Rivera, ante un nuevo escenario político
La huida de Rajoy ha roto el escenario previsto y ha hecho que los actores políticos se repartan nuevos papeles
La decisión de Rajoy de no someterse a una primera sesión de investidura abre un nuevo escenario político. Su plan para que Pedro Sánchez se desgaste en la negociación con Podemos, y una vez fracasado en el intento, ser él de nuevo el candidato del PP designado por el Rey, tiene riesgos.
Al romper el guión preestablecido, la huida de Rajoy puede hacer que amplios sectores de la opinión pública modifiquen la percepción que tenían de todo el proceso y desconfíen de su capacidad para dirigirlo. Y puede hacer también que algunos de los actores políticos con papeles asignados previamente en esa trama, cambien de papel y se dispongan a interpretar otro, dando lugar a un nuevo escenario que el PP no puede controlar.
Uno de los actores que podría cambiar a la vista de lo ocurrido, es Ciudadanos, que se ha mantenido en una discreta segunda fila. Sin embargo, si, ante el desconcierto generado por la huida de Rajoy, Rivera modificara su actual posición de no implicarse en ninguna coalición de gobierno, podría influir en el desenlace final de este complicado proceso. De hecho, Pedro Sánchez ya ha iniciado contactos con Albert Rivera para explorar nuevas posibilidades de colaboración en esta nueva fase. Voy a dedicar este breve artículo a analizar esas posibilidades. Otras, como la de una coalición “a la portuguesa” del PSOE con Podemos exigiría un análisis diferente, que dejo para otra ocasión.
Centrándome en Cs, una posibilidad sería que Albert Rivera cambiara su papel ante el nuevo escenario político y decidiera apoyar un gobierno de centro-izquierda presidido por Pedro Sánchez (o por otro dirigente socialista) para evitar quedarse fuera del proceso de cambio y regeneración que reclaman amplios sectores de la sociedad española. Entre PSOE y Cs reunirían 130 diputados (siete más de los que tiene hoy el PP), por lo que la investidura necesitaría de apoyos parlamentarios para salir adelante. No parece fácil que los recibiera de Podemos ni de los grupos secesionistas, pero ¿por qué no podría recibirlos del PP tras la segura retirada de Rajoy?. Ante el riesgo de alinearse en un voto negativo con los que ha calificado de grupos antisistema que quieren romper la unidad de España, no sería extraño que el PP, para no verse identificado con esos grupos, no tuviera más remedio que abstenerse en la investidura.
De ese modo, ironías de la política, sería el PP el que facilitaría la formación de un gobierno PSOE-Cs con Albert Rivera de vicepresidente. Papeles cambiados en un nuevo escenario propiciado precisamente por la jugada, no tan genial, de Rajoy. Parece política ficción, pero si lo pensamos con calma, no lo es, salvo que el PP esté decidido a ir a unas nuevas elecciones, donde tras los últimos acontecimientos ya no está tan claro que le beneficiarían.
Pedro Sánchez ya ha iniciado contactos con Albert Rivera para explorar nuevas posibilidades de colaboración en esta nueva fase
El gobierno de centro-izquierda PSOE-Cs tendría que buscar los necesarios apoyos parlamentarios para sacar adelante los presupuestos y las leyes, en un ejercicio de geometría variable, tal como han hecho todos los gobiernos sin mayoría absoluta. Además, al debilitarse la capacidad de influencia de los grupos nacionalistas por no haber sido decisivos en la constitución del gobierno PSOE-Cs, éste no estaría condicionado por exigencias relacionadas con los asuntos territoriales (derecho a decidir y referéndums de autodeterminación), y podría afrontar el desafío secesionista catalán con sentido de estado y, en este asunto, con el firme apoyo del PP.
Asimismo, el nuevo gobierno podría sacar adelante un ambicioso programa de reformas políticas, sociales y económicas, en el que no sería extraño que encontrara apoyos de otras fuerzas políticas (como Podemos e IU-UP): ley de emergencia social, reforma fiscal, nueva reforma laboral, plan de choque contra el desempleo juvenil, subida del salario mínimo, reactivación del Pacto de Toledo sobre las pensiones, endurecimiento de las penas contra los delitos de corrupción, regeneración democrática, reforma de los criterios para designar a los miembros del TC y del CGPJ, reforma de la ley electoral.
Es verdad que, sin el concurso del PP y debido a su mayoría absoluta en el Senado, el gobierno tendría que aparcar las reformas constitucionales, pero tampoco sería sorprendente que el PP, bajo un nuevo liderazgo, se uniera a un amplio consenso por la reforma de la Constitución para evitar ser acusado de inmovilismo.
La opción de un gobierno PSOE-Cs sería aceptada por los barones socialistas (algunos de ellos gobiernan en sus Comunidades Autónomas con el apoyo de Cs), ya que evitaría el riesgo de ruptura que la coalición con Podemos hubiera desencadenado. Por parte de Cs, esta opción le afianzaría en su papel de centralidad en la vida política española, desempeñando el papel de partido “bisagra” que tan bien ejercen otros partidos de sus características en el los países de nuestro entorno europeo.
La huida de Rajoy ha roto el escenario previsto y ha hecho que los actores políticos se repartan nuevos papeles. En ese nuevo escenario, todo es posible y nada es seguro. Lo único seguro es que, si la clase política no es capaz de alcanzar acuerdos, nos veremos abocados a ir a las urnas de nuevo dentro de dos meses.
Eduardo Moyano Estrada es profesor de Investigación del IESA-CSIC
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