Juego de tronos
La serie es tan escatológica, que llega a niveles desconocidos de moralina
Empecé a ver la serie de televisión empujado por muchos motivos. Uno de ellos el ver a Pablo Iglesias enseñarle al rey Felipe VI el estuche que la contenía con una recomendación: que la viera. El rey la recogió con mucha educación, y ya no volvimos a saber nada, ni de si le había gustado o no. Me alegro porque así pude hacerme una opinión propia, sin mediatizar. La verdad es que ahora que he acabado de ver los capítulos que hay en el mercado me alegro doblemente, porque no me gustaría que el rey de España tuviera una opinión sobre Juego de tronos que influyera en la opinión de ninguno de los ciudadanos del reino.
Me sería muy difícil explicarle a mi mujer si me pillara viendo la tele con unas escenas de esta serie, si no fuera porque se ha hecho muy famosa y mucha gente discute su trama. Porque sin la marca y sin los elementos grandiosos que la convierten en una de las mayores superproducciones que se han visto jamás en la televisión, la serie es pornografía pura, alimento del instinto sadomasoquista, placer para bebedores de sangre fresca y comedores de carne prohibida. En realidad, es tan escatológica que llega a niveles desconocidos de moralina. Cada vez que se acaba un capítulo uno desea ver Blancanieves y los siete enanitos. Pero ve el siguiente, porque está muy bien creada la intriga que acompaña a los personajes, que no es otra que una muerte horrible asegurada por unos eficientes guionistas, seguramente documentados en alguna cárcel de máxima seguridad entre pederastas, violadores y asesinos en serie.
¿Pensaba nuestro político que el Rey iba a aprender algo de esta truculenta historia? Yo creo que la única enseñanza política de Juego de tronos es que la política es poder. ¡Pues vaya presupuesto para contarnos eso! En el Ayuntamiento de Marbella había todo eso con menos dinero.
Yo llego tarde, y tengo muy poca capacidad de convocar y desconvocar. Pero no puedo dejar de decir que esa serie es basura, de la que yo me he alimentado algunas semanas con fruición, pero ya me ha aburrido, y ya no me interesa saber qué tipo de muerte le espera a cada uno de los personajes unidimensionales a los que se rinde una producción fastuosa.
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