Proteger en tiempos revueltos
Escribe María José Agejas @mjagejas, desde Bria (República Centroafricana).
Ali Mehmet, miembro del Comité de Protección de Oxfam Intermón. Imagen de María José Agejas.
Lo mismo tratan de hacer entrar en razón a un marido que golpea a su mujer que llevan al hospital a una joven violada. Dan consuelo a los niños de la calle, denuncian los asaltos que sufren cotidianamente los mineros que trabajan en la extracción de diamantes o explican a las mujeres que la violación conyugal es eso, una violación.
Son los integrantes de los comités de protección en la ciudad de Bria, “la centelleante”, una ciudad cuyos habitantes subsisten del trabajo en las minas de oro y diamantes, lo que no quiere decir como ya se imaginan que naden precisamente en la abundancia.
Con sus 35.000 habitantes Bria, como otras partes de la República Centroafricana, es una ciudad en la que no hay casi policías ni gendarmes. El juez se fue al inicio del conflicto, en 2013, y apenas acaba de volver. Como consecuencia cuando se sufren actos de violencia de cualquier magnitud no hay en la práctica mecanismos legales para defenderse. “Hay mujeres que van y ponen la denuncia en la gendarmería”, me cuenta Romarie, el presidente de uno de los comités, “pero en la actualidad no hay un sistema de justicia que esté funcionando, así que los gendarmes guardan la denuncia en un cajón”.
¿Qué hace Romarie? “Yo trato de aconsejarles que no hagan mal a las mujeres, porque las mujeres son las mamás de la casa y no hay que amenazarlas. Ellos me responden que es su derecho, pero yo trato de sensibilizarles y les digo que un día la justicia hará su trabajo”.
Cada uno tiene sus métodos. Michel, ya mayor y peso ligero, explica suavemente: “si ves que el tipo es muy fuerte te retiras un poco. Y luego, cuando está más tranquilo y la cólera ha disminuido te puedes acercar. Pero cuando están enfadados no, porque no respetan”.
La organización comunitaria y la autogestión son grandes formas de compensar la ausencia del estado, y ayudan a estructurar sociedades cuyo tejido está desgarrado por la pobreza o la violencia. Oxfam Intermón trabaja mucho este aspecto de liderazgo en situaciones de crisis como la que vive la República Centroafricana. Todas las actividades involucran a sus beneficiarios y a los vecinos. Si se arregla un pozo, se crea un grupo para vigilar la instalación o para explicar a la gente medidas básicas de higiene a la hora de utilizarlo. Si se ponen letrinas en un instituto, se organizan brigadas de estudiantes voluntarios que se ocupen de concienciar sobre su buen uso. Si se quieren hacer cursos de protección, los trabajadores se reúnen con vecinos, comités y autoridades locales para que sean ellos los que expliquen la problemática concreta y sean ellos los que decidan qué tipo de formación necesitan.
Los miembros de los comités suelen ser luchadores, aguerridos y voluntariosos, y dispuestos a romper tabúes. Por ejemplo, y volvemos a Bria, Ali Mehmet, un barbudo con chilaba que se deja la piel para que las madres impidan la mutilación genital femenina de sus hijas. “La comunidad lo considera una costumbre y piensa que realmente hay que hacerlo, creen que si no el día de mañana cuando sea una mujer no se sentirá respetada ni tendrá credibilidad”. Mueve la cabeza, y añade triste pero paciente: “va a tomar tiempo cambiar la costumbre, paso a paso”.
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