Miguel Á. Silvestre: "Veo los problemas que hay con los gais fuera y digo: 'Mi país es maravilloso"
Karaoke por Ricky Martin, nueva vida en Los Ángeles, el secreto de su madre, la homosexualidad, su nueva serie... El actor habla de todo y claro
“Lo mejor cuando uno empieza a encontrarse mal es comerse un diente de ajo crudo. No falla”. Quien vende semejante remedio no es un venerable boticario, ni una centenaria abuela, ni la clásica madre universal. Es ni más ni menos que Miguel Ángel Silvestre (Castellón, 1982), el galán que, hace unos años, tuvo enamorado a media España; la otra, simplemente, le envidiaba. Eso sí, para agrado de los seguidores, placer de los biógrafos oficiosos y coherencia de la leyenda, la anécdota se remata con un broche digno de unas memorias de seductor. Así, el exDuque (su personaje en la serie Sin tetas no hay paraíso) relata cómo un día, al sentir que estaba poniéndose enfermo, comió varios de esos milagrosos ajos. Acto seguido, recibió la llamada de una muchacha detrás de la que andaba hacía un tiempo y que, por fin, parecía caer rendida a sus encantos. Se ve que la ley de Murphy también afecta a los sex symbols. Pero no se asusten: por supuesto que, tras mil desoladoras búsquedas en Google sobre cómo acabar con el mal aliento, la aventura terminó bajo las sábanas.
Ha llegado un momento en el que me siento un tanto desesperado con la situación política española: ya no sé en qué lugar colocarme. Todo parece cambiar tan rápido
Silvestre acaba de iniciar el cosmopolita rodaje de la segunda temporada de Sense8, esa serie de ciencia ficción de los hermanos Wachowski –los de Matrix– para Netflix que conecta a diversos personajes a los que les pasan muchas cosas, algunas muy lúbricas, a través del espacio. Miguel Ángel estará gran parte del año viajando para rodar en distintas ciudades, y echando de menos no sabemos si España o Los Ángeles, su nueva residencia. A su madre, seguro que sí. Le pillamos de paso en Madrid, donde le fotografiamos con la nueva colección de primavera de Dior Homme.
Durante la sesión de fotos ha estado usted muy pendiente del sello que lleva en uno de sus dedos. ¿Algún simbolismo especial? Mi madre y yo tenemos una relación muy bonita. Este año nos hemos podido ver muy poco, así que antes de empezar con todos los viajes, ella y yo nos dimos unos días para nosotros en Benicàssim [Castellón] y en uno de los paseos, dijimos: “Tenemos que tener algo que nos conecte a los dos”. Ella conserva todos esos regalos que se hacían antes, en plan una medallita de oro por la comunión. Cogió y fundió todo ese oro e hizo dos sellos que son el símbolo de la familia. Le pedí a mi amigo T. Diary, que hace unos dibujos muy sencillos y muy bonitos, que hiciera una ilustración basada en una serie de recuerdos que mi madre y yo compartíamos. Luego le grabé una palabra significativa en su sello y ella hizo lo mismo en el mío. Cuando mi madre vino al estreno de Sense8 en San Francisco, hicimos el choque de sellos y esa conexión ya está de por vida. Me lo pongo todos los días.
Habla usted de los Wachowski con total naturalidad, pero imagino que debió ser cuando menos exótico acabar en sus manos, ¿no? El día que nos conocimos todos, ellos hicieron una fiesta en casa de Lana Wachowski en San Francisco. A ellos les encanta hacer fiestas con karaokes, que a mí siempre me ha parecido lo más aburrido del planeta, pero bueno. Allí estaba el karaoke y tuve que cantar a Ricky Martin. Yo hubiera preferido al Cigala, la verdad. El caso es que yo no quería cantar. Bailar, lo que me eches, pero cantar… Canto muy mal. Además, me estresa un poco tener que estar siempre defendiendo las expectativas que ellos tienen de un latino, que si eres apasionado, que si eres ardiente… Y si no eres así, te miran como diciendo: “Ay, pensábamos que ibas a ser más…”. En ese sentido, mi personaje en Sense8 es un poco eso: un tipo que celebra mucho su masculinidad porque está asustado y no quiere mostrar su homosexualidad.
Hablando de Lito, su papel en la serie, las escenas homosexuales fueron algo más que comentadas en Estados Unidos. ¿No resulta muy anacrónica tanta polémica? Cuanto más viajo, más orgulloso me siento del país donde vivimos, de nuestra personalidad. Nosotros sufrimos una fortísima opresión en la dictadura, pero gracias a grandes artistas como Pedro [Almodóvar], que han trabajado tanto en la celebración de la autenticidad con sus personajes, hemos avanzado mucho. Y mi generación pertenece a todo eso. Cuando viajo y veo los problemas que hay con la homosexualidad y su aceptación en otros países, pienso: “Hostias, vengo de un país maravilloso. Venid a mi país para saber lo que es la libertad”. En nuestra personalidad hay cosas espectaculares que echo mucho de menos y de las que me siento muy orgulloso. Cuanto más lejos, más me doy cuenta y más las añoro.
