Aura Garrido: "Tengo momentos de meterme debajo del edredón y llorar"
La protagonista de 'El ministerio del tiempo' advierte: "Soy mujer y tengo un trabajo donde, en ocasiones, te convierten en una muñeca que mueven a su antojo"
En pleno 2016, Velázquez y Lorca se han convertido en trending topic y Lope de Vega vuelve a tener un buen séquito de groupies. Ambas cosas son consecuencia del mismo fenómeno: el éxito de la serie El ministerio del tiempo. En ella, cada lunes desde hace ya dos temporadas, los protagonistas viajan a través de los años protegiendo la vida de diferentes glorias nacionales. Su misión es que la historia patria llegue tal cual nos la han contado. Y sus tramas han conseguido enganchar a casi tres millones de espectadores de media, creando un fenómeno fan (mayor de edad) inaudito en la ficción de nuestro país. “Se han llegado a generar más de 50.000 tuits durante su emisión e instituciones como la Biblioteca Nacional nos piden los temas con antelación para tuitear en paralelo las referencias culturales”, dice Anabel Mateo, jefa de prensa de la serie.
Estoy muy feliz por cómo lo ha petado 'El ministerio...', pero tengo momentos de meterme debajo del edredón, ponerme a llorar y querer que todo el mundo me deje en paz
Aura Garrido es una de las protagonistas más aclamadas de esta serie, gracias al personaje de Amelia Folch, la primera universitaria española. Y para aprovechar el poco tiempo libre de que dispone, la cita con ella es en el propio plató donde graba la serie. Mientras los fotógrafos de ICON montan las luces, la estilista comienza a colocar en la sala de maquillaje la ropa que ha seleccionado. Justo en el momento en que esta saca de la maleta un culotte negro con liguero, entra Aura y su mirada, a prueba de deshielos, se clava en esa prenda.
“¿Perdón?”, exclama con guasa. “Eso está muy bien para una cena romántica, pero…”, y sin acabar la frase deja entrever que no está en sus planes ponérselo. A continuación se presenta simpática a todo el equipo y ve colgado un vestido rosa de Gucci que le divierte mucho más. “Parece una bata de Elizabeth Taylor. Me encanta”, dice. A sus 26 años, esta madrileña tiene muy claro lo que desea mostrar y lo que no. Y a lo largo de la mañana no perderá de vista su escote, las transparencias y el largo de su falda frente la cámara. “Soy muy pudorosa”, explica al tiempo que se sienta para que comiencen a peinarla. “Antes de rodar escenas íntimas puedo pasarme días sin dormir”, reconoce.
Hija de un compositor y una pintora, Garrido obtuvo su primera nominación al Goya (como actriz revelación en 2011 por su papel en Planes para mañana) a los dos años de debutar. “Y desde entonces ha sido todo vertiginoso”, cuenta mientras la interceptan para firmar un autógrafo antes de llegar al camerino y la chica de producción advierte que tiene 15 minutos para la entrevista. Todo está perfectamente medido en una escaleta. “Así es el ritmo de un rodaje”, añade a modo de disculpa.
Hace ya siete meses que empezaron a grabar los 13 capítulos de esta temporada de la serie y en pocos días finalizará. “¡Se tarda 12 días en grabar cada uno!”, recalca ella, de camino a su camerino. En la puerta, hay una foto suya en la que aparece bizca. Ya dentro, me pregunto si su año será este o si fue 2013. Entonces protagonizó dos de las producciones independientes más memorables: Los ilusos, de Jonás Trueba, y Stockholm, de Rodrigo Sorogoyen, por la que estuvo nominada al Goya como mejor actriz en 2014. “Creo que he tenido mucha suerte, aunque esta locura que estás viendo es mi vida”, explica, resolviendo toda duda de si un año supera al anterior. “He ido encadenando trabajos y todos muy bonitos. Pero también muy cansados”.
Por no tener tiempo, no ha tenido ni para dejarse cambiar por la fama que da entrar todas las semanas en la casa de millones de espectadores. “Como estoy trabajando todo el rato, no tengo vida social. Tampoco me arreglo casi nunca, por lo que la gente no me reconoce y no me para por la calle. Pero cuando sucede y me llaman por mi nombre me muero de vergüenza. Soy muy tímida y lo paso muy mal”, confiesa.
El 4 de marzo estrenó en la gran pantalla la película fantástica Vulcania, dirigida José Skaf, sobre una fundición de acero en un pueblo. Comparte cartel con su admirado José Sacristán y con Rubén Ochandiano. “La película tiene una atmósfera de angustia introspectiva e interpretaciones contenidas. Vamos, un tipo de cine que no suele hacerse y que te remueve pensamiento y entrañas”. Uno más para su largo currículo de personajes intensos.
