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¿Por qué se portan mejor con otras personas?

Muchos niños se comportan mejor con otros que con sus padres. La temporalidad y la adaptación de los niños son fundamentales

Cecilia Jan
Fotografía del libro "Abuelas de Plaza de Mayo para chic@s"
Fotografía del libro "Abuelas de Plaza de Mayo para chic@s" David Fernández (EFE)

Todavía me dura el estado zen después de una escapada de cuatro días en pareja, sin niños. Cuatro días con algo de trabajo, turismo (en la foto), comidas y cenas fuera y nueve horas seguidas de sueño cada noche... Cuatro días sin correr del trabajo a la guarde, de la guarde al cole, del cole a casa, sin pensar en qué preparar de merienda, sin baños ni cenas, sin rabietas. Pero también sin juegos, risas, besos o conversaciones trilingüe español-chino-lengua de trapo. Nuestro periodo de tiempo más largo sin niños desde que hace tres años y tres meses nació David.

Aparte de recargar pilas y disfrutar de un espacio propio con actividades de adultos, algo recomendable, como contábamos la semana pasada, para evitar caer en frustraciones y reproches, ¿cómo ha ido? Un ligero -ligerísimo- sentimiento de culpa, que quedó rápidamente diluido con la primera llamada a casa, cuando mi madre me contó que tanto David como Natalia, de casi dos años, se lo estaban pasando estupendamente, riéndose y jugando, sin preguntar por nosotros, sin pelearse ni enfadarse, comiendo de todo, durmiendo sin protestar... Y de ahí, dos dudas algo fastidiosas: ¿es normal esa capacidad de adaptación, que hace que, al menos aparentemente, no echen de menos a las personas que son el centro de su vida? Porque una cosa es que estén bien sin nosotros, pero hombre, ¿¿¿tan bien??? La segunda seguro que os corroe a muchos otros padres: ¿por qué se portan mejor con otras personas que con nosotros?

Javier Pizarro, educador infantil, me explica que los niños, cuando se encuentran en un "contexto de referencia, que ya conocen, en el que se sienten queridos y saben que serán atendidos", como es el caso de David y Natalia en casa de sus abuelos, "pueden sentirse mal un ratito, pero en seguida van a pasárselo bien". En este caso, además, ayuda la novedad, y que saben que van a hacer cosas divertidas con ellos. "Si los niños se quedan bien con alguien, contentos, es que han desarrollado un apego seguro, que confían en esa persona", explica Pizarro.

Por el contrario, aquellos niños a los que parece que les da igual quedarse con cualquier persona tienen un apego inseguro, inestable. "El que le cueste irse con un adulto desconocido es normal, es bueno, porque no sabe quién es, se da cuenta de que no es de su familia, de confianza".

Los críos también notan si los padres tienen esa confianza en la persona con la que se van a quedar. "Si confías en tu madre o tu suegra, transmites al niño esa seguridad, mientras que si te vas con resquemor, el niño lo nota". Otra forma de contribuir a la tranquilidad de los críos cuando los vas a dejar con alguien es hacerlo de forma gradual, aumentando el tiempo cada vez, ya que los pequeños no tienen el mismo marco temporal que nosotros, y no entienden conceptos como "volveré dentro de tres días".

Sea como sea, me sorprende lo fácilmente que adaptan su comportamiento según la persona con la que estén. Por ejemplo, si estoy con ella a la hora de la siesta o por la noche, Natalia no perdona la teta antes de acostarse. Pero en la escuela infantil o en casa de los abuelos, se duerme sin decir ni pío.

En cuanto a la segunda cuestión, por qué los niños se portan mejor con otras personas que con sus padres, hay varias razones, que posiblemente se mezclen:

Una de ellas, que ya hemos citado antes, es que cuando los abuelos, tíos, u otros familiares van a pasar un periodo corto de tiempo con los niños, lo normal es que hagan con ellos cosas divertidas y novedosas -David y Natalia juegan con arena y agua en el jardín de los abuelos-, mientras que con los padres, hay cosas que lo son y cosas que no, como recoger o ayudar a poner la mesa. "El día a día tiene actividades que son gratificantes, pero otras que no, y los niños tienen que aprender a convivir con ellas", recuerda Pizarro.

O, como explica la pedagoga y psicóloga Esther García en este artículo en Crecer feliz, "los límites son más flexibles. Un día es un día y los tíos o los padres de un amigo no le van a exigir las mismas responsabilidades que en su casa. Ellos no le van a pedir que deje de jugar para poner la mesa ni le van a regañar por quedarse un rato más en el parque. Y, curiosamente, si las reglas son más flexibles, hay menos enfados y menos negativas por parte de todos".

Efectivamente, en casa, donde trato, lo mejor que puedo, de educar, me encuentro demasiadas veces diciendo "no hagas esto", o riñendo a uno u otra por quitarse los juguetes, armar demasiado ruido o hacer algo peligroso. ¡Y eso que algunos dicen que soy una madre permisiva! A lo que se añade que, en el día a día, "los padres están más cansados, tienen el umbral de frustración más bajo", afirma Pizarro. Niños pequeños y poca paciencia en los adultos forman un cóctel explosivo que suele acabar en broncas y llantos.

El cole es otro sitio donde nos suelen contar que se portan muy bien, se lo comen todo y recogen sin rechistar. En este caso, explica este educador infantil, con una veintena de niños de dos a tres años a su cargo, ayuda mucho al buen comportamiento el que existan rutinas durante el día. Además, "los niños saben que mi atención está más repartida". Así que aunque hay rabietas , "se controlan más, porque no les compensa tanto como en casa, saben que no puedo dedicar toda la atención a su comportamiento" .

En fin, para consolarme, me quedo con la explicación del pediatra Carlos González en su libro Mi niño no me come: ¡que se portan peor en casa porque nos quieren más!

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Sobre la firma

Cecilia Jan
Periodista de EL PAÍS desde 2004, ahora en Planeta Futuro. Ha trabajado en Internacional, Portada, Sociedad y Edición, y escrito de literatura infantil y juvenil. Creó el blog De Mamas & De Papas (M&P) y es autora de 'Cosas que nadie te contó antes de tener hijos' (Planeta). Licenciada en Derecho y Empresariales y máster UAM/EL PAÍS.

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