Dinámica perversa
La falta de acuerdo político agrava los efectos de la crisis de los refugiados
Europa ha entrado en una de esas dinámicas en las que la ausencia de voluntad política para resolver un problema crea las condiciones para que este se agrave, y esa escalada contribuye a su vez a dificultar la solución. Así se pudo constatar el viernes en relación a la crisis de los refugiados tras la sesión de seis horas mantenida por los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, que terminó sin avances significativos y con un intercambio de reproches mutuos que refleja el atasco en el que estamos. El repliegue a soluciones nacionales para hacer frente al problema, lejos de contribuir a encauzar la crisis, lo que hace es agravarla.
En esa línea está la decisión anunciada en la cumbre por Austria de sellar sus fronteras y limitar de forma unilateral la entrada diaria de refugiados a 3.200, y a 80 el número de peticiones de asilo. Tras reaccionar positivamente el año pasado a la llegada de migrantes, el cambio de política de este país refleja muy bien la dinámica en la que se ha entrado. Impotente a la hora de lograr articular una política común de asilo y una gestión conjunta del problema, Bruselas trata de acotar las consecuencias de la crisis presionando a los países limítrofes para que contengan la avalancha en sus territorios. Esa es la razón del ultimátum dado a Grecia para que controle mejor sus fronteras; de lo contrario, facilitará que los diferentes países establezcan controles fronterizos.
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Pero todos saben que Grecia, aunque se esfuerce por mejorar esos controles, no puede afrontar sola semejante desafío. Y lo único que conseguiría la suspensión de los acuerdos de Schengen que permiten la libre circulación de personas es que los contingentes de refugiados que van a seguir llegando caigan exclusivamente sobre las espaldas de los países fronterizos, especialmente Grecia e Italia. Si Europa en su conjunto no se ve capaz de asumir el problema, ¿cómo se espera que lo hagan unos pocos países?
Es lamentable que el único punto de acuerdo entre los mandatarios fuera la necesidad de insistir a Turquía para que haga de dique de contención ante el drama humanitario que plantea el conflicto de Siria; con ese objetivo se acordó celebrar una cumbre en Ankara en marzo. Y muy de agradecer, en cambio, que pese a la creciente oposición interna y el boicot declarado de los países del Este, la canciller alemana Angela Merkel mantuviera su apuesta por una solución conjunta y solidaria, y se mostrara firme partidaria de preservar los acuerdos de Schengen. Europa debería hacer lo posible para levantar cuanto antes las actuales excepciones al tratado que han permitido cerrar algunas fronteras en la ruta que siguen los migrantes hacia Alemania y Suecia.
Hay un problema objetivo: la llegada masiva de refugiados; y un factor agravante: la ausencia de voluntad política para lograr una solución concertada. Eso causa un miedo creciente de la población al descontrol, a que haya oleadas imparables, lo que justifica el discurso xenófobo del populismo radical. Para contrarrestarlo, los partidos que gobiernan reaccionan aplicando medidas restrictivas, algo que en lugar de resolver el problema, lo agudiza. Necesitamos líderes con visión de futuro capaces de romper esta difícil espiral.
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