En la vida real es otra cosa. Si uno cotillea su cuenta de Instagram descubre a golpe de pulgar sus pasiones: su profesión, sus amigos, sus gatos, la naturaleza, el Real Madrid… “Mi abuelo me crio en sus rodillas viendo los partidos del Madrid”, aduce. “Así que lo he heredado de él. Soy madridista, pero disfruto mucho viendo un buen encuentro, juegue quien juegue. En el rodaje de El cuerpo hice piña con el ayudante de dirección para presionar y que nos pusieran una tele. Incluso conseguí cuadrar el horario de la cena con un partido”, recuerda dejando escapar alguna risa.
Considero muy importante la lucha feminista. No por pelear por nuestra profesión sino por la cantidad de personas que verá y leerá esta entrevista. Nos convertimos en modelo para mucha gente, para bien o para mal, y no me gusta que me usen para vender un estilo de vida que no me parece real
Otra de sus aficiones es la lectura. “Mi libro favorito es Lolita. Posiblemente también sea el que más veces he regalado”. Ya que se ha adelantado, abordamos por otro lado: ¿ha pensado en un plan B por si todo va mal? “Todas las opciones que tengan que ver con una playa tropical me llaman”, bromea. Cuando se es actor, saber cuándo resultar impenetrable es una virtud.
Es imposible no preguntarle por ese modo de controlar su imagen. La sonrisa no se le borra de la cara cuando se autodefine como “muy guerrera”. “Muchas veces es un problema y no lo puedo evitar. Pero soy mujer y tengo un trabajo donde, en ocasiones, te convierten en una muñeca que mueven a su antojo. Por eso considero muy importante la lucha feminista. No por pelear por nuestra profesión sino por la cantidad de personas que verá y leerá esta entrevista. Nos convertimos en modelo para mucha gente, para bien o para mal, y no me gusta que me usen para vender un estilo de vida que no me parece real”.
Este pensamiento le asaltó hace un año, cuando un periodista le preguntó por sus referentes y se dio cuenta de que no tenía ninguno femenino. “¡Flipé!”, exclama. “Uno crece con lo que ve en la televisión, en los libros, en el cine, en las revistas… Por eso, para mí es muy importante aprender a decir muy claro qué quiero y qué no. Empezar a ganarme mi propio terreno. No quiero ser la chica fácil de la foto y no quiero convertirme en otra persona cuando hago entrevistas, que es un poco lo que a veces me pasa. Los hombres siempre pueden ser ellos pero a las mujeres siempre nos preguntan cosas de moda. Y yo no sé de moda”, concluye.
¿Esto es con lo que una sueña de pequeña? “Bueno, es parte de mi trabajo”, admite, dejando escapar otra risa. “Es muy bonito, pero hay veces que lo único que me apetece es que me den un día libre para quedarme en la cama durmiendo. Estoy muy feliz por cómo lo ha petado El ministerio..., pero tengo momentos de meterme debajo del edredón, ponerme a llorar y querer que todo el mundo me deje en paz”, admite. Entonces se refugia en su familia, en sus amigos, sus gatos, en el mar, en su montaña y en Mi calle, la canción de la banda Lone Star que últimamente le acompaña a todas partes.
Mi abuelo me crió en sus rodillas viendo los partidos del Madrid. Soy madridista, pero disfruto mucho viendo un buen encuentro, juegue quien juegue
No tiene grandes apegos a nada material, “excepto a los regalos de mis ex, que los guardo como los tesoros que son”, dice. Ni cree ser supersticiosa, aunque su número favorito sea el 13, haya tenido un gato negro y se eche la sal por encima cuando se derrama por la mesa. “Lo que sí necesito es tener todo ordenado geométricamente. Si me lo mueven, me pongo muy nerviosa”. En su estilo de vida hace gala de alimentarse bien. O por lo menos de intentarlo. “Este oficio conlleva mucho estrés y procuro compensarlo en casa comiendo casi todo orgánico. Eso no quiere decir que haga nada parecido a una dieta. Me atiborro a dulces, chocolate y guarrerías múltiples [de hecho, acaba de terminarse una bolsa de snacks con sabor a chile], pero en casa intento que lo que como sean productos menos procesados industrialmente. Todo tiene que ver con las opciones de vida que voy tomando. También uso cosmética de origen natural. Quiero hacer mi consumo más consciente, sin que este suponga sufrimiento animal ni humano”, explica.
Una voz desde el exterior del camerino exclama: “¡Chicas!”. Eso significa que se acabaron los minutos. La vida de Aura Garrido últimamente es así: correr a sitios donde todo el mundo la espera desde hace rato. Quizá no sea tan malo como suene. Quizá baste con compensarlo, como ella hace con inteligencia, con ratos un poco más amenos. “Uf, no sé si voy a tener mucho tiempo para descansar”, suspira, pensando en el futuro. Sin túneles del tiempo.
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