Mal pronóstico en empleo
La desaceleración y el ajuste pendiente reducirán la creación de puestos de trabajo
La evolución del mercado de trabajo responde con tanta intensidad a factores estacionales o a variables que no pueden controlarse dentro de los Estados que el Gobierno debería dejar de colgarse la medalla de que la mejora del empleo es atribuible a sus decisiones. En el primer trimestre de 2016 el paro medido según la Encuesta de Población Aciva (EPA) ha aumentado en 11.900 personas, rompiendo así las rebajas continuas saludadas con euforia por el Ejecutivo; durante el trimestre se destruyeron 64.600 empleos y la población activa, factor de ajuste que explica la diferencia entre la caída del paro y la bajada del empleo, disminuyó en 52.700 personas.
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El Ministerio de Economía subraya que, a pesar del mal trimestre inicial, las comparaciones interanuales son muy favorables. La relación es legítima. Pero la EPA no da un buen indicio para el futuro. De entrada, la política laboral no ha conseguido reducir el desempleo de forma sustancial a pesar de la caída de la productividad y de una tasa de crecimiento superior al 3%. Las perspectivas inmediatas apuntan a una desaceleración del crecimiento que se trasladará probablemente a un descenso de creación de puestos de trabajo; es un mal pronóstico, aunque el empleo generado hasta el momento fuera, en general, de relativa calidad. Media además, para rematar el cuadro, un ajuste presupuestario pendiente que no será inferior a los 6.000 millones durante el ejercicio y una recuperación moderada, sin excesos, del precio del petróleo.
El Gobierno en funciones mantuvo durante la pasada legislatura una política laboral monocorde, limitada a una reforma laboral huérfana de políticas activas de empleo. Habrá que confiar en que el próximo Gobierno, en julio o agosto, sitúe la política laboral en el mismo plano de importancia que la fiscal y la monetaria... si es que dispone de margen presupuestario para hacerlo.
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