Ver o no ver
Fotografiando sueños damos fin al pesar del corazón, a la angustia y a los miles de padecimientos que heredan nuestros míseros cuerpos
De nuevo se demoró mi viaje a Dinamarca. Reina en Barcelona la húmeda melancolía que, a mis ojos, constituye su esencia. Las callejuelas adoquinadas del casco antiguo todavía están tranquilas. Cual vulgar turista, me arrodillo para fotografiar la luz blanquecina acariciando las camelias de la calle Carabassa. Al fondo, la estatua de la Mercè ondea al viento su túnica de piedra. Mi encuadre no recoge la miseria ni la marginación ni la especulación que asolan el barrio.
Cual Hamlet redivivo, me pregunto: ver o no ver. Esa es la cuestión. ¿Qué es más noble? ¿Soportar los avatares de una realidad adversa o armar la cámara contra un mar de calamidades y desencuadrarlas? Fotografiar es soñar. Nada más. Fotografiando sueños damos fin al pesar del corazón, a la angustia y a los miles de padecimientos que heredan nuestros míseros cuerpos. He aquí el anhelado espejismo del consumo: fotografiar, soñar, tal vez comprar… la felicidad. Ahí está la dificultad. Es el torbellino de la miseria, el infortunio y el aburrimiento lo que nos ata al consumo de imágenes y productos.
Elevándome sobre unos taconazos, soporto los desdenes del taxista, el desprecio del intelectual soberbio, las congojas del amor desairado, la desidia de la academia, la insolencia del poder, la injuria del ignorante y los ultrajes inmerecidos. Voy a visitar Distinción. Un siglo de fotografía de moda (DHUB, hasta el 30 de abril), la primera colección pública de fotografía de moda del Estado español. Esta remarcable iniciativa del Museo del Diseño de Barcelona pone en valor la fotografía como estrategia de comunicación de moda y de creación del imaginario social. 38 autores españoles al servicio de una industria. Alguno dispara a matar.
Cautivada por sus sueños, me dejo transportar a escenarios improbables. Los tacones me atormentan. Si Hamlet advirtiera hoy a Ofelia sobre la imposibilidad de ser hermosa al tiempo que honesta, ella no se molestaría en defender la belleza, pues solo un loco confundiría el amor con una fantasía, la política con los partidos o la realidad con una fotografía. Lo nunca visto me detiene: imágenes transpuestas a otros lenguajes, para videntes e invidentes. ¿Cómo describir un rojo salvaje, el maravilloso satinado de la seda sobre la roca, el contraste del cielo lejano? Escucho una creativa grabación que retrata la imagen con hechos y poesía. Cierro los ojos: mis dedos recorren el relieve y las texturas de una serigrafía táctil. Ver o no ver. Ver con otros ojos, tal vez ser.
Regresaré al castillo de Elsinor. El resto es silencio.
Twitter: @patriciasoley
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