Cuando viajo y veo los problemas que hay con la homosexualidad y su aceptación en otros países, pienso: “Hostias, vengo de un país maravilloso. Venid a mi país para saber lo que es la libertad
Y, desde fuera, ¿cómo se ve el terremoto político que estamos viviendo? Me siento totalmente desubicado. Tengo una sensación, ni siquiera un juicio. Cuando las situaciones son tan críticas, tienes que hacerte doctor honoris causa del tema para tener una opinión. No sabría dar una valoración política con cierto sentido porque no le dedico las mismas horas que, por ejemplo, a tocar el saxofón. O sea que no tengo ni puta idea. Ha llegado un momento en el que me siento un tanto desesperado: no sé en qué lugar colocarme. Todo parece cambiar tan rápido.
Iba usted para tenista, pero algo pasó por el camino. ¿Qué le hizo cambiar de idea? Ahora veo que, en realidad, lo que yo quería entonces era machacar a mi hermana al tenis, pero era imposible porque tiene un talento arrebatador. Ella me ha ganado toda la vida a todo y a mí me dolía mucho porque mi hermana es el ojito derecho de mi padre. Pero si algo tenía yo era la constancia y pensé que la única manera que tenía de ganarla era entrenando el triple. Estoy convencido de que la preparación y la constancia son básicos para desarrollar el talento.
Supongo que esta máxima suya también es aplicable a su oficio de actor. Creo que la fidelidad que le tengo a la actuación no se la he tenido a ningún otro tipo de disciplina, y eso me hace disfrutarlo mucho. Si me propongo aprender a tocar el saxo, me olvido de todo, duermo cuatro horas y durante dos años estoy a tope con eso hasta que por fin ya lo sé tocar y digo “hasta aquí”. No lo vuelvo a tocar y ahí lo dejo, abandonado y criando polvo. Lo mismo me pasó con la guitarra, con lo de patinar, con el surf, con el boxeo…
Espero que no le suceda lo mismo en materia amorosa. Soy bastante intenso, pero no, esto no es algo que me pase en cuestiones sentimentales. Y como pongas que sí, me hundes. Porque si no, a partir de ahora, cualquier chica me dirá: “Sí, sí, esto me lo dices ahora, pero ya veremos dentro de cinco años” [risas].
En cualquier caso, esta situación de viaje continuo en la que vive ahora no parece favorecer mucho la estabilidad sentimental. A mí me gusta mucho estar solo, aunque también a ratos estar muy acompañado. Pero me encanta viajar, ir solo a sitios donde nadie te conoce y tú puedes definirte como quieras. Me parece algo muy estimulante. El hecho de no tener nada que perder. Estar solo en un bar en Islandia y poderte acercar a alguien y conocerlo siendo quien tú quieras ser es maravilloso. En la vida, uno primero ha de convencerse a sí mismo de quién es y luego, a los demás. Cuando todos están convencidos, ya eres esa persona. Lo bueno de viajar y de no conocer ni que te conozcan es que, en el momento en el que decides que eres otro, lo eres.
Me estresa un poco tener que estar siempre defendiendo las expectativas que en EE UU se tienen de los latinos. que si eres apasionado, que si eres ardiente...
¿Sigue pesando mucho en su físico? ¿Requiere mucho esfuerzo mantener esa imagen de galán que le lanzó al estrellato? Bueno, corro, boxeo y hago surf. A veces, hago pesas, siempre en función del personaje que tenga que interpretar. Pero sí, intento mantenerme en forma, aunque más porque quiero seguir caminando recto que por otra cosa. Me gustaría tener esa elegancia caminando que no tengo porque uno de los pies se me abre. Almodóvar [con quien rodó Los amantes pasajeros] siempre me decía: “Ahora vamos a hacer una toma, pero ¿te importaría dejar el caballo a un lado?”. Tiene toda la razón: en los planos frontales, cuando voy caminando, parezco un cowboy. En cualquier caso, yo necesito hacer deporte, generar endorfinas, sentir el poder del mar, la adrenalina, y vivir ese instante que te obliga a estar ahí a tope. Con estos deportes me olvido de todo.
¿Y con qué más alcanza ese estado? Cocinando. En general, soy una persona muy impulsiva y a veces carezco de paciencia. Y la cocina requiere paciencia. Así que me va muy bien. Me hipnotiza. Pero es verdad que si estoy triste no puedo ni intentarlo, tengo que estar de subidón para cocinar. Es un acto de amor increíble. Cuando alguien cocina para ti es el mejor regalo.
Y si es un táper, ya… Un buen táper, sí. ¡Insuperable!
Esta entrevista está publicada en el número de ICON de febrero, actualmente en los quioscos.
Realización: Josie. Peluquería y maquillaje: Piti Pastor (Ana Prado). Asistente de fotografía: Orlando Gutiérrez. Asistente de estilismo: Silvia López de Mingo. Producción: Mayca Márquez. Agradecimientos a La Vaquería Montañesa, Madrid.
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