_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Venezuela, abismo y engaño

La demagogia de la filosofía chavista está conduciendo al país al vértice mismo de la confrontación social y política

Nicolás Madruro, presidente de VenezuelaFoto: atlas | Vídeo: FRANCE PRESS / ATLAS

En Conversación en la Catedral, la tercera novela del hoy nobel Vargas Llosa, hay una pregunta elíptica y trasladable a cualquier país y situación, "¿Cuándo se jodió el Perú?”. Llevemos este interrogante a Venezuela: ¿cuándo y por quién se jodió Venezuela? Perdone amable lector por los vocablos, pero en la convulsión que vive el país, asomado al abismo y en frente de un precipicio de proporciones inauditas, no se nos ocurre mejor interpelación.

Otros artículos del autor

La demagogia, la vaciedad intelectual de esa suerte destructiva en que se ha convertido la filosofía chavista está conduciendo al país al vértice mismo de la confrontación social y política. El populismo enfangado de mentiras y patrañas, acusaciones y amenazas de Maduro y su gobierno ha arrojado al país a la quiebra absoluta y a la convulsión total. El desastre de gestión, pésima, errónea, a la deriva misma, en lo económico, es el reflejo último de una forma de gobernar clientelar, mezquina, donde la confrontación y la arrogancia, la manipulación y la amenaza, el miedo y el recurso a la violencia desgarran la fibromialgia de un país con unos recursos extraordinarios y donde ahora mismo la pobreza, la miseria, la escasez significan y simbolizan el hundimiento y el caso de un sistema y de una economía. Peor no se podía hacer.

Sólo les quedaba un último recurso, al amenaza y la apelación al estado de excepción como cortafuegos violento ante la contestación, cada vez mayor, de una sociedad tan fácilmente manipulable por promesas efímeras y hoy vacías como cansada y lastrada por años donde la venda se ha caída forzosamente de unas anteojeras donde muchos no querían ni quisieron ver nada.

Campan a sus anchas la violencia, el narcotráfico y la corrupción

Sin recursos y bienes imprescindibles, con una escasez de productos lacerante, sin asegurar tres comidas al día, sin alimentos en los comedores escolares de algunos barrios, sin medicamentos necesarios e imprescindibles, con un mercado negro que parece una montaña rusa, con una inflación que llegará a los cuatro dígitos en breve si no lo ha hecho ya, con un país saqueado y un erario noqueado sin escrúpulos por los prebostes del poder y los oligarcas de un chavismo que se ha convertido en la quimera más grande de Latinoamérica, con un derroche abismal de recursos, con unas políticas públicas infaustas y autodestructivas en inversiones tan absurdas como incontrolados, con resquebrajamiento legal e institucional vergonzoso con un poder judicial títere y rehén del chavismo, con una inseguridad jurídica que atropella derechos y libertades, la nueva burguesía chavista ha roto el país en dos y ellos consolidado el expolio. Políticos, funcionarios, militares y miembros del partido han llevado al abismo al país. Sin importarles nada. Venezuela es hoy un espejismo esperpéntico de lo que un día, no tan lejano fue. Sin que éste fuere perfecto y manifiestamente mejorable, dos décadas después el experimento ha explotado hundiendo la economía, la sociedad fracturada en mil pedazos y lo institucional una copia vergonzosa y lastimosa de lo que un día fue.

La violencia -Caracas es una de las ciudades más violentas del mundo, poco o nada se sabe de otras ciudades del país caribeño donde el hermetismo y el silencio u omertà es proporcional al miedo y a la impunidad de gobernantes, poderosos oligarcas, funcionarios y algunos militares-, el tráfico de drogas y la corrupción, el cáncer espoleado y agitado a enésima potencia durante estos quince años, y agravándose a lo que ya era genético en la política venezolana y de tantos otros lares no solo latinoamericanos, han campado a sus anchas.

No hay espacio para la anécdota y sí para la tragedia, el drama de un país rico en sus recursos y esquilmado por ávidos sin escrúpulo. La manipulación mediática, el miedo y la amenaza gansteril cuando no caciquil para cerrar cualquier medio crítico, la persecución de la oposición, la farsa judicial en el juicio sin garantías procesales ni constitucionales de ningún tipo a dirigentes y alcaldes de la oposición encarcelados ominosamente, asesinatos de políticos y dirigentes de la oposición, la polarización de quintas columnas chavistas y perfectamente adiestradas y armadas, la erosión de la educación por el adoctrinamiento de confrontación, el hundimiento y colapso de la economía, la hiperinflación, el control de precios hasta el absurdo que no cubre ni siquiera los costes marginales de producción, el mercado negro, la restricción de agua y de energía, luz, el cierre de la semana laboral a dos días para funcionarios, la imposibilidad de proveerse de alimentos y medicinas por la población tras horas y horas de colas interminables, son el pan de cada día, azuzado por la inseguridad, la arbitrariedad del poder y el fantasma del miedo.

El país rico que ha regalado y subvencionado petróleo a muchos países, que ha encendido esa mecha bolivariana que es un epítome de falsedad y mentira como todos los populismos y que hoy se ve, miseria, confrontación y dictadura, colapsa. Y con ella un país que no se merece esta deriva, este permanente engaño. Llegan horas convulsas para un país que necesita libertad, democracia y justicia. Hoy no la tienen. Y el precio será alto. Demasiado alto.

Abel Veiga Copo es profesor de Derecho Mercantil en ICADE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_