Esta chapa mataba fachas
Las protestas estudiantiles de Londres en los sesenta pusieron de moda un ‘look’ que, como los Beatles, se recupera cada vez que algo sale mal
Nada requiere más esfuerzo que un look desaliñado. “Pues sí, antes de ir a la manifestación he entrado corriendo en un Humana y, tras chocar con mil perchas, así he salido: pantalones de micropana, gorra de tweed, bufanda de Harry Potter, gafas de pasta, trenca escolar de muletón…”. El look de estudiante metido en movimientos de izquierdas ha mutado a través de los años, con algunas constantes como la de ser, en el fondo, siempre más racional que el de un músico de glam rock el día de su primer concierto. Y ese pelo, ese (des)peinado casi mod donde parece que a cualquier hora la persona en cuestión se acaba de despertar (en la filmación de un anuncio).
Entre 1960 y 1966, Gran Bretaña era la tercera potencia nuclear por detrás de Estados Unidos y de la Unión Soviética. Hasta 10.000 estudiantes marcharon desde un centro de investigación nuclear en Berskshire hasta Trafalgar Square. Increíblemente bellos con sus donkey jackets proletarias, pisaban las carreteras con sus sufridos (hasta cierto punto) Hush Puppies.
¿Un secreto? El look estudiantil sienta bien porque: a) los estudiantes son de clase media o alta y b) eran, ejem, estudiantes (traducción: escandalosamente jóvenes). Pero también porque supieron crear un uniforme que brillaba en la tensión entre la apropiación de rudas prendas típicas de la clase obrera y la sofisticación de los libros de la generación beat que leían y de las películas de la nouvelle vague francesa que veían en versión original (quizás sin entender un pimiento). Un Norman Mailer ya cuarentón lo explica la mar de bien en Los ejércitos de la noche, su reportaje novelado sobre las protestas contra Vietnam de 1967: “La ropa no debía haber costado más de 20 dólares por persona, pero de alguna forma les confería un estilo propio”.
Los británicos a favor del desarme nuclear vestían para hablar de existencialismo. Pero lucían chapas con logos como el que acabaría siendo el símbolo de la paz. Porque todo quedaba resumido en las chapas. Como cuenta David Lodge en la novela Intercambios: “La chapa es un nuevo género literario, algo a medio camino entre el epigrama clásico y la poesía lírica imaginista. No pasará mucho tiempo antes de que algún licenciado escriba una tesis doctoral sobre el tema”. Una chapa sobre la chapa, perfecta síntesis de este look imbatible.
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