Capitalismo mediterráneo y pirámides chinas
Ding Ning involucró en un fraude financiero a más de un millón de conciudadanos y 7.000 millones de euros implicados
Si Max Weber levantara la cabeza intentaría probablemente establecer alguna distinción precisa entre capitalismo mediterráneo y capitalismo del norte de Europa. Algo así, valga el brochazo, como distinguir entre capitalismo calvinista y capitalismo católico. Las diferencias saltan a la vista y quien no las aprecie no tiene más que recordar a José María Ruiz Mateos, marqués de Olivara (un título de la República de San Marino, por cierto), para entender la profundidad del abismo que los separa. Pero ¿y los países que hoy, de forma extravagante, están accediendo, cucharada a cucharada, al capitalismo después de decenios de navegar por otros modelos económicos? ¿Qué modalidad teológica de capitalismo seduce en China, por ejemplo?
Pues sucede que Pekín empieza por aprender el modo mediterráneo de la economía de mercado (no es exactamente lo mismo que capitalismo, pero supongamos que sí). Las autoridades chinas (las de orden público, por supuesto) han desmontado una estafa piramidal —ya saben, los intereses del primero que aporta se pagan con el dinero del último— organizada rápidamente por Ding Ning, un empresario chino de 34 años que involucró en el invento a más de un millón de conciudadanos y 7.000 millones de euros implicados. El sistema era un negocio de préstamos entre particulares online. Ezubao, la empresa estafadora, ofrecía rentabilidades de casi el 15% para los capitales invertidos, el señuelo más viejo del mundo (¿verdad, Bernie Madoff, maestro piramidal con más de 17.500 millones de dólares distraídos?). Para los antropólogos de la corrupción quede el dato de que el fraude se montó en apenas 18 meses y los truculentos detalles de la investigación, que incluyen la búsqueda de bolsas con documentación enterradas a más de seis metros de profundidad. Carnaza para el CSI.
Se aprenden antes las mañas que las reglas del juego; antes se llega al timo que a las normas transparentes de operación; el capitalismo siempre progresa por el lado más oscuro. Por añadidura, la economía china parece traumatizada por un cambio de modelo difícil de asimilar. El trasfondo en el que se intenta saltar desde un socialismo de cúpula dominante al capitalismo primordial es sumamente confuso. El sistema bancario chino se parece a un agujero negro, porque en él no cuentan las leyes de la oferta, la demanda o la solvencia elemental; el shadow banking a la pata la llana (las calles hierven de particulares prestándose entre sí) oscurece cualquier intento de racionalización financiera; y las Bolsas estan funcionando como un predio para espabilados con carnet político con la policía y el Ejército como agentes de seguridad.
Una interpretación verosímil, aunque bufa, de la crisis bursátil asegura que los mercados de acciones chinos operaban como un casino particular de los más ricos entre la clase dirigente; cuando los precios empezaron a desplomarse, instaron a las rentas medias a participar en el marco especulativo; en cuanto afluyó el dinero de los 90 millones de recién llegados, la élite vendió sus acciones a toda prisa para evitar las pérdidas. En China, al parecer, abundan las pirámides.
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