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CLAVES
Columna
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Catalexit

Los pasos que está dando Carles Puigdemont van en la misma torcida dirección que los de su predecesor, Artur Mas

Jorge M. Reverte
El presidente catalán Carles Puigdemont.
El presidente catalán Carles Puigdemont. ALBERT GARCIA

La preocupación crece en el palacio de la Generalitat, porque según se acerca el momento de la votación que decidirá si va a haber o no Brexit, es decir, un abandono de la Unión Europea por parte del Reino Unido, no aparece una preocupación similar a la que se detecta por la posibilidad de la marcha de Inglaterra. En relación con Cataluña y el intento de los nacionalistas catalanes, entre los cuales está Puigdemont, nadie de la Comisión Europea ha dado muestras de gran alarma por el trabajo secesionista que lleva adelante el Gobierno catalán.

Y eso que algunos de los pasos son graves. El intento de acabar con el castellano en Cataluña, puesto aún más de manifiesto por el borrador de Constitución, que declara que allí solo habrá dos lenguas oficiales: el catalán y el aranés. Eso, por sí solo, tendría que haber generado una alarma importante en Europa. Asusta en Europa en general que Hungría vire de una manera tan fuerte a la xenofobia, o que en Polonia y en otros países del antiguo “Este”, se perciban movimientos similares. ¿Y no asusta el que la mayor agresión que se intenta infligir a una parte de la población, como es enterrar su lengua, siga adelante con la indiferencia de muchos partidos que gustan de llamarse demócratas?

Carles Puigdemont tiene razones para sentirse agraviado. Los pasos que está dando, aunque más educados que los de su predecesor, Artur Mas, van en la misma torcida dirección. Porque solo por eso, por sus intentos de liquidar una lengua, merecería figurar en la lista de los xenófobos más peligrosos de la Unión. Yo propondría en el Parlamento europeo una moción para llamar la atención a Cataluña por su falta de contundencia. Por ejemplo, debería proceder a una quema de libros en castellano en cada pueblo de los que han decidido izar la bandera estelada. Con eso habría una demostración suficiente de que se quiere, al final del proceso, una población libre de contaminación castellana.

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La quema de libros siempre ha sido una buena herramienta para llamar la atención. Podría además ir acompañada de un decreto por el que los castellano hablantes llevaran una estrella amarilla en el pecho.

Salvemos el aranés.

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