Dime de qué presumes...

Pocos diputados quedan en las Cámaras que participaran en las negociaciones pre y posconstitucionales. Aquellos, en ocasiones, excombatientes enfrentados de la Guerra Civil eran capaces de agotar un paquete de Ducados y una peleona botella de whisky toda una noche hasta ir esbozando cada palabra y cada línea de una Constitución que ahora cualquiera critica ferozmente con la inconsciencia que solo una buena dosis de ignorancia alimenta.

Las negociaciones de hoy son bien distintas (nada de tabaco y alcohol, obviamente): hablar muy poco (si acaso, en ruedas de prensa planeadas o improvisadas), escribir mucho (cientos de tuits huecos de contenido y llenos de adornos estériles) y negociar nada. Eso sí: se intercambian regalos, como jefes de Estado, y se hablan a través de terceros, o de los medios de comunicación. Pero sentarse, mirarse a los ojos, y pensar y actuar con generosidad y sentido de Estado, de eso, casi nada.

El Acuerdo del Prado (con foto y título incluido, como los trabajos de fin de curso) es el último ejemplo de una generación de políticos que se burla de y menosprecia a unos mayores setenteros de los que, paradójicamente, tendría mucho que aprender.— Carlos Alberto Espinosa Fernández.