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El atasco que se cierne sobre los conductores de São Paulo

Los expertos pronostican que la megalópolis brasileña vivirá un embotellamiento histórico

Antonio Jiménez Barca

El pasado 17 de febrero a las seis y media de la tarde, descerrajó en São Paulo una tormenta tropical apocalíptica de las que se estilan aquí inundando avenidas, calles y conciencias. La ecuación fatídica hora punta + aguacero = macroatasco se ejecutó cumplidamente. El embotellamiento, también apocalíptico, de los que se estilan aquí, fue el —hasta ahora— más grande del año: 264 kilómetros de cola. Poco, si se compara con los 344 kilómetros que se registraron a las 19.00 horas del 23 de mayo de 2014. Todo apunta a que este registro negro se superará. Es más, hay expertos que pronostican que un día se producirá en São Paulo un embotellamiento tan grande que los coches quedarán pegados a las calles sin poder salir por ningún sitio, atrapados como ratones en un laberinto sin escapatoria.

La ciudad, de 11 millones de habitantes, es un modelo casi acabado de urbe concebida para el automóvil, atravesada de autopistas inhumanas y llena de edificios con aparcamientos privados. El metro es insuficiente y va abarrotado en horas punta. Los autobuses hacen lo que pueden, que es más bien poco. Además, es difícil ejercer de peatón: los automovilistas, verdaderos reyes de la calle, respetan poco los pasos de cebra. Los conductores más cívicos se ven obligados a invadir continuamente la acera para acceder a sus aparcamientos, instalados debajo de sus edificios, o a los aparcamientos de cualquier comercio o de cualquier bar. Caminar por estas calles es un deporte de riesgo que no recomiendo a los más distraídos.

El alcalde, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), lucha contra el monstruo creciente instalando carriles para autobuses y vías exclusivas para bicicletas. También rige un turno rotatorio de forma que uno, dependiendo del número de su matrícula, solo puede circular determinados días. Hay, claro, tipos ricos que disponen de dos coches para burlar la norma. Hay tipos más ricos aún que se desplazan en helicóptero.

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Estas medidas, en cualquier caso, no bastan y el atasco perfecto se acerca día a día. Estaremos atentos.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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