Líbano, próxima estación: esperanza
Día a día, un país más verde, que apuesta por una economía más sostenible y baja en carbono, va adquiriendo visos de realidad
Aterrizo en el aeropuerto Rafic Hariri de Beirut —que toma su nombre del presidente libanés asesinado en 2005— y me adentro en la ciudad, milenaria (unos 5.000 años de historia), vibrante, rebosante de vida y diversidad —Beirut ha sido históricamente una de las grandes capitales intelectuales del mundo árabe—, hoy con esa belleza que otorga la decadencia bien llevada. Ciertos aspectos, salvando las distancias, me recuerdan a Lisboa. Otros a Sarajevo.
Líbano, conocido durante muchos años como la Suiza de Oriente Próximo, cuenta hoy con 4,4 millones de libaneses (poco más de la mitad de la población de Andalucía, que tiene 8,4 millones) y cerca 1,2 millones de refugiados sirios en estos momentos, asegura ACNUR. Suponen el 25% de su población. En la Unión Europea, con 500 millones de habitantes, la equivalencia de los que vienen con respecto a nuestra población no llega al 1%, y sin embargo hemos fracasado estrepitosamente a la hora de organizar su acogida.
El magnetismo y la belleza de Beirut conviven con los mil y un problemas que tiene el país, no se me escapa. Hay tensiones en la frontera con Siria, tensiones con Israel, tensiones entre libaneses (hay zonas del país con problemas muy graves de convivencia entre chiíes y suníes, por decirlo suavemente), y entre la población y las autoridades, como pasó hace cinco meses con aquella huelga de basuras. En noviembre pasado, justo antes de los atentados de París, tuvieron lugar aquí los atentados terroristas más mortíferos de los últimos 25 años. Esta es, por desgracia, la situación que vive ahora mismo la ciudad.
En Europa solemos pecar de creernos más y mejor formados que nuestros vecinos de la orilla sur del Mediterráneo, y no necesariamente es así
A la mañana siguiente me desplazo a Trípoli, la capital de la región norte del país, donde gracias a la asociación empresarial de la ciudad (BIAT es su acrónimo), que ejerce de socio local, voy a estar una semana con un grupo de profesionales libaneses, transfiriéndoles una metodología para formar a emprendedores locales del sector ambiental e impulsar la creación de negocios sostenibles, que un equipo de consultores hemos estado preparando los meses precedentes. Formación de formadores, en síntesis. Se enmarca en el Plan de Acción para el Mediterráneo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, financiado por la Unión Europea a través del programa SwitchMED, que gestiona SCP/RAC. Este equipo de consultores ya hemos estado en Argelia, Túnez, Marruecos y Palestina, y tras esta semana en Líbano acudiremos a Jordania, Egipto e Israel. El proyecto está orientado a favorecer la creación de negocios sostenibles en el norte de África y Oriente Próximo, fortalecer el tejido productivo y empoderar a las comunidades locales. Algo muy necesario en esta parte del mundo, es evidente.
Llama la atención el elevado nivel profesional, cultural, de conocimiento de idiomas, el perfil abierto y cosmopolita que exhiben las personas destinatarias de estas formaciones. Supone una cura de humildad importante, pues en Europa solemos pecar de creernos más y mejor formados que nuestros vecinos de la orilla sur del Mediterráneo, y no necesariamente es así. El nivel de muchos libaneses es extraordinario, y lo mismo se puede decir de las experiencias previas en los países del Magreb. En el caso libanés, el nivel educativo de los profesionales que están con nosotros, muchos de ellos formados en el extranjero, se explica al menos parcialmente por el sistema de becas puesto en marcha por la Fundación creada por el expresidente asesinado, figura tremendamente respetada en el país.
Se vuelcan con nosotros. Nos acompañan y guían por pueblos y parajes de una belleza sin igual; repasan e ilustran su historia y cultura milenaria, mientras disfrutamos de su extraordinaria gastronomía en ciudades imponentes como Batroun o Byblos (fundada alrededor del 5.000 antes de Cristo), cuna de la civilización en el Mediterráneo. De estas costas partieron los que luego acabarían fundando Cartago en Túnez o Cádiz en España, el enclave fenicio más importante de la Antigüedad en la península ibérica y hoy la ciudad europea más antigua que haya estado habitada ininterrumpidamente.
La semana de formación transcurre con normalidad. Los profesionales/alumnos son gente aplicada. Muestran gran entusiasmo por incorporar esta metodología a su práctica profesional, y tener la oportunidad de formar y acompañar a emprendedores libaneses con ideas de negocio en el sector ambiental. El resultado será positivo, tanto para las comunidades locales en el ámbito más social, como para el objetivo económico de creación de empleo e incremento de la actividad económica, como para el medio ambiente, pues este tipo de proyectos e ideas de negocio de emprendedores están vinculados a mejora de la calidad ambiental, incremento del ahorro de recursos y disminución de la contaminación, protección de la biodiversidad y geodiversidad, etc. El país es ya uno de los referentes regionales en energías renovables y eficiencia energética (a la cabeza está por supuesto Israel).
A pesar de las innumerables dificultades que afronta (sólo citábamos al inicio unas pocas), y la gran incertidumbre sobre su devenir más inmediato, repleto de complejidad, resulta fantástico constatar cómo la vida sigue abriéndose paso en Líbano, país repleto de personas generosas, hospitalarias, audaces y con visión de futuro. Día a día, un Líbano más verde, que apuesta por una economía más sostenible y baja en carbono, va adquiriendo visos de realidad. Es un honor formar parte de este proceso.
Luis Morales Carballo (@luismorcar), cofundador y director de Innovación de Greenbiz (@greenbiz_es).
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