12 fotosCuando el lesbianismo era tabú en HollywoodMucho antes de que Hollywood bendijera Carol , la homosexualidad femenina tuvo que recorrer un espinoso caminoCarlos Gámez05 feb 2016 - 18:30CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceLa coartada histórica, aquí en el papel de la recia monarca escandinava, le sirvió a Greta Garbo para demostrar lo bien que le sentaba tanto el vestuario masculino como los lujosos vestidos que Adrian le realizaba para sus películas en la Metro. Los besos con los que la Reina Garbo obsequiaba a alguna de sus súbditas no pasaron por alto en la pantalla para los detectores de señales sáficas.Las manos de Mrs. Danvers - hipnótica y poderosa Judith Anderson- acariciando la ropa interior de la difunta Rebeca formaron parte del imaginario del espectador español de la postguerra junto al guante de Rita Hayworth en Gilda y el bayón de Silvana Mangano en Ana. Décadas despues, la autora de la novela Rebeca, Daphne du Maurier, sería objeto de un biopic relatando sus inclinaciones lésbicas y amores llenos de romanticismo por la millonaria americana Ellen Doubleday y la actriz de Broadway, Gertrude Lawrence.En el horizonte de una sociedad donde la homosexualidad en femenino-o en masculino-continuaban invisibles y catalogadas como enfermedades, no es extraño que algunos vieran en el personaje de la legendaria cowboy Juanita Calamidad una suerte de pionera transgresora a pesar de todo el almíbar hollywoodense. ¿Que quería decir Doris Day cuando cantaba a su “Secret Love”.A Barbara Stanwyck le tocó en suerte encarnar uno de los primeros y ya definidos personajes lésbicos en la pantalla. Como objeto de su deseo-y perdición- la exmodelo y ahora actriz Capucine paseando su estilo New Look por un burdel de Nueva Orleans. Estrenada a principios de los años sesenta recibió las calificaciones más severas por atentar a la moral y a las buenas costumbres. Puestos a recordar, nos seguimos quedando con los titulos de crédito de Saul Bass y la banda sonora de Elmer Bernstein.Las robustas figuras femeninas de Joan Crawford y Mercedes McCambridge acaban sobresaliendo sobre el resto de los personajes masculinos dentro de una historia y de un western bastante atípico y surreal, donde las protagonistas –en faldas o pantalones vaqueros-constituyen los auténticos prototipos del género y de la épica del western.“Esta obra podrías llevarnos a todos a la cárcel”. Fueron las palabras del director del teatro de Nueva York cuando vio la escena de la confesión, con el reconocimiento del amor de una mujer por otra. Escrita por Lillian Hellman sería todo un éxito y trasladada a la pantalla en dos ocasiones. Puritanismo, denuncia social y lesbianismo-con penitencia incluida- que reunía en la segunda versión a una Audrey Hepburn a la búsqueda de nuevos horizontes y a una Shirley McLaine recién salida de El apartamento como la victima del “amor oscuro”.En la serie ya había aparecido la legendaria Lotte Lenya (Desde Rusia con amor) como una perversa agente de la organización Spectra que le tiraba los tejos a la bella Daniela Bianchi, pero será el personaje de Pussy Galore-interpretado por Honor Blackman- la primera heroína de la saga Bond que muestre orgullosa sus inclinaciones sexuales frente al siempre machista agente con licencia para matar.Hollywood se abría poco a poco a nuevos frentes y temáticas hasta entonces prohibidas o marginales y la figura femenina de la lesbiana adquiría nuevo estatus en la bella modelo Candice Bergen para su debut en la pantalla. La novela de Mary McCarthy preludiaba futuras asociaciones femeninas que tendría su explosión en las chicas de Sexo en Nueva York. En esta ocasión la víctima y difunta no era la protagonista lesbiana.Anouk Aimée, la que fuera una de las musas de la Nouvelle Vague y de Federico Fellini, se mudaba al género peplum como la perversa y depravada reina de las impías urbes de Sodoma y Gomorra y pagaba sus pecados como el resto de los habitantes de las ciudades bíblicas con su muerte y extinción bajo el fuego divino.Adaptación cinematográfica de la obra homónima que había triunfado en el teatro y donde Beryl Reid volvía a repetir en el papel de una lesbiana alcohólica y colérica y actriz en extinción de telenovelas. Rodada en el Londres de los años del Swinging London, contenía, entre otras audacias, una secuencia rodada en un famoso club de lesbianas de la ciudad, The Gateways.Dejemos por un momento Hollywood y los habitantes de la casa encantada para trasladarnos a la vieja Europa en una de las secuencias más celebradas del cine europeo de los años 70: el tango entre Dominique Sanda y Stefania Sandrelli en una sala de baile del París de los años 30 bajo la sombra amenazante del fascismo. La fotografía de Vittorio Storaro inmortalizaba la secuencia.La bella y glacial Catherine Deneuve era la encargada de seducir a Susan Sarandon en una atmosfera refinada y decadente a medio camino entre el Vogue y el porno-chic profetizado por el fotógrafo Helmut Newton. La representación del lesbianismo en la pantalla perdía marginalidad para ganar a cambio visibilidad y grados de sofisticación.