consolidó como tal y se convirtió en el partido dominante durante más de seis décadas.
Desde Lincoln hasta Eisenhower, el Partido Republicano defendió una economía de libre mercado y unas posiciones más bien liberales en temas culturales. Muchos de los líderes republicanos más visibles fueron personas cultivadas y educadas, sobre todo del Norte. Piénsese, por ejemplo, en el Nueva York de Rockefeller.
El cambio vino con la Gran Depresión de la década de 1930. Con F. D. Roosevelt, los demócratas ganaron el apoyo de los trabajadores y la clase media del Norte en temas económicos, dejando el tema racial a un lado y manteniendo así el apoyo de los racistas blancos del Sur. Con esta coalición de apoyo, fueron el partido dominante durante casi cuatro décadas.
Pero con el tiempo los demócratas fueron derrotados de nuevo en el tema racial en la década de 1960. Las presiones de la población de origen africano para la obtención de derechos electorales y civiles volvieron a dar relieve al tema y llevaron al presidente demócrata del momento, Lyndon B. Johnson, a actuar en contra de sus propios votantes en el Sur.
En 1968 el republicano Richard Nixon ganó la presidencia con una minoría del voto popular, al igual que Lincoln alrededor de cien años antes, porque, de nuevo, el Partido Demócrata se dividió por el tema racial y emergió una tercera candidatura del sudista George Wallace. Esta vez, en lugar de lanzar una nueva guerra civil contra los racistas del Sur, Nixon lanzó la “estrategia sudista” para atraerlos al bando republicano.
Con Nixon, dieron relieve a posiciones conservadoras en temas raciales y culturales
A partir de ese momento, los republicanos dieron relieve a posiciones conservadoras en temas raciales y culturales, incluyendo los temas de sexo y familia, mientras dejaban las cuestiones económicas en un segundo plano. Más recientemente, cuando los conservadores empezaron a perder terreno en las batallas culturales, dieron prioridad a los temas de seguridad, incluyendo las guerras en el Próximo Oriente y la prevención del terrorismo. Todo esto más o menos consiguió hacer del Partido Republicano un partido competitivo y a menudo ganador mientras la economía iba bien.
Pero con la Gran Recesión, las cuestiones económicas volvieron a ser relevantes y los republicanos perdieron apoyo. Las guerras en Afganistán e Irak salieron mal y los neocons quedaron apartados. Con los cambios culturales entre las nuevas generaciones, las cuestiones de raza y familia dejaron de ser rentables electoralmente: fue elegido un presidente negro y lo va a ser una mujer.
¿Qué queda, pues, del Partido Republicano? Básicamente lo apoya en temas culturales conservadores y en xenofobia una minoría formada por sudistas racistas más algunas víctimas resentidas de la globalización. Sus enemigos declarados son los extranjeros y los inmigrantes. Donald Trump culpa de la pérdida de puestos de trabajo a otros países, pero, de hecho, la tasa de paro está por debajo del 5%, la más baja en décadas. También pretende detener la inmigración ilegal con su famoso muro en la frontera con México, pero en realidad durante los últimos cinco años ha habido flujos emigratorios netos desde Estados Unidos hacia México. Paradójicamente, el candidato populista del Sur es de la liberal Nueva York, pero está siendo derrotado espectacularmente en su propio Estado. Con su exacerbada retórica aislacionista, chovinista, racista y machista, Trump está apelando al votante con “escasa educación”, en sus propias palabras. Ya solo puede ganar en algunos Estados del Sur, el foco de la estrategia sudista de Nixon hace casi 40 años. En esto se ha convertido el Partido Republicano.
Josep M. Colomer es profesor de Economía Política en la Universidad de Georgetown.
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