_
_
_
_

Fotografía al límite del miedo

LYNSEY ADDARIO

LA fotoperiodista Lynsey Addario (Connecticut, 1973) le debe seguir viva a lo que ella denomina su “límite de miedo personal”: una poderosa sensación que le urge a ponerse a salvo cuando el lugar o la situación que está fotografiando supera todos los umbrales razonables de peligro. Pero el 15 de marzo de 2011, cuando estaba cubriendo el levantamiento de los libios contra Muamar el Gadafi junto a otros tres compañeros de The New York Times, su voz interior la avisó demasiado tarde. “Llevaba dos semanas trabajando y me sentía bastante cómoda. El día que nos capturaron, en cambio, tuve la premonición de que algo malo iba a pasar”, prohibirecuerda. En la ciudad de Ajdabiya se toparon con un puesto de control de las tropas leales a Gadafi. Los soldados los ataron, golpearon y amenazaron con decapitarlos. Addario fue manoseada por multitud de hombres; hasta entonces, ningún musulmán había cruzado esa línea roja y, por primera vez, temió la violación. El cautiverio duró seis días. “Los primeros minutos son siempre los más aterradores. La primera reacción es pensar: ‘Hasta aquí ha llegado mi vida’. La segunda, aunque no he ido a la iglesia en 30 años, es rezar. Hay una frase muy graciosa que dice que no hay ateos en las trincheras, y es cierto. Y al final me pregunté: ‘¿Qué estoy haciendo aquí?’. La respuesta siempre es la misma: ‘Porque creo en este trabajo”.

La fotógrafa creció en Westport, Connecticut, y su niñez fue tan feliz como anárquica. Cuando tenía ocho años, su padre salió del armario y se fue a vivir con un amigo de la familia. “Mi casa siempre tenía las puertas abiertas y estaba llena de personas creativas y poco convencionales. A veces volvía del colegio y había hombres vestidos de mujer tocando el piano. Mis padres aceptaban a todo el mundo y me transmitieron una falta de prejuicios fundamental para un periodista, porque nuestro trabajo consiste en dejar que cada persona nos cuente su historia sin imponer ideas preconcebidas”.

fotoperiodista Lynsey Addario 2063audaces003
fotoperiodista Lynsey Addario 2063audaces001

Lynsey Addario vive en el barrio londinense de Islington, al norte de la ciudad, con su marido , el periodista Paul Bendern, y el hijo de ambos, Lukas, de cuatro años. MANUEL VÁZQUEZ

Tras licenciarse en Relaciones Internacionales, viajó por el mundo y comenzó a hacer fotos. Y en 2000 tomó una decisión que determinaría el curso de su carrera: entrar en Afganistán para retratar a las mujeres que vivían bajo el régimen talibán. “En el mundo occidental asumimos que la vida de las mujeres en un lugar tan opresivo es horrible, pero me preguntaba si realmente era así y la única forma de averiguarlo era hablar con ellas”, explica. Fotografiar a cualquier persona viva era delito para los talibanes, pero Addario logró entrar en sitios donde los hombres tenían vetado el paso e inmortalizó a mujeres que sabían que esas imágenes nunca verían la luz en un país donde los medios de comunicación estaban prohibidos. Ninguna publicación compró entonces sus fotos, pero tras los atentados del 11-S había muy pocos fotógrafos con experiencia en el Afganistán talibán. Y Addario era uno de ellos. En el libro autobiográfico En el instante preciso. Vida de una fotógrafa en el amor y en la guerra, que acaba de publicar Roca Editorial, escribe: “El periodo que siguió al 11-S proporcionó a los jóvenes fotógrafos que se estaban abriendo camino, y que estaban dispuestos a ir a lugares como Pakistán y Afganistán, e incluso Irak, una oportunidad de hacerse un nombre. Esas semanas de septiembre lanzaron a una generación entera de periodistas que se harían mayores durante la guerra contra el terror”. Fue su caso. Addario asistió a la caída de los talibanes. Documentó la invasión americana en Irak y fue secuestrada por los insurgentes, que la dejaron marchar al cabo de unas horas. A partir de 2004 viajó repetidamente a Darfur para fotografiar las consecuencias del genocidio. En 2006 se desplazó a la República Democrática del Congo para retratar a congoleñas violadas como arma de guerra. En 2007 convivió con las tropas americanas en una misión en el valle afgano de Korengal. En 2008 se reunió con jefes talibanes en Pakistán y el reportaje, publicado en The New York Times Magazine, formó parte de la serie Talibanistan, premiada con el Pulitzer. En 2009 sufrió un grave accidente de coche en Pakistán en el que murió su conductor. Pero no fue hasta después del secuestro en Libia en 2011, que coincidió con la noticia de la muerte de dos compañeros y amigos, Tim Hetherington y Chris Hondros, cuando los traumas acumulados le pasaron factura: “Di un paso atrás durante unos meses para asimilar lo que había vivido. Escribir el libro ha sido terapéutico y una forma activa de procesarlo, pero evocar ciertas experiencias me ha resultado muy difícil”.

Khalid, valle de Korengal, Afganistán, septiembre de 2007.

Tras ser liberada, decidió no postergar más la maternidad. Tampoco renunció a trabajar: durante su embarazo viajó a Senegal, Afganistán, Arabia Saudí, Somalia y Gaza, donde, ya de 26 semanas, fue vejada por un soldado israelí en el puesto fronterizo de Erez. “Pensé que si a mí, una periodista acreditada por el Gobierno israelí, me trataban así, qué no harían con las palestinas”, reflexiona Addario, que recibe a El País Semanal en la casa que comparte al norte de Londres con su marido y su hijo de cuatro años, Lukas. La llegada del niño, reconoce, ha alterado sus prioridades: “Sigo cubriendo zonas de guerra, pero intento fotografiar en sitios donde siento que puedo controlar el peligro. Me resulta muchísimo más difícil ver sufrir a niños. He fotografiado a muchos, víctimas de conflictos, guerras o enfermedades, y aunque me entristecía mucho, no comprendía la devastación que supone perder un hijo. Ahora, en cada foto, pienso: ‘¿Y si fuera Lukas?”.

2063audaces006
2063audaces005

En la primera imagen, soldados kurdos peshmerga destrozan un cartel del exlíder iraquí Sadam Husein, abril de 2003. En la segunda, talibanes paquistaníes, retratados en una zona tribal cercana a la frontera con Afganistán, julio de 2008. LYNSEY ADDARIO

En los últimos meses, Addario ha estado trabajando en series sobre los desplazados para The New York Times, sobre las mujeres en Arabia Saudí para National Geographic y sobre los rohingyas, un grupo étnico musulmán perseguido en Myanmar. Y luego, claro está, llegará la película. Steven Spielberg dirigirá a Jennifer Lawrence en la adaptación al cine de su autobiografía. “Es un poco surrealista”, admite. “Y muy halagador. Pero lo más importante es que, gracias al filme, muchísima más gente podrá comprender los conflictos que he documentado y las vidas de periodistas como mis colegas y yo”. Espera, de paso, que ayude a derribar el falso mito sobre los fotógrafos de guerra: “Todo el mundo cree que lo hacemos por la adrenalina, que la única razón por la que alguien cubriría una guerra es para huir de su propia vida. Pero no es así. En los campos de refugiados no hay adrenalina, solo tristeza”.

A primera vista, nadie diría que esta mujer menuda, cercana y de sonrisa fácil ha sido testigo de los mayores horrores que el hombre es capaz de cometer. “Vivimos tiempos particularmente tenebrosos. Pero yo tengo fe. A lo largo de los años, he fotografiado a gente que ha sobrevivido a los ataques más monstruosos y continúan teniendo esperanza. Si ellos lo han logrado, yo también puedo”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_