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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

La salud y todo lo que importa

Por Belén de la Banda, periodista

Durante los últimos meses he tenido la oportunidad de visitar como paciente y como acompañante varios centros de salud, centros de especialidades y hospitales públicos en mi entorno. Afortunadamente, mis males no eran graves en absoluto, y estar allí con cierta tranquilidad me ha permitido asistir a muchas escenas diferentes que me han abierto (aún) mucho (más) los ojos.

Lo que he visto es, básicamente, un tesoro. Un sistema sanitario capaz de atender con eficacia, rapidez y humanidad, a un número y variedad enorme de personas, con una gran diversidad también de circunstancias que en cada momento formaban un inmenso retablo de la salud, de la falta de salud, y de las personas que cuidan de la salud.

En una de las ocasiones estaba frente al mostrador donde se recibían las urgencias. A mi lado, en una camilla, yacía una anciana que no recordaba qué medicación había tomado antes de sufrir el episodio por el que la habían traído en ambulancias. Vi a doctoras, enfermeros y auxiliares desplegar de forma automática, discreta y cariñosa todos los recursos detectivescos para ubicar a su familia, hasta saber exactamente cuáles eran los diferentes medicamentos, y buscar la explicación y la solución. Vi auténtica preocupación en los profesionales, y auténtico alivio cuando lograron estar seguros de lo que había pasado y tomar las decisiones necesarias para estabilizarla y subirla 'a planta'.

Vi llegar camillas empujadas por paramédicos, pacientes jóvenes que habían tenido accidentes de tráfico, personas enfermas con diferentes crisis, mayores con caídas y desorientacón. Y vi profesionales de todos los niveles escuchando atentamente, colgando sueros, inyectando medicamendos, resolviendo dudas, organizando tratamientos, animando. Repitiendo las pruebas hasta que se confirmaba el resultado, siguiendo la evolución hasta que tenían la seguridad de que la crisis había pasado. Sonriendo con alegría y alivio ante cada una de las personas que salíamos con el alta bajo el brazo.

También he asistido al trabajo de un equipo de cirugía ambulatoria, me ha parecido ver un trabajo entre relojería y orfebrería fina. Cada persona que llega -y normalmente se va en el mismo día- despierta un absoluto ballet en el que cada cual tiene su función y sus prioridades. Incluso las personas de prácticas, incluso las y los pacientes. Y sus familiares. Esa mañana estaban contentos porque todo iba bien. Niñas y niños que debían ser operados eran recibidos con cariño y ánimo, y mostraban una increíble valentía.

No podía evitar acordarme de muchos amigos que, hace años, en Perú, renunciaban a ir al médico porque sabían que no tendrían dinero suficiente para pagar las medicinas que les recetarían. O de las operaciones que se postponían una y otra vez hasta que la paciente lograra adquirir todo lo necesario (desde una gasa hasta la lente para una cirugía oftalmológica). Nada estaba incluido, la salud era inaccesible para quien no pudiera pagar una buena atención o un buen seguro. También recordé a Ernie y Eliot, dos personas valiosas, peruanos que vivían aquí y a quienes se les privó del tratamiento necesario por las medidas de exclusión sanitaria.

Estas últimas experiencias me reafirman en algo que no es nada original, pero no puedo evitar que me impresione cuando lo vivo en primera persona. La salud, especialmente desde el punto de vista de la prevención, y también de la atención a las personas más débiles, debe ser un derecho conocido y reconocido por todos. Hemos vivido tiempos de negación del sistema, de recortes terribles en algunos centros. Asegurarse de que exista un sistema de salud disponible para todos y todas, como ha hecho el Ayuntamiento de Madrid con su campaña.Para poder decir que en este país tenemos salud, la inclusión sanitaria debería ser una de las primeras prioridades de un nuevo Gobierno. Porque la salud importa, y con ella llega todo lo que de verdad importa.

Comentarios

Estoy de acuerdo en parte del post, pero en cuanto apersonas atendidas extranjeras y africanas, la mayoría son marroquies o del norte de Africa, he visto pocos negros en los centros de salud, quizás los que tengan papeles, pero son pocos.
Muchos contratan pólizas de seguros por fallecimiento con repatriación para poder volver a su país junto a los suyos.
Estoy de acuerdo en parte del post, pero en cuanto apersonas atendidas extranjeras y africanas, la mayoría son marroquies o del norte de Africa, he visto pocos negros en los centros de salud, quizás los que tengan papeles, pero son pocos.
Muchos contratan pólizas de seguros por fallecimiento con repatriación para poder volver a su país junto a los suyos.
Estoy de acuerdo en parte del post, pero en cuanto apersonas atendidas extranjeras y africanas, la mayoría son marroquies o del norte de Africa, he visto pocos negros en los centros de salud, quizás los que tengan papeles, pero son pocos.
Muchos contratan pólizas de seguros por fallecimiento con repatriación para poder volver a su país junto a los suyos.